Jaime Alonso
El viento sopla inclemente contra el rostro impertérrito de España. Su efigie milenaria de precisos contornos, quinientos años soportados, ha recibido la lluvia huracanada de la deslealtad y la injuria, la furia aldeana, la resentida quimera del desprecio a la excelencia mantenida en los momentos más dificiles. Conoció botarates, felones, malnacidos y malcriados; invasores y deconstructores. A todos expulsó de su presencia con amor y dolor de madre. Fue defendida hasta la heroicidad por sus mejores hijos y permanece expectante al discurrir de los tiempos, sin dudar de que su existencia marcó la historia universal de unos hombres y mujeres con la cruz de Santiago, la espada de sus hidalgos y el derecho romano.
Pero no entiende nada de lo que ocurre. No puede comprender que ha pasado en treinta y siete años de su reciente historia. Como los sueños autonómicos se han convertido en pesadilla soberanista. Que ha podido pasar con partes de su fisonomía real, histórica, morfológica y existencial para que se vea aquejada de la gangrena separadora. MAS que un lio o una algarada, quiere que le expliquen la razón de tal disparate que amenaza su existencia. No le vale la argumentación sociológica de que ha sido una combinación astuta de movilización social debida a la crisis económica, deslealtad institucional de nuevos Julianes o dejadez de ciertos Opas de reconocido entreguismo. Tampoco admite la displicente justificación política de que los gobernantes del Estado han hecho dejación de sus funciones, no han defendido la Constitución, mantienen sus peleas partidistas y han degradado la convivencia mediante la corrupción de las costumbres y el buenismo de la propaganda irreal. Quiere saber si no existen españoles capaces de acudir en su defensa, cueste lo que cueste. Si no permanece una “moral superior” capaz de dar la existencia por la esencia; un “patriotismo bueno” que desmonte todas las falacias y mentiras historiográficas y presentes. Un rearme de valor y dignidad colectiva que diga: BASTA, devolviendo al cauce natural de la historia el rio desbordado del oportunismo, la mezquindad y el egoísmo.
Se acabaron las caretas y los carotas, las componendas y los paños calientes, el apaciguamiento y el mal menor; las tácticas del chantaje y las huidas hacia adelante para ganar tiempo; el federalismo asimétrico actual y el federalismo desintegrador e inviable de la I República. La primera respuesta debe consistir en el cumplimiento de la Ley en el marco constitucional, sistemáticamente vulnerado, en muchos aspectos de su articulado. Debe aplicarse el Art. 8 de la Constitución “las Fuerzas Armadas tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el orden constitucional”. El Art. 139 “todos los españoles en todo el territorio del Estado, tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del Estado” “y ninguna autoridad podrá adoptar medidas que directa o indirectamente obstaculicen la libertad de circulación y establecimiento de las personas y la libre circulación de bienes en todo el territorio español”. El Art. 155 fija las condiciones para la intervención del Gobierno Central en una Comunidad “si no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España”. Antes de hacerlo deberá requerir al Presidente de la Comunidad que cumpla las leyes y, si no acepta, deberá intervenirse y suspender sus funciones, siendo aprobada por mayoría absoluta del Senado.
El segundo contrafuego legal y legítimo a oponer al secesionismo, procedería de la aplicación del Art. 168 de la Constitución, que exige para aceptar una propuesta soberanista, una primera aprobación de dos tercios de cada Cámara y la disolución inmediata de las Cortes para la constitución de unas nuevas que procederían al estudio de un nuevo texto constitucional. El nuevo texto deberá ser aprobado por mayoría de dos tercios de cada Cámara y, a continuación, se someterían a la ratificación mediante Referéndum de todos los españoles, también los de Cataluña. La tercera opción sería similar a la empleada por Alejandro Lerroux, Jefe de Gobierno de la II República, Presidida por Niceto Alcalá-Zamora el 7 de Octubre de 1934 cuando Lluis Companys proclamó la independencia de Cataluña, proclamar el estado de guerra, destituir al Presidente/delincuente de la Generalitat , detenerlo y juzgarlo y enviar al General Batet para apaciguar Barcelona.
Al existir una pluralidad de causas que han llevado al efecto indeseable del soberanismo independentista, señalemos la inicial falta de libertad política, secuestrada por los partidos y la traición de las élites en la transición que dejaba inerme a la sociedad y sin sustancia a la nación, como la primera. Las nuevas élites sin misión histórica, ni sentido de Estado, sin defender las costumbres, las instituciones, la moral, las tradiciones de la conducta, ni la religión, consagraron en la Constitución un sistema oligárquico desquiciante y ruinoso: Partidos, Sindicatos, Organización burocrática empresarial y 17 Autonomías, se reparten el poder político, económico, financiero, mediático y hasta judicial como reyezuelos medievales. La sociedad civil asiste atónita y sin conciencia, ni capacidad de reacción a la crisis económica endógena, causada por el gasto consuntivo burocrático, la corrupción institucional y el clientelismo político. El imperio de la manipulación ha hecho que todas las instituciones publicas estén desprestigiadas y sin credibilidad. La Nación mas antigua del mundo esta en riesgo de desintegrarse por los intereses y caprichos de las oligarquías locales, ante la indiferencia o complicidad de los gobiernos de la oligarquía estatal. El consenso político entre las oligarquías de los partidos, los sindicatos, las entidades financieras y las mediáticas, están destruyendo el tejido social y equilibrio económico y político, que representaba la clase media española, sin la cual es inviable una democracia real y no formal.
Homenaje histórico en nuestra página. Recordamos con orgullo que el mes de Octubre comienza con el recuerdo del día 1, en que se produce la exaltación del General de División Francisco Franco Bahamonde a la Jefatura del Estado, Generalísimo de los tres ejércitos y máxima autoridad en la conducción de la guerra y organización del “nuevo estado”, por parte de la Junta de Defensa Nacional. Te recordamos Capitán, fuiste la solución a nuestros problemas. Nos dejaste una patria irreconocible en bienestar, progreso, unidad, cohesión y justicia con respecto a la que cogiste. Tu generación cumplió, con creces, con su mandato histórico por la sangre derramada. La nuestra, traicionó esa herencia y así nos encontramos, en igual tiempo al de tu mandato, y después de la ayuda europea, superior al plan Marshall que tu no tuviste.