Crítica de libro: Los mitos del franquismo de Pío Moa, por Von Thíes

 
 
 
 
Von Thíes 
 
 
   Terminada la lectura de este libro de Pío Moa, acabamos, como decían antes las novelas, con sentimientos encontrados.   
 
   Uno, al confirmarnos (ya lo sabíamos los que vivimos toda la “época de Franco”) que su capitanía fue providencial para España en una de las épocas más difíciles de su Historia; es decir, que aquella “baraka” (suerte) que los moros atribuían a Franco, en realidad fue “baraka” (suerte) para todos los españoles. Sin olvidar que estos españoles, aquellas generaciones que hicieron la guerra y la post-guerra (nosotros estábamos allí), somos protagonistas con Franco en el resurgir de España. Y el otro “sentimiento encontrado” es el desolador al comprobar que, pasados 76 años de la victoria, nuestra victoria del 1 de abril, las nuevas generaciones ignoran su existencia, y por supuesto, desconocen su significado.   
 
   Mas lo peor es la marginación, silencio o desprecio a la época más fecunda de nuestra Historia desde la conquista de Granada, mantenida y hasta pagada por la derecha más estúpida, suicida, desmemoriada y perversa, no ya desde la conquista de Granada, sino desde el “Hombre de Ata-puerca”, y quizás desde antes, desde su abuelo materno.   
 
   Hay un capítulo verdaderamente estremecedor, y es el de la Introducción titulado “Uno de los personajes más odiado del siglo XX”, frase que parece excesiva, pero que al leer el texto, tristemente consideramos que Pío Moa ha acertado.   
 
   Neruda, es uno de los “Pablos” más adorados por la “progresía”, personaje impresentable ni política ni familiar-mente hablando, un odiador de la España que hizo Amé-rica, epicúreo y tripón hedonista que desde París enviaba a la muerte a desgraciados engañados de los llamados “brigadistas internacionales” (todavía no eran “brigadistas” sólo voluntarios internacionales), mientras que él vivía como pachá al igual que otros intelectuales, pues el olor a pólvora no les era agradable ni sano, eso para otros. Pues este Neruda (“Stalinianos, llevamos este nombre con orgullo”) escribe unos versos terribles que desconocíamos y que nos negamos a transcribir, que muestran su capacidad de odio, su bajeza moral, su nula calidad humana y, en definitiva, su soberana estupidez.   
 
   Otro poeta, León Felipe, al que adoraba Sara Montiel, que regresaría a España sin problemas (regresaría Felipe, Sara no tenía problemas…), también se lanzó con versos absurdos dictados por el odio del perpetuo derrotado. Y no nos olvidemos de Antonio Machado (el hermano de Manuel, como lo definía Borges), entusiasmado con Stalin, la URSS y sus satélites rojos de la España a la que él se apuntaría con raro entusiasmo, del que Moa transcribe un verso, que tampoco conocíamos, que viene demostrar que hasta el adorado Antonio Machado podía ser en determinados momentos un perfecto bellaco.   
 
   De otro personaje menos conocido por el “pueblo soberano”, Castilla del Pino, transcribe unos versos estremecedores, quizá los más repugnantes entre los más repugnantes, es como si hubiéramos sorprendido al “poeta” pintando marranadas en la puerta de un retrete público. Una frase, la más suave, de este desgraciado (al que se le suicidaron varios hijos), es ésta: “gracias al odio, la Huma-nidad ha progresado”. De haber coincidido con esta época en la que la “incitación el odio” es castigada muy duramente, nada le hubiera pasado ya que el odio es legalmente unidireccional. Uno vale, el otro no.    
 
   Pío Moa trata en su libro de explicar las razones de esa unanimidad contra Franco, en la que agarradicos de la mano en un infernal corro de la patata, bailan los etarras, el corrupto PSOE de los “100 años de honradez”, el cobarde PP, el incombustible y perfumado PCE, los separatistas de cualquier capa o pelaje, ex-franquistas, antifranquistas polvorientos, parte nada despreciable (no despreciable en número, pero sí en sus ideas) de esa parte de la Iglesia llamada, nadie sabe por qué, “española”, sin memoria, sin gratitud y sin vergüenza… Y creemos que lo consigue plenamente. Sólo hay que leerlo con el interés, incluso crítico, con el que nosotros lo hemos leído.   
 
   Y lo leerán muchos, en gran parte feroces enemigos del Historiador, porque saben que Pío Moa es mal enemigo en las tertulias en prensa, radio o televisión, por lo que sigue siendo conveniente su marginación. No olvidemos que una invitación a Pío Moa puede tener como primer resultado el paro profesional del invitador, y en estos tiempos hay que protegerse.     
 
   En definitiva, de libro de Pío Moa que escribe sobre la España que hemos conocido, sacamos la consecuencia que decíamos al principio: la suerte enorme de haber tenido España y los españoles un guía como Franco para salir de todos los graves y gravísimos problemas y situaciones, en una época que vivimos y que nadie nos puede contar de forma torcida. Hay épocas muy poco conocidas, o muy mal tratadas, como la de los célebres “años 40”, años difíciles pero en los que se reconstruyó la España arrasada por el rojerío sin la menor ayuda exterior. Nosotros creemos que se pudo hacer gracias a la feliz circunstancia de la inexis-tencia de rapaces, corruptos, caros y perversos partidos políticos. También trata Pío Moa de las mentiras sobre el “aislamiento” o el “páramo cultural”.   
 
   Leído el libro, consideramos el zénit de Franco la manifes-tación en la plaza de Oriente pocos meses antes de su muerte; y el de la vileza de una sociedad dirigida por idiotas y perversos, el homenaje a un criminal, Santiago Carrillo Solares, al cumplir 90 años. Allí estaban todos, desde los representantes de la Casa Real, hasta el último pelagatos de la prensa del corazón (de la “bragueta” según Rafael García Serrano). Fue un repugnante akelarre donde el macho cabrío era sustituido por un genocida, eso sí, “antifranquista”, faltaría más.    
 
   Y aquí paramos lo comentarios, recomendando al lector la lectura de este libro. No se la recomendamos a los antifranquistas porque estos ya se nos han adelantado en la compra del libro.
 
 

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