Juan Chicharro Ortega
General de División Infantería de Marina (R)
Los días 24,25 y 26 de diciembre de 1941 se produjo una intensísima preparación artillera sobre las posiciones españolas de la División Azul, desplegada en el río Volchov, y más en concreto sobre el Segundo Batallón del Regimiento 269 que mandaba el comandante Román. Sin solución de continuidad ocho batallones soviéticos se lanzaron al asalto cruzando el río atacando las posiciones españolas en Urdanik. Allí se encontraban dos soldados españoles, Juan y Antonio, con una pieza antitanque de 37 mm. La temperatura era de más de 40º bajo cero.
La noche del día 26, bajo la intensa preparación artillera citada antes, y a pesar de ser noche cerrada, se veían cruzar el río numerosas unidades soviéticas. A las 0200 horas del día 27 se produjo el asalto directo sobre las líneas españolas al grito de “uri, uri, uri” (hurra en ruso). Los soldados antes citados rompieron el fuego con su cañón antitanque con granadas rompedoras inicialmente a 800 metros de distancia y finalmente apuntando a cero. Dispararon 240 granadas. Gracias a esta actuación el ataque ruso fue detenido en esta zona situada al sur de la citada población de Urdanik, pero no así por su parte Este y Norte. Ante esta situación, y al verse aislados del resto del batallón, el teniente Cuervo, al mando de la sección, ordenó inutilizar la pieza y replegarse al puesto de mando del Cte. Román.
En el repliegue toparon con unidades rusas y el citado teniente cayó de un disparo en el vientre mientras gritaba: “cabrones, me han matado, ¡Arriba España! vengadme”. Su cuerpo antes de caer dio un gran salto en el aire por el impacto de la bala. Fue entonces cuando uno de los dos soldados ya citados arrojó las granadas de mano que le quedaban sobre los rusos y se deshizo de ellos. Cargó sobre sus hombros a su teniente herido y a través de las líneas enemigas y después de otros encuentros logró alcanzar el puesto de mando del batallón con el teniente herido de gravedad. Amanecía y todo Urdanik se encontraba ya en poder de los rusos a excepción del puesto de mando.
A partir de ese momento la audacia y valentía del comandante Román hicieron lo que nadie se esperaba: recuperar Urdanik. Bajo su mando los pocos soldados que quedaban en pie pertrechados de granadas de mano y munición fueron tomando casa por casa deshaciéndose de los rusos quienes exhaustos tras el asalto no se esperaban un contraataque tan brutal de los españoles. Urdanik fue recuperado y el ataque rechazado. Entre los caídos españoles un joven de 17 años que apareció muerto al lado de otros tres rusos también muertos. Le habían arrancado las hombreras y la cartera con los retratos familiares. Su cuerpo se había congelado y tenía la cara sonriendo.
Se llamaba Antonio Chicharro y Lamamié de Clairac.
Esto sucedió hace 74 años.
Y termino este breve relato no sin dejar constancia que en la Historia Militar Soviética de la II GM se menciona al 2º Batallón del Regimiento 269 de la División Azul como una de las unidades más combativas con las que se enfrentaron en la contienda.
Allí lucharon y murieron miles de jóvenes españoles. Se podrá estar o no de acuerdo con sus ideales pero de ninguna manera con su gallardía, valentía y heroicidad. Pues bien, es muy probable que, en breve, los pocos símbolos que les recuerdan, en nuestras calles, sean retirados y seguramente sustituidos por otros de índole marxista merced a la Ley de Memoria Histórica. Una Ley sectaria y de todo punto revanchista. Una Ley que el Partido Popular prometió modificar y que al hilo de su relatividad moral no ha hecho por no considerarlo necesario. El asunto es tan patético que incluso en el año 2013 y merced a la abstención del Ayuntamiento de Ana Botella se decidió dedicar una calle de Madrid a Santiago Carrillo. Así, mientras se retiran lo que denominan símbolos franquistas se erigen monumentos y calles a Largo Caballero y a todo tipo personajes oscuros de nuestra historia reciente. Bonita manera de entender la reconciliación y la democracia. Y encima, en ese Partido Popular aún se extrañan de haber perdido casi 4 millones de votos.
En Rusia murieron soldados de nuestro ejército – sí de nuestro ejército pese a que la apatía y relativismo de muchos ahora lo nieguen y no se atrevan a reflejarlo – por una España mejor. Una España que querían grande y, que hoy, 75 años después, otros quieren de nuevo romper. Hablan de una España plurinacional. ¡Pero qué tontería es esa! Hablan de reformar, o mejor dicho quebrantar, el orden constitucional dando voz única a una parte de España cuando lo es de todos, etc.
Se avecinan tiempos movidos en esta España pero no cuentan para llevar a cabo sus aviesas intenciones con la voluntad de otros muchos que no estamos dispuestos a que eso suceda. A ver si se dan cuenta de ello.
Esperemos que acabe imponiéndose el sentido común y que se constate que, en términos cuantitativos, por mucho que griten, no son más que tres millones los que quieren destruir España de un total de los 47 que poblamos esta vieja nación, que no queremos ni se lo vamos a permitir. Son una exigua minoría. Ya está bien. Si empiezan a gritar los demás gritaremos también, y fuerte, pues somos muchos más y además tenemos la razón.