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Franquistas. Historia ilustrada
de los que hicieron posible el franquismo (1936-1975)
de
Pablo Sagarra, Óscar González y Lucas Molina
La
Esfera de los Libros. Madrid, 2017
Esta
obra tiene un doble valor. Gráfico, en primer lugar. Es su gran atractivo
comercial. Con sus más de mil fotografías, estamos ante una completa
aproximación visual a casi cuatro décadas de nuestra historia desde la
perspectiva de sus cientos de personalidades relevantes de la política y la
vida social. Procedentes de diversos archivos, los autores nos presentan a
ministros, gobernadores, eclesiásticos, militares, empresarios, artistas y
otras celebridades (y alguna escena popular) en ceremonias que dieron tono a
las distintas etapas políticas de un periodo más rico y complejo de lo que
pretende la simplificación propagandística posterior a 1975. Más allá de la
información objetiva que cada imagen aporta, ya se extrae una conclusión del
conjunto: la España de Franco, con sus cosas buenas y malas, fue una España
viva, variopinta, ocupada en quehaceres múltiples, inquieta ante todo por
mejorar su porvenir. Afirmación de Pero Grullo, necesaria sin embargo ante la
asfixiante pretensión de reducir el franquismo
a un relato de dificultades internacionales, rivalidades políticas internas,
represión feroz y oposición heroica. Hubo más, mucho más, y ver tantas fotos
reunidas, bien seleccionadas y organizadas, traduce de forma impactante esa
realidad, aun si el elenco ha huido de la escena costumbrista, que reforzaría
la tesis.
En segundo lugar, este libro tiene un
valor propio como historia e interpretación del régimen (con fuentes documentales, bibliográficas y testimoniales) bajo
una premisa directriz: “El régimen está petrificado en el tiempo, es historia”,
y lo que procede es examinarla así. “Bastaría, a nuestro juicio”, declaran,
“con que la dictadura de Franco, al igual que todo pasaje importante de la
historia de España, fuese respetada”. Quiere esto decir: hablar de ella sin la
pasión de quien ve nublado el juicio, en cualquier sentido que sea, por su
experiencia personal de lo vivido, y sin el condicionante político de querer
extraer ventaja, hoy, del juicio inducido en el lector sobre el ayer. En esta
España que llaman de la reconciliación
no se ha hecho colectivamente ninguna de estas dos cosas. Es más, desde la
llegada de José Luis Rodríguez Zapatero a la presidencia del Gobierno en 2004
vamos a peor, como prueban la obsesión podemita por el cambio de calles o la
obsesión de la izquierda en general por el Valle de los Caídos.
Los autores dividen su trabajo en dos
partes. La primera, más textual y cronológica, es una breve historia de cuatro
periodos estandarizados de la era de Franco: la guerra, la postguerra hasta el
final de la Segunda Guerra Mundial, la autarquía y el desarrollismo. La
segunda, basada en imágenes, agrupa a los franquistas
por categorías: Fuerzas Armadas, Iglesia, Sección Femenina, Guardia de Franco,
Fuerza Nueva, excombatientes, organización sindical, ocio, artes,
investigación, etc.
La percepción general que ofrecen sobre
la España de Franco es realista y ponderada. No puede decirse que estemos ante
un libro pro-Franco, pero no hay duda de que des-sataniza la política que
vivieron los españoles entre 1936 y 1975. No porque los autores opinen, pues no
vierten juicos personales, sino porque tienen en cuenta la realidad del apoyo
social de que gozó ese “franquismo sociológico” “cuya principal base, en la
Guerra Civil, fue la población rural y urbana, el campesinado y la pequeña
burguesía del territorio rebelde del norte de España”, y que tras la postguerra
y el despegue económico “se ampliaría y asentaría abarcando a una masa
millonaria de todos los estratos sociales y de toda la geografía nacional”.
Esos son “los que hicieron posible el
franquismo”, franquistas o no.
por