Sobre la ley de Memoria Histórica, por Juan Chicharro Ortega

Juan Chicharro Ortega
General de División de Infantería de Marina (R.) 
Blog General Dávila 
 
 
   Mucho se ha escrito en este BLOG sobre los efectos que la Ley de Memoria Histórica está ocasionando en España; en especial el relacionado con el callejero de nuestras ciudades cambiando la denominación de calles y símbolos, sin ton ni son, de la forma más sectaria posible, falseando el pasado, envenenado el presente y ensombreciendo el porvenir. En definitiva alterando la convivencia en paz de nuestro pueblo.
 
   He leído la citada Ley, no una, sino varias veces y además lo he hecho intentando leerla con objetividad, sin ánimo preconcebido. Lo siento, pero no me encuentro con otra cosa que con una memoria política; por demás, falsa y distorsionadora de la historia. Pero es que hay algo más : la aplicación estricta de la Ley impide a los historiadores el exponer con libertad sus conclusiones acerca de la verdad de lo que en realidad sucedió en los años 30 del siglo pasado. Esto es una barbaridad. Sólo se puede encontrar algo parecido en regímenes totalitarios donde se impone una versión parcial de la historia al pueblo. La Ley parte de un supuesto absolutamente falso y que cualquier historiador serio y objetivo sabe que no es cierto: que el bando perdedor de la guerra civil representaba la legalidad democrática y la libertad. Y es que las elecciones de febrero de 1936, ganadas por el Frente Popular, estuvieron condicionadas por todo tipo de violencias e irregularidades y conviene recordar que nunca se publicaron los resultados de las votaciones. De democrático nada.
 
   Pero ya que hablamos de democracia vamos a ser serios y claros. La democracia no tuvo arte ni parte en ninguno de los bandos enfrentados en 1936. Los nacionales se levantaron y lucharon para preservar la unidad nacional y desde luego por la cultura cristiana que formó siglos años España. Y los que ahora se denominan “republicanos” lo hicieron por una o varias revoluciones de signo totalitario y desde luego antidemocráticas. Basta echar una ojeada a la hemeroteca de la época para comprobar esto. Basta ya de mentiras manipuladoras de la historia. Lean y comprueben por Vds. mismos. Es patético y una falacia idealizar a unos partidos que lucharon bajo la orientación de Stalin, y que se persiguieron y asesinaron entre ellos de la forma más cruel.
 
   La Transición política que tuvo lugar en España a partir de la muerte de Francisco Franco encontró su sentido en evitar los procesos cíclicos de destrucción que habían convulsionado a la sociedad española en los siglos XIX y XX. Constituyó un enorme rasgo de generosidad por todas las partes decididas a que nunca más se volvieran a repetir hechos como los que nos llevaron a la guerra civil. La Transición se gestó sobre el olvido de los odios que llevaron a la destrucción de la República pero ¡ojo! se hizo de “la ley a la ley”, importante factor que no debe olvidarse.
 
   La Ley de Memoria Histórica quiebra del todo este sentido conciliador y por lo tanto ataca de plano los fundamentos de la democracia actual y además los de la propia monarquía.
 
   Digámoslo claro: constituye una clarísima acción de ruptura con la legalidad constitucional vigente. Así lo entendieron muchos, entre otros el Partido Popular, aquél que en su día obtuvo la mayoría absoluta y que en su programa electoral de entonces  prometía, si no su derogación, desde luego su modificación.
 
   ¡Amigo!, pero ahora hace presencia la aplicación más rigurosa de la relatividad moral de este Partido y, sujeto al juego más preciso de la partidocracia, se olvida de lo que prometió con desprecio a muchos de los españoles que entonces les votaron y que hoy se encuentran huérfanos de opción política.
 
   Hoy nos encontramos ante una deformación sistemática de la democracia donde cada partido se dedica a atacar al otro, ante una forma de gobierno donde las oligarquías partidistas asumen la soberanía efectiva y donde los actores principales y únicos del panorama político son los grandes partidos políticos. Poco parece importarles la realidad cotidiana de los españoles y desde luego – a la vista de la tibieza y componenda de las acciones consecuentes – la de la integridad de nuestra Patria como nación, hoy amenazada impunemente por caciquillos tribales al servicio de intereses oscuros cuando no personales.
 
   Cicerón dijo que “si no sabes lo que ocurrió antes de que nacieras, siempre serás un niño” y nada más peligroso que un pueblo infantilizado al amparo de mentira tras mentira. El futuro de nuestro pueblo, de  nuestra sociedad, es incierto, pero el estudio del pasado nos ofrece lecciones indispensables que nos ayudan a no repetir errores del pasado.
 
   La Ley de Memoria Histórica está redactada precisamente para eso: a que los españoles desconozcan su historia reciente. Estamos asistiendo a un espectáculo triste; sobre todo por la dejación e irresponsabilidad de quiénes deberían evitarlo. La historia no les perdonará su tibieza relativista. A ninguno: ni a los que prometieron lo que no cumplieron ni a quienes siquiera fuera por dignidad deberían salir a la palestra y defender la honra de quienes les precedieron.
 
 

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