El Monarquicano Ansón (II)

  
 
Jaime Alonso  
Vicepresidente de la FNFF
 
   Los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, las instituciones a que se han hecho acreedores y en la Real Academia de la Lengua, en algún caso, los nombramientos según los caprichos de la política en virtud del acomodo servil a sus intereses. De ahí que ocupe un sillón desde 1999 Luis María Ansón y no lo ocupara nunca Rafael García Serrano, entre otros, a lo largo de la injusta intrahistoria.  
 
   Se jacta y pretende justificar el académico Ansón, en el Mundo del Martes 30 de Octubre pasado, de haber perpetrado una infamia mas, una grotesca falsedad de la historia reciente de España en la que él tuvo nulo protagonismo. Al debatirse el vocablo franquismo, Ansón y la RAE en contra de la historia, de la ideas políticas, del derecho Constitucional, del sentido común y de su propia coherencia vital lo definen como “dictadura de carácter totalitario”, sin importarles la docta e independiente opinión de historiadores, estudiosos del régimen de Franco, tratadistas, politólogos, filósofos y filólogos. Desde ahora las palabras dejaran de señalar con precisión a los seres vivos, los objetos, los sentimientos, los conceptos o las ideas. A la manipulación de la historia (Memoria Histórica) se suma la manipulación del lenguaje. Legislar o palabrear contra la naturaleza de las cosas no tiene éxito a largo plazo. Ni el Tribunal Constitucional conseguirá que el matrimonio se desnaturalice, ni la RAE de Ansón que Franco se convierta “post mortem” en totalitario. En su caso, al menos, tengo la cereza de que la ignominia académica de Ansón no obedece a la ignorancia, sino a una patología de origen desconocido, a la frustración de no conseguir contra Franco, ninguno de sus propósitos.  
 
   Tal deformación semántica sería objeto de reprobación de todas las personas honorables que acompañaron a Luis María en la defensa de la restauración monárquica de D. Juan de Borbón, si vivieran. Ni D. Juan, ni Gil Robles, Eugenio Vegas Latapie, Kindelán, Gonzalo Fernández de la Mora, López Rodó, Pérez Embid, Pedro Sainz Rodríguez, Yanguas, Gamero del Castillo, Hermenegildo Altozano, Arauz de Robles, Julio Palacios, Jesús Pabón, Alfonso García Valdecasas, Juan José López Ibor, José María Pemán, José María de Areilza, Gamero, el Duque de La Torre, El Marqués de Luca de Tena, Rafael Calvo Serer etc. les parecería apropiada tal calificación.   Y “no fue dictadura totalitaria desde 1936-39 y mantenida hasta su muerte”, como bien sabe Luis María, por tres esenciales razones de fondo y forma. La definición dada por la RAE como “el régimen político que confiere al jefe del poder ejecutivo supremacía efectiva sobre los demás poderes del Estado y deniega a los partidos de oposición garantías jurídicas para el ejercicio de sus actividades”, es tan imprecisa técnicamente que obligaría a considerar totalitarios a todos los regímenes que en el mundo han existido antes de que prosperase la discutida doctrina de Montesquieu, así como cuantos gobiernos proscribieran después los partidos políticos. :
   
   Por ello iremos a la definición más concreta de La Bigne de Villeneuve en su L’activité étatique:
 
   “Sistema según el cual el poder político de un Estado tiende a confiscar lo mas completamente posible y a dirigir soberanamente, en nombre de una doctrina proclamada intangible, la actividad social completa de la comunidad regida por él”.
 
   Taine en su obra Les orígines de la France contemporaine define con mayor precisión aún el concepto de Estado Totalitario:
 
   “…no se trata sólo de abolir la religión positiva y suprimir la desigualdad social, de proscribir los dogmas revelados, las creencias religiosas y el culto establecido, la primacía del rango y la superioridad de fortuna, la riqueza y la ociosidad, la cortesía y la elegancia. Es preciso, además, formar al ciudadano, fabricar sentimientos nuevos, imponer al individuo la religión natural, la educación cívica, las costumbres igualitarias, los modales jacobinos, la virtud espartana; en una palabra, no dejar nada en él que no sea prescrito, conducido, violentado”.    
 
