Andreu Oms
Estaba toda la prensa de Occidente. Barcelona entera recibía a 286 prisioneros de guerra de la URSS. La mayoría eran miembros de la División Azul que fueron a Rusia para luchar contra el comunismo. Estuvieron más de una década prisioneros en el gulag soviético y las pasaron canutas. Al final se negoció su libertad y el Semíramis, un barco de la Cruz Roja, les condujo a Barcelona, recuerda
lavanguardia.com y el blog
dolcacatalunya.com
Vídeo de la llegada del Semíramis, aquí.
Llegaron en la tarde del 2 de abril de 1954; el recibimiento fue una locura. Centenares de embarcaciones salieron a su encuentro en el puerto. El inmortal locutor catalán Federico Gallo se las arregló para embarcar en un lugar cercano y poner en contacto a los liberados con sus familiares. Una vez en tierra, los exprisioneros se dirigieron a la basílica de la Merced para agradecer su libertad a la rendentora de cautivos. Apenas podían caminar por las calles atiborradas de catalanes que celebraban la noticia. Así lo cuenta Juan Manuel de Prada en su sugerente Me hallará la muerte:
“Cuando el Semíramis enfiló la bocana del puerto de Barcelona estalló el júbilo. Decenas, tal vez cientos, de balandros, chalupas, lanchas, canoas y toda suerte de improvisadas embarcaciones salieron a su encuentro, haciendo sonar bocinas, silbatos, chirimías, mientras dos Junkers del ejército trazaban piruetas en el cielo, sumándose a la celebración. El sol que ya empezaba a declinar parecía haberse quedado quieto, como cuando la trompeta de Josué, y cabrilleaba en el agua de la dársena, mientras los repatriados se agolpaban en la baranda de cubierta, ondeando sus pañuelos, tratando de distinguir a sus familiares en la multitud que se agolpaba en el muelle y de desbordaba por toda la parte baja de las Ramblas y los alrededores de la Merced, llegando su mancha hasta la montaña de Montjuich. En la estación marítima se lanzaban cohetes y se enarbolaban banderas y pancartas. (…) Cuando el barco dejó atrás la escollera y se acercó al muelle, la marea humana se arracimó peligrosamente en los malecones, en un movimiento incontenible, y su griterío se fundió con las sirenas del Semíramis. (…) Repicaban las campanas de todas las iglesias de Barcelona, en un descalabro de bronce”.
Cataluña se volcó en la División Azul. En el primer reemplazo aportó el 10% del contingente, una proporción superior a su población; muchos catalanes se quedaron fuera por haberse cubierto los cupos. Cuenta el historiador alicantino Carlos Caballero que “el fervor popular por el alistamiento en Cataluña fue mayor que en el resto de España, hasta el punto que muy pronto se llenaron los cupos máximos permitidos de voluntarios (…) La División Catalana estuvo repleta de nombres del país como Fornet, Messeguer, Borrás, los escritores Luis Romero y Tomás Salvador, futuros ganadores del Premio Planeta, o el cineasta de Valls Pedro Lazaga Sabater. (…) El regimiento catalán estuvo integrado por 70 oficiales, 193 suboficiales y técnicos y una tropa de 1758 soldados, que formaban 2 batallones de Infantería y una sección de Artillería de Soporte”.
El último capellán de la División fue el ejemplar Josep Comas Gros, canónigo de Barcelona. Entre los mejores relatos figuran las Memorias de un soldado de la División Azul, del voluntario gerundense José María Blanch Sabench. El mismo año que regresó el Semíramis, la mujer del alcalde de Manresa, Joan Prat Pons, presidió la bendición del banderín de excombatientes de la División Azul. En 1958 Manresa concedió la medalla de la ciudad al propio banderín.
Ahora los políticos de Manresa, en nombre de la historia de Cataluña, han decidido que la ciudad sea “municipi per la independència”. ¿A quién quieren engañar?