Ángel Maestro
El desconocimiento de la realidad y la manipulación informativa parecen ser las características básicas en el tratamiento de gran parte de los medios de comunicación occidentales al tratar los graves sucesos que se han desarrollado y persisten en Ucrania y la situación en Crimea. No es tema para este trabajo, sino para un estudio más extenso, remontarnos al origen de tantos males causados por la destrucción del imperio austro húngaro, la monarquía católica de los Habsburgos, donde convivían checos, eslovacos, austriacos, ucranianos, eslovenos, húngaros, polacos, rumanos, rutenos; imperio torticeramente calificado por el presidente Wilson de “cárcel de pueblos”. Su desaparición dio origen al surgimiento de naciones artificiales, cuyas consecuencias han ido desarrollándose hasta ahora. El estado ucraniano actual, surgido tras la desaparición de la Unión Soviética, representa en gran parte un paradigma de esas naciones creadas sobre el papel. Sintetizándolo al máximo: la Ucrania oriental es prístinamente rusa, la occidental es polaca y también lituana.
La verdadera Ucrania , no el estado artificial administrativo y político, constituye un conjunto inalienable con lo que se puede denominar Rus, como se ha llamado siempre, pues la palabra “ruso” se utilizó durante siglos para designar a los ucranianos, rusos y bielorrusos, o Rusia, nombre del siglo XVIII, o aún más exactamente, Unión Rusa. El pueblo ruso se dividió en tres ramas, rusos, ucranianos y bieorrusos, bajo la amenaza de la invasión mongola y de la colonización polaca como muy bien explican pormenorizadamente Soljenitsyn y Falcionelli, entre otros. La falsificación política de la historia a través de los grupos separatistas dominantes- como conocemos bien en la España actual, en Cataluña la fecha independentista de 1714, o el inventado “país vasco” existente desde tiempos remotos – fabulando hechos que nunca existieron ajenos a la historia real.
Todos, rusos, bielorrusos y ucranianos, proceden del “Rus” de Kiev, donde nació la tierra rusa y desde donde llegó el cristianismo. El pueblo de esa “Rus” creó el reino de Moscú, y en Polonia y Lituania los bielorrusos y ucranianos se llamaban rusos luchando contra la polonización. Así se ha comulgado casi con unanimidad en los medios informativos occidentales, intoxicando a la población con ruedas de molino tales cual la de que desde el siglo IX existe un pueblo ucraniano con su lengua propia distinta de la rusa. A mediados del siglo XIX, en Austria en 1848, los habitantes de Galitzia denominaban “ruso” a su consejo nacional, pero más tarde cuando se separó Galitzia del resto de Ucrania, nació y se desarrolló un pretendido idioma ucraniano deformado- una especie de batúa en relación al vascuence- salpicado de palabras polacas y alemanas, ajeno al idioma popular con dos intenciones: la de hacer olvidar el ruso a los naturales de la Ucrania subcarpática y crear un separatismo ucraniano radical. Al descomponerse la Unión Soviética y llevarse a cabo la separación de Ucrania de Rusia, ésta se hizo sin consultarse la opinión del pueblo.
Ucrania y Rusia hoy
Algunos ingenuos creen que cuando Nikita Sergueivitch Jruschof tomó en 1959 la absurda decisión de entregar Crimea a la República soviética de Ucrania, desgajándola de la República Socialista Soviética Federativa Rusa, pudo estar entre las causas, el compensar a Ucrania de los terribles sufrimientos sufridos por la población ucraniana en la época del terror estaliniano, con los millones de muertos por hambres – llegándose incluso al canibalismo- provocadas en un holocausto de enorme magnitud. Ingenuidad y desconocimiento, pues el responsable y ejecutor del terror, bajo pretextos de la “deskulakización”, designado por “el padre de los pueblos”, I.V. Stalin, fue Nikita Jruschof. Quien desempeñaría con tal ardor, entrega y entusiasmo su cometido, que hasta el mismo Stalin hubo de reprenderle ligeramente por el excesivo celo puesto en su tarea.
La decisión tomada por Jruschof en 1959, podría ser en una exagerada intoxicación alcohólica, sigue resultando extraña, y no parece basada en ningún remordimiento y de forma total y rotunda en ninguna justificación geográfica. Crimea ha sido poblacional y geográficamente rusa- sí puede hablarse de la presencia tártara, pero ciertamente no ucraniana-. Constituye la salida de Rusia por el Mar Negro al Mediterráneo, y base de la Flota rusa del Mar Negro, con población que no es pro rusa, tal se ha dicho en diarios y emisoras de radio televisión, sino de población genuinamente rusa en forma nítidamente más que mayoritaria.