   No se cumple esta dogmática en el régimen surgido el 18 de Julio que impide la revolución totalitaria comunista, no se alía con ninguno de los totalitarismos existentes que le habían ayudado en la guerra, ni con las democracias occidentales, preservando la neutralidad española, y crea un estado social y democrático de derecho, con una Constitución- Siete Leyes Fundamentales-, unas Cortes orgánicas elegidas democráticamente por cauces naturales de representación –familia, municipio y sindicato-; se auto-limita el poder, nombrando las Cortes un Presidente del Gobierno –Ejecutivo dualista-; y propone como sucesor, a titulo de Rey, al actual Jefe del Estado, refrendado en las Cortes y mediante Referéndum de todos los españoles. ¿Dónde estaba Luis María Anson para no darse cuenta de esas particularidades nada totalitarias?. Pues defendiendo, dentro de ese régimen, ahora definido totalitario, la causa monárquica, sin las cortapisas propias de una dictadura totalitario.  
 
   Los documentos son mas elocuentes que los vocablos de la RAE y la intencionada amnesia de Ansón. Si era totalitario el régimen hasta la muerte de Franco ¿que hacía D. Juan de Borbón adhiriéndose al Alzamiento y a las Leyes Fundamentales?. Así, con fecha 10 de Julio de 1961, ¿lo recuerdas Luis María?, dos meses después de que te homenajearan por el premio periodístico “Luca de Tena” en la Universidad y dieras una conferencia contra el dictador totalitario, al que sugerías se retirara como Carlos V. ¿Y pudiste seguir viviendo, escribiendo y siendo consejero en España de D. Juan de Borbón? ¿podrías haberlo en un régimen totalitario como el de Cuba, o en cualquier país comunista?. La extensa carta que no me negará pues la fuente es de su admirado mentor en el Consejo Privado de D. Juan, Pedro Sáinz Rodríguez, en su libro de memorias Un reinado en la sombra, editado por Planeta. 1981. Con motivo del XXV aniversario del Alzamiento Nacional, dice así :
 
   Mi querido General:
 
   Por el mandato providencial de la Historia y de la sangre que recibí del Rey mi padre, nada español me puede ser ajeno. Y menos que nada este aniversario de una fecha que porque significa tanto para la vida de la patria tanto significa para mi corazón. 
 
   Como un español más quise participar personalmente en el Glorioso Alzamiento y sólo cuando V.E. me recordó las responsabilidades que Dios podía reservarme en el servicio de España, tuve que renunciar a lo que entonces constituía mi mas entrañable aspiración.
 
   Al cumplirse el primer cuarto de siglo del 18 de Julio de 1936, esta soledad y alejamiento en que vivo se me llena de entrañables recuerdos; el Rey, mi padre, desterrado ya y gravemente enfermo en un despacho de Roma, colocando ilusionadamente banderas rojas y amarillas sobre el mapa, al compás del avance de las tropas conducidas por V.E.; sus gestiones con Víctor Manuel de Italia en colaboración entusiasta, aunque lejana y melancólica, en una empresa nacional en la que se sentía un soldado más. 
 
   Algo más, sin embargo, me obliga a dirigir a V.E. – aunque como General de los Ejércitos que lograron la Victoria asumió y sigue desempeñando la Jefatura del Estado con poderes que le permiten influir decisivamente en el porvenir- este mensaje que desearía llegara también a todos los españoles, erróneamente informados con demasiada frecuencia, sobre la Causa que represento.   
 
   Cumpliendo con las obligaciones derivadas de las responsabilidades que V.E. previó podían recaer sobre mí, tengo que proclamar la vinculación de la monarquía con el Alzamiento del 18 de Julio de 1936. Sin él nuestra institución secular, como tantos valores fundamentales de nuestra Historia y de nuestra vida como pueblo, difícilmente hubiera podido salvarse. Pero a su vez, sin la monarquía, el heroico y colosal esfuerzo que se inició entonces no hubiera encontrado fórmula política adecuada en que desembocar
 
   Por eso el Alzamiento del 18 de Julio, desbordando por su empuje popular irresistible los estrechos planteamientos iniciales, se declaró en seguida contra la República y, al profundizar afanosamente en nuestro ser, en nuestro genio, en nuestra vida, encontró, como no podía menos, la monarquía Tradicional (muy totalitario, verdad Luis María) creación de nuestro pueblo, compendio de sus instituciones públicas y garantía de su personalidad y de sus libertades.
 
