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El 25 de febrero de 1954 se celebró en la capilla del Palacio de Oriente la solemne ceremonia de la imposición a su Excelencia el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, de manos de su Eminencia Reverendísima el cardenal arzobispo de Toledo y primado de las Españas, del Gran Collar de la Orden Suprema de Cristo concedida al caudillo por su santidad el Papa Pío XII.
El Jefe del Estado acompañado de los ministros de asuntos exteriores y de justicia que actuaron de testigos se dirigió al altar donde de rodillas, ante el cardenal primado de Toledo, hizo solemne profesión de fe católica.
Con voz clara recitó en castellano las palabras del Credo de la Misa. Y a continuación la promesa: Prometo, juro y quiero mantener este juramento hasta el último aliento de mi vida, de que, con ayuda de Dios, constantemente retendré y profesaré íntegra e inviolable esta fe católica, en la misma forma que ahora espontáneamente la profeso y declaro. Y que por lo que a mí personalmente y por razón de gobierno se refiere, procuraré que sea profesada, enseñada y practicada por mis súbditos y por aquellos cuyo cuidado tenga hoy o pueda tener más tarde a mi cargo. Yo mismo, Francisco Franco Bahamonde, por último, prometo y juro a Dios omnipotente, a la Virgen Inmaculada María Santísima y a todos los santos que, ayudado por la gracia de Dios, llevaré siempre vida ejemplar, con las virtudes que convienen a un buen soldado de Jesucristo.
El jefe del Estado, la mano sobre los Evangelios, prosigue: Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios.
Entonces el cardenal Pla y Deniel, puesto en pie, coloca al Jefe del Estado el Gran Collar de Oro de la Cruz, mientras pronuncia estas palabras:
Acepte Su Excelencia el yugo del Señor, que es suave y ligero. Y lleve, de aquí en adelante, cada día con mayor honor y dignidad, esta insignia de Nuestra Redención que Nos hoy le imponemos, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Entre todas las distinciones de que dispone el Sumo Pontífice para premiar servicios muy relevantes prestados a la Iglesia, la primera por su importancia y antigüedad es la de la Orden de Cristo instituida por el papa Juan XII el 14 de marzo de 1319 con un carácter restrictivo que ha conservado hasta nuestros días. San Pío X, en el Breve que dictó en 1905 acerca de la Orden de Cristo dispuso que ninguna otra le fuese superior en dignidad y que sobresaliese de todas las demás en grandeza y esplendor.
(ABC. 26 de febrero de 1954)
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