Don Blas Piñar, por José Gabriel de Miguel

 
 
 
José Gabriel de Miguel
Delegado de FNFF Córdoba  
 
 
   Es difícil ponerse a escribir sobre la muerte de un HOMBRE como el que se nos ha ido. He leído artículos de mis queridos y admirados amigos, Ricardo Alba o Pituca, o de mis admirados (no tengo la suerte de conocerlos)  D. José Utrera o Jaime Alonso o tantos otros, familiares del fallecido incluidos. Que se puede decir de D. Blas Piñar que ya, en este breve tiempo de su desaparición terrenal, no se haya escrito. Creo que a todos, nos viene a la memoria, anécdotas, contadas o vividas junto a su persona. Hemos leído que fue honesto, coherente, valiente, leal y, uno de los intelectuales y me atrevería a decir: teólogos, más importantes de la historia reciente de esta nuestra Patria; todo esto, son características del hombre, pero en él se juntaban todas.
 
   Yo, personalmente, me he acordado del poema de Kipling, el cual tenía José Antonio en su despacho; permitidme que lo reproduzca:  
 
Si puedes mantener la cabeza en su sitio
cuando los que te rodean la han perdido y te culpan a ti.
Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos dudan de ti,
pero también aceptar que tengan dudas.
Si puedes esperar y no cansarte de la espera;
o si, siendo engañado, no respondes con engaños,
o si, siendo odiado, no dejas lugar al odio
Y aun así no te las das de bueno ni de sabio.
Si puedes soñar sin que los sueños te dominen;
Si puedes pensar y no hacer de tus pensamientos tu único objetivo;
Si puedes experimentar el triunfo y la derrota,
y tratar a esos dos impostores exactamente igual.
Si puedes soportar oír la verdad que has dicho,
tergiversada por villanos para engañar a los necios.
O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas.
Si puedes hacer un montón con todas tus ganancias y arriesgarlas a una sola tirada;
y perderlas, y empezar de nuevo desde el principio y no decir ni una palabra sobre tu pérdida.
Si puedes forzar tu corazón, y tus nervios y tendones,
a cumplir con tu deber mucho después de haberlos agotado,
y resistir cuando ya no te queda nada más que la voluntad de decirles: “¡Resistid!”.
Si puedes hablar a las masas y conservar tu virtud,
o caminar junto a reyes, y no perder el buen sentido.
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte.
Si todos cuentan contigo, pero ninguno demasiado.
Si puedes llenar el inexorable minuto,
con una trayectoria de sesenta valiosos segundos
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más: ¡serás un Hombre, hijo mío!   
 
   Ahora podría empezar a desglosar las comparaciones. Creo que para toda alma sensible, no hace falta. Podría continuar por comentar mis primeros recuerdos sobre D. Blas, en aquel lejano y doloroso 20-N del 82. Pregunté entonces a mi padre al verlo en un programa de televisión: ¿pero esté no era malo? Su criterio, nobleza y sinceridad me cautivaron de por vida. Luego, cuando ya no era nadie relevante en la cosa pública, pero si moral, pude saludarle con más calma. Siempre cercano, amable y, además, escuchaba a los que no teníamos nada que aportar a su magisterio, con paciencia y cariño; tuve el inmenso honor de que fuese mi JEFE.  
 
   No me alargo y, como tantos, podría seguir hablando de recuerdos y sensaciones. Se nos ha ido el mejor, un referente eterno; alguien, del que pasados los años hablarán los limpios mientras ignoran a nuestros actuales necios y correveidiles de la mercancía barata.  
 
   Un abrazo desde mi trinchera a su ejemplar familia y, a todos los camaradas que sin poder entenderlo lo siguieron y, a los que pudiendo entenderlo, no lo siguieron; a los que lo aplaudieron y nunca lo votaron; a los que lo votaron y nunca lo aplaudieron; en resumen, a todos los que lo conocieron y lo siguieron con sus entendederas,  a todos nos quiso D. Blas como a hermanos en Cristo y Camaradas españoles.
 
   Descanse en paz, un HOMBRE.   
 
 
 
 
 

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