  En el único dilema posible –Monarquía o República-, el 18 de Julio se pronunció contra ésta y por la monarquía. Aparte nuestra inquietud de españoles, ninguna impaciencia sentimos por su advenimiento. Pero si ha de producir sus frutos, necesario es que se instaure real y verdaderamente. 
 
   A su vez la monarquía puede ofrecer al Alzamiento unas garantías de permanencia, de amplitud nacional (nada más ajeno a su carácter que esa caricatura demagógica que la presenta como régimen de señoritos y palaciegos) de autenticidad y de respeto entre los demás pueblos que en vano se buscarán en otras partes.
 
   Dentro de las fuerzas que más destacadamente concurrieron al Alzamiento, están los tradicionalistas cuyos principios hice míos el 20 de Diciembre de 1957 comprendiendo que a la hora de la monarquía nadie con más autoridad para proclamar que este régimen es nuestro patrimonio político más esencial como nación.    
 
   (¿Se referirá, perspicaz José María, a la dictadura totalitaria impuesta por Franco y su ejército desde 1936 hasta su muerte?). Prosigue la carta.
 
   No es la reposición de un régimen pasado lo que pretendemos. Con el nombre de monarquía aspiramos a lograr una creación política que recoja las experiencias de las crisis recientes y las conclusiones del pensamiento más actual. 
 
   Tengo clara conciencia de que el ambiente nacional difuso que prevé como una realidad ineludible la implantación de la monarquía surgida de la natural evolución del régimen que V.E. encarna, se debe principalmente al hecho de haber sido elevada la idea monárquica a su actual nivel de principio y ley fundamental de la patria. 
 
   ¿No ha sido tomado en consideración por Luis María y la RAE esa evolución del régimen totalitario hasta la muerte de Franco?. Evidente que no le interesaban las evidencias que disminuyeran su rencor.
 
   El sistema político de constitución abierta que hoy rige (¿estaba mal asesorado D. Juan, Luis María?) y que será heredado por el régimen futuro, me permite afirmar, sin hacer violencia alguna a mi pensamiento, mi adhesión a los Principios y Leyes Fundamentales del Movimiento que, además de estar implícitos en la doctrina tradicional española, llevan en sí prevista la flexibilidad necesaria frente a todas las exigencias de la evolución y de la vida.
 
   ¿Cómo se pudo adherir D. Luis María su, non nato, Juan III, a un régimen dictatorial totalitario? ¿Existe constancia oral o escrita de su oposición a la barbaridad democrática de tal adhesión y justificación?.
 
   Yo tengo absoluta confianza en la lealtad y sinceridad de cuanto manifestó V.E. reservadamente en su entrevista última con José María Pemán. Comprendo también las exigencias de una táctica política para hacer frente a las necesidades del momento. 
 
   Pero al iniciarse este período de estructuración definitiva del Estado que V.E. acaba de anunciar, echo de menos y con toda franqueza se lo manifiesto a V.E. un más intimo y personal contacto entre los dos para considerar los remedios posibles a los previsibles problemas que en el futuro, más o menos inmediato, ha de presentar a España en el ambiente grave e incierto porque atraviesa el mundo. 
 
   O sea, Luis María, que además de la adhesión en conciencia, quiere un más íntimo y personal contacto con esa dictadura totalitaria. ¿No se habría ofrecido Vd., verdad, a ser el íntimo y personal contacto?, pues no estaba aún catalogado como insignificante y contraproducente conspirador de la causa monárquica. Acaba la carta.
 