Su pertenencia administrativa, que no geográfica ni de población a Ucrania, representa de forma más prístina aún que la de la Ucrania del Este, una de las innegables debilidades en la constitución del moderno estado ucraniano- tal es su denominación en español, y no “ucranio” o “polonés”, en lugar de ucraniano o polaco como repiten estos días locutores y locutoras ignaros.
De modo unánime en un elevadísimo tanto por ciento, las informaciones aparecidas en los medios españoles, al igual que en los norteamericanos y los europeos en general han presentado los disturbios y la violencia desarrollada en Kiev bajo el maniqueismo más radical. Así los manifestantes anti Yanukovich eran indefectiblemente presentados como pacíficos opositores, luchadores por la democracia brutalmente reprimidos por las fuerzas policiales. Estos esforzados defensores de la libre expresión sólo anhelaban desterrar la corrupción y unir el futuro de Ucrania a la Unión Europea, atacando todo aquello que tuviera relación con Rusia.
La plaza emblemática donde se celebraban las manifestaciones recordaba a las similares desarrolladas en la Plaza Tazir de El Cairo con los mismos tópicos, parecidas proclamas. Manifestantes pacíficos, luchadores por la libertad, eso sí, con cascos, escudos protectores, barras de hierro -sin duda para convencer democráticamente a las fuerzas represivas- y algo habitual: el levantamiento de barricadas y la quema de neumáticos. Los pacíficos y democráticos portavoces del pueblo se asimilaban en su lucha a los sencillos guerrilleros, estos más extremistas, que en Siria aún cometiendo las mayores atrocidades luchan contra la dictadura de Assad, queriendo imponer un sistema tan liberal y democrático cual el de los regímenes surgidos de la primavera árabe.
Los grupos ultranacionalistas procedieron a un auténtico golpe de Estado el 21 de febrero, pues a las pocas horas de llegar el presidente de la república a un pacto con la oposición, violando la normativa legal ese sector ultranacionalista de la Rada, el parlamento ucraniano, con el poder en la calle, procede a destituirle y al huir, ordenar su busca y captura. Naturalmente el presidente se refugió en tierras rusas, y como es habitual en estos casos ni él reconoció al nuevo gobierno, y éste ordenó su detención. Resulta sumamente significativo como los grupos más activos entre los “pacíficos” manifestantes de la Euromaidan, han sido seleccionados por el nuevo gobierno ucraniano para formar parte de la Guardia Nacional. Equipados durante las manifestaciones incluso con armas de fuego, eran presentados ante la opinión pública occidental como objeto de la brutalidad policial que reprimía despiadadamente los anhelos democráticos del pueblo.
De forma casi unánime, los medios informativos españoles al ignorar toda realidad sobre los deseos y derechos de la población rusoparlante del Este de Ucrania, y en grado todavía mayor la de Crimea, han coincidido en señalar el afán imperialista de Putin, ignorando como el entorno histórico juega un papel básico en Crimea, y que la crisis creada lo ha sido artificialmente por motivos geopolíticos. La animadversión contra Putin en los medios informativos goza casi por completo de unanimidad, unanimidad que se repite al citar su pasado de agente de los servicios secretos, aunque en la antigua Unión Soviética el KGB era bastante más que lo que representan en Occidente los servicios de información.
De modo uniforme se le cita casi siempre recordándose su pasado. Un escritor cuyo nombre lamento no recordar ironizaba sobre el pasado de agente secreto de Putin, sería como si el agente 007 James Bond viniese a ser el Primer Ministro de Su Majestad británica. En Occidente se ha considerado de modo axiomático que el remedio obligatorio para los males del postcomunismo eran la inevitable obsesión por la reforma económica y la sacralización de la democracia partitocrática, cuando el multipartidismo era incompatible con la multinacionalidad de la antigua URSS.
De modo sistemático en Occidente se oculta que los sucesos de Ucrania han aumentado en Rusia la popularidad de Putin, y si lo que bajo su visto bueno se ha aprobado y se cumple respecto a recuperar los derechos históricos de los tártaros de Crimea se convierte en realidad, se habrá reparado una gran injusticia. Cualquiera que conozca siquiera un poco la actividad de los servicios de inteligencia puede contemplar nítidamente la actuación de los mismos ejecutando los planes del gobierno de los EE.UU. interesados en impedir o dificultar la política y el reforzamiento ruso. Pero Rusia ya no es la nación al borde de la disgregación tras la desaparición de la URSS y la caída del sistema marxista leninista, posiblemente la mayor aberración que haya conocido la historia. Los ingenieros de almas, concepto tan caro a Stalin, actúan, pero en Occidente, con procedimientos gramscianos más que leninistas.