   Pido a Dios que ilumine a V.E. para que logre vencer las dificultades que hoy puedan presentarse y sobre todo para que queden trazadas firmemente las rutas de un futuro que permita la grandeza y la prosperidad de la patria. Reciba un cordial abrazo de su affmo.
 
   ¿Se referiría a la grandeza y prosperidad dentro de la dictadura totalitaria o de la democracia liberal y partitocrática? Pues en vista de lo ocurrido en similares años, entre una y otra, parecen incompatibles, ¿no le parece Luis María? ¿o, es que la libertad de votar cada cuatro años y tener la libertad de prensa que conviene, manipular la historia y el significado de las palabras, o, domeñar la justicia, justifican, en sí mismo, reprobar esa odiosa dictadura totalitaria que sólo existió en su imaginario frustrado.  
 
   Y si revelador resulta lo anterior, para mayor abundamiento de la falsedad de la definición, señalar, como es comúnmente aceptado por los constitucionalistas, que el ejercicio compartido del poder político y el control compartido del mismo es la fundamental diferencia entre un régimen dictatorial y una democracia. Pues bien, resulta suficiente el brevísimo análisis de tres de la Leyes Fundamentales. La Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, promulgada en 1947, que regula la sucesión a la Jefatura del Estado y se nombra dos órganos consultivos permanentes, El Consejo del Reino y el Consejo de la Regencia. La Ley Orgánica del Estado de 1967, donde se enumeran los fines del Estado, se fijan los poderes del jefe del Estado y se declara su responsabilidad política. La Ley para la Reforma Política de 1977. Esa ley de previsión política, imposible en una dictadura o en un régimen totalitario, fue iniciada en 1976, mediante esta ley se estableció las condiciones mínimas para elegir unas Cortes por sufragio universal y las habilitó para proceder a la reforma constitucional de las Leyes Fundamentales siendo el instrumento jurídico que permitió articular la Transición española. La Ley para la Reforma Política fue sometida a referéndum, como la Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado, el 15 de diciembre de 1976 obteniendo un respaldo mayoritario entre quienes participaron. Así, en vez de romper con la estructura del Estado, se utilizaron los mecanismos legales vigentes para la modificación del sistema, estableciendo los cauces para la creación de la actual Monarquía parlamentaria.  
 
   El Pleno de las Cortes en el que Franco propuso a don Juan Carlos como sucesor, votaron a favor, nominalmente, 491 procuradores; hubo 19 votos en contra y 9 abstenciones. Ley 62/1969, de 22 de julio, por la que se provee lo concerniente a la sucesión en la Jefatura del Estado, fue así aprobada de forma tan poco dictatorial o totalitaria.
 
   El preámbulo señalaba:
 
   “El VII de los Principios del Movimiento Nacional establece que la forma política del Estado español es, dentro de los Principios inmutables del Movimiento Nacional y de cuanto determinan la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado y demás Leyes Fundamentales, la Monarquía tradicional, católica, social y representativa”.
 
   “La Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de veintiséis de julio de mil novecientos cuarenta y siete, sancionada tras el clamoroso Referéndum de diecisiete de junio del mismo año y modificada en algunos de sus aspectos por la Ley Orgánica del Estado, de diez de enero de mil novecientos sesenta y siete, aprobada por el ochenta y cinco y medio por ciento del Cuerpo electoral que representó el noventa y cinco, coma, ochenta y seis por ciento de los votantes en el Referéndum nacional de catorce de diciembre de mil novecientos sesenta y seis, establece en su artículo sexto un procedimiento directo e inmediato de proveer a la sucesión en la Jefatura del Estado, confiriendo al Caudillo de España y Generalísimo de los Ejércitos la prerrogativa de proponer a las Cortes la persona que estime deba ser llamada en su día a sucederle, a título de Rey o de Regente, con las condiciones exigidas por dicha Ley. Sólo en el caso en que se produjera inopinadamente el hecho sucesorio sin que el Jefe del Estado hubiera designado sucesor, serían de aplicación, con carácter supletorio, las previsiones contenidas en el artículo octavo de la citada Ley de Sucesión”.
 
   “Por todo ello, estimo llegado el momento de proponer a las Cortes Españolas como persona llamada en su día o sucederme, a título de Rey, al príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, quien, tras haber recibido la adecuada formación para su alta misión y formar parte de los tres Ejércitos, ha dado pruebas fehacientes de su acendrado patriotismo y de su total identificación con los Principios del Movimiento y Leyes Fundamentales del Reino, y en el que concurren las demás condiciones establecidas en el artículo noveno de la Ley de Sucesión”.
 
El Artículo primero sancionaba.
 
   “Al producirse la vacante en la Jefatura del Estado, se instaurará la Corona en la persona del Príncipe Don Juan Carlos de Borbón y Borbón, que la transmitirá según el orden regular de sucesión establecido en el artículo once de la Ley Fundamental de veintiséis de julio de mil novecientos cuarenta y siete, modificado por la Ley Orgánica del Estado de diez de enero de mil novecientos sesenta y siete”.
 
   El discurso de don Juan Carlos que pertenece ya a la historia, totalitaria para la RAE y Anson, pronunciado en las Cortes aceptando la designación, extraigo, por economía, las expresiones más significativas de la ausencia de dictadura y/o totalitarismo, con independencia de la mayoritaria validación del pueblo.
 
   “Recibo de S.E. el Jefe del Estado la legitimidad política surgida del 18 de Julio de 1936”.
   “Pertenezco por línea directa a la Casa Real española”.
   “Mi pulso no temblará”.
 
   ¿Cabe admitir Luis María, recibir la legitimidad de una dictadura totalitaria, sin legalidad preexistente y sin legitimar aquella o ilegitimarse ésta?
 
   Señala en su artículo que Franco se hacía llamar “Caudillo de España por la gracia de Dios” y no por la gracia de Ansón, digo yo. Tal denominación también le es ajena a Franco como debería saber y sabe Luis María. La primera referencia que se tiene de tal denominación es muy anterior a la Guerra Civil, cuando contrae matrimonio con la asturiana Dña. Carmen Polo. En la prensa de la época, cronistas de La Voz de Asturias y Mundo Gráfico hablan de la boda del “Caudillo”, de un “caudillo heroico”. Esto de reconocerle caudillo y aplicárselo como un nombre propio, como un titulo oficialmente reconocido, no fue cosa de la guerra civil ni un invento de los servicios de propaganda. Franco era solo teniente coronel, pero su brillante carrera, su escalofriante comportamiento frente al fuego enemigo, el fervor que inspiraba a sus soldados, el entusiasmo con que seguían sus acciones los altos mandos, la admiración que reflejaban en sus crónicas los corresponsales de guerra y el reconocimiento del pueblo, lo hicieron caudillo. Con posterioridad el pueblo, el ejército, y la Iglesia que consideraron providencial y proverbial su conducción de la Guerra y Victoria, elevaron su catalogación a la más alta magistratura militar de Roma.  
 
   Tampoco era exclusiva tal denominación de determinados estamentos. Le recuerdo a Luis María y a la historia de la carta fechada en Roma, Viale Parioli 112, de fecha 28-XII-1937, manuscrita por D. Juan de Borbón y dirigida al General Francisco Franco, en la que dice:
 
   “Mi respetado general:
 
   La prensa inglesa y francesa repetidamente vienen ocupándose de la política futura de España y sacan a la luz pública mi nombre en relación con ella, como si yo sostuviese actividades de este tipo. Como quiero que en modo alguno pueda V.E. tener duda sobre mi actuación, le pongo estas líneas para asegurarle que a ninguna persona, española o extranjera, he autorizado a expresar otras ideas que mi deseo de obedecer las órdenes de V.E. como el mejor medio de servir a España y que nunca he tolerado se hable en mi presencia de otra cosa. Precisamente por creer que sirvo de la mejor manera posible a España siguiendo fielmente sus consejos, es por lo que, contra mi corazón, no he intentado nuevamente ir a tomar parte con mis compatriotas en la Cruzada de la que V.E. es el glorioso Caudillo. Deseándole el mismo acierto que hasta ahora ha tenido para llevar a su fin la campaña y con ello la pacificación de España, quedo suyo affmo”.
 
   Tiene, Luis María, en la Fundación el documento por si quiere consultar su autenticidad.
 
   Así mismo, el Rey Alfonso XIII, al proponer a Franco la Laureada de San Fernando, le escribe el 9 de Abril de 1939 la carta que recoge en facsímil Franco Salgado Araujo en su libro “Mis conversaciones con Franco”, y que extracto lo más significativo:
 
   “Mi querido General:
 
   Desde luego le repito que estoy a sus órdenes como siempre, para cooperar en lo que de mí dependa a esta difícil tarea, seguro de que triunfará y llevará a España hasta el final por el camino de la gloria y de la grandeza que todos anhelamos.
 
   Y ahora, mi General, creyéndome autorizado para ello por haber sido jefe nato de la Real y Militar Orden de San Fernando, permítame le exprese cuán dichoso me consideraría si, recogiendo el común sentir u justificado anhelo del Glorioso Ejército de Tierra, Mar y Aire Español y de todos los buenos compatriotas, viéramos sobre su pecho esa invicta y heroica condecoración jamás tan bien otorgada al Caudillo que tan brillantemente salvó a España y la llevó a la victoria.
 
   Y como final, faltando al protocolo, le envío hoy, como en otros tiempos, un fuerte abrazo”.  De V.E. affmo. y buen amigo Alfonso XIII.   
   Añade Luis María en el artículo en comandita con otro descomunal farsante del antifranquismo Juan Luis Cebrián, al error la vileza, al señalar que “España era un país ocupado por su propio ejército” citando, como exiliado en Lisboa, la frase de Pedro Sainz Rodríguez al autor, con el añadido de que “Franco mandaba más que Felipe II”, supongo que se referiría a que mandaba mejor que Felipe II. Tal cita de tal personaje, siempre recurrente en Ansón, dado que fue su mentor y avalista en la sombra del reinado de Juan III, es tan infundada como ridícula. Sáinz Rodríguez no hizo una sola previsión acertada. Es el paladín del error. Estuvo primero en contra y luego a favor de la Dictadura de Primo de Rivera. No previó el advenimiento de la República. Apostó por una restauración monárquica en 1936 bajo la dirección del General Sanjurjo. Luego se cambió de bando siendo militante y advenedizo jerarca de FET y de las JONS. Fue Ministro de Instrucción Pública, después llamado de Educación Nacional en el primer Gobierno de Franco (1938). Su mayor logro y es de agradecer, fue el de conseguir la primera Edición Nacional de la Obras Completas de Marcelino Menéndez Pelayo en plena guerra civil, 1938. Pero su buena estrella duro poco. Al trasladarse un día Dña. Carmen Polo de Burgos a Vitoria, vio aparcado el automóvil del ministro ante una casa en la carretera que resultó ser un burdel. Aquello le costó el puesto. A Franco lo que más le irritó fue comprobar que Sainz Rodríguez utilizaba el coche de ministro para acudir allí a sus citas. “No iba a ir andando”, diría don Pedro cuando se enteró”. Eran otros tiempos de mayor moralidad pública, ¿verdad Luis María?. En 1942 Sáinz Rodríguez previó una rápida victoria de los aliados y la inmediata expulsión de Franco por ellos. Siguió empeñado en tal previsión hasta que Franco murió en la cama en 1975. Desde entonces su sucesor, Luis María Ansón, no deja de ganar batallas a Franco aunque su previsión de borrarlo de la mejor época de la historia de España no creo que lo consiga.  
 

   Dicho lo cual la gratuita afirmación de que “España estaba ocupada por su propio Ejército” queda desmentida por los hechos. Nunca, como en esa época, la milicia se ejemplifica y adapta a los versos de Calderón.
 
“Y así, de modestia llenos, a los más viejos verás tratando de ser lo más y de aparentar lo menos. Aquí la más principal hazaña es obedecer,  y el modo cómo ha de ser es ni pedir ni rehusar. Aquí, en fin, la cortesía, el buen trato, la verdad, la firmeza, la lealtad, el valor, la bizarría, el crédito, la opinión, la constancia, la paciencia, la humildad y la obediencia, fama, honor y vida son caudal de pobres soldados; que en buena o mala fortuna la milicia no es más que una religión de hombres honrados”.
 
   Nunca, como en esa época tuvo el ejército más prestigio social y menos emolumentos. Nunca, como en esa época, fue la milicia compendio de idealismo y servicio al pueblo y a su patria. Nunca, como en esa época, se sintieron los militares mas recompensados en su honor y valor y menos en su retribución y ajeneidad al poder político. Se sentían bien mandados, salvadores de su patria frente al totalitarismo comunista y depositarios de los valores que lo hicieron posible en comunión con su pueblo y punto.  
 
   El ejército en la zona nacional era querido, admirado y se identificaba lo castrense con la sociedad civil. Pero la realidad, lo significativo y contrario a las tesis de  Sáinz Rodríguez/Ansón es comprobar que Franco mediante Decreto-Ley, dado en Salamanca el 16 de Febrero de 1937, B.O.E. publicado el 19, entrega a las autoridades civiles la competencia sobre organización de la vida civil en la retaguardia, sin perjuicio de considerar como suprema a la autoridad militar dada la guerra que se estaba librando. Esa normalización, aún en tiempo de guerra, se acentúa en la paz donde el ejército ocupa los ministerios que les son propios y se mantienen en los cuarteles, al margen del acontecer político, aunque tuvieran un peso específico en lo moral como legatarios de la victoria y vigías del cumplimiento de su mandato. Por ello resulta aún si cabe más ofensivo el improperio de considerar al ejército que salva la vida y hacienda de Luis María Anson y la mayoría de los españoles, como de ocupación de su propia nación. Ejército al que sirve y donde se forma el actual Jefe del Estado y en cuyo discurso de investidura, una vez proclamado Rey, el 22 de Noviembre de 1975, con uniforme de Capitán General del Ejército en la madrileña Iglesia de San Jerónimo el Real pronuncia estas significativas palabras que contradicen a Luis María:
 
    “En estos momentos en que asumo la Jefatura de las Fuerzas Armadas, me dirijo a todos vosotros con profunda ilusión y fundadas esperanzas.
 
   Sois los depositarios de los más altos ideales de la Patria y la salvaguardia y garantía del cumplimiento de cuanto está establecido en nuestras Leyes Fundamentales, fiel reflejo de la voluntad de nuestro pueblo.   
   
   Expreso mi reconocimiento y gratitud a nuestro Generalísimo Franco, que con tanta dedicación y entrega os ha mandado hasta ahora, dándonos un ejemplo único de amor a España y sentido de la responsabilidad. Mi recuerdo emocionado se dirige hoy a las Fuerzas Armadas de África, las que por su patriotismo, disciplina y entrega están haciéndose acreedoras del agradecimiento de todos los españoles.
 
   España confía plenamente en sus Fuerzas Armadas. Sé que tenéis un alto concepto del amor a la Patria y que no escatimaréis vuestro esfuerzo para lograr una España cada vez mejor. Quiero renovar hoy el juramento de fidelidad a nuestra bandera, símbolo de nuestras virtudes y de nuestra raza, y prometeros, una vez más, servirlas y defenderlas, a cualquier precio, de los enemigos de la patria.
 
   Mandar es servir, y quiero estar en el mando muy unido a vosotros. Sé que cumpliréis con vuestro deber como siempre lo habéis hecho. Como español, como soldado y como Rey, me siento orgulloso de contar con vuestra adhesión y lealtad. Estoy seguro de que, trabajando todos unidos, alcanzaremos lo que España se merece por imperativo de la historia y su papel en el mundo de hoy.
   
   ¡Viva España!”    
 
 
   Rebus sic stantibus inquisidor Luis María. Ya que 500 millones de hispanohablantes y 22 naciones van a tener que acatar y podrán leer las futuras generaciones, desconocedoras de la realidad histórica de su madre patria, la patraña interpretativa que tu rencor provoca, me libero al definirle, todavía ambos en el reino de los vivos, de manera científica, independiente, objetiva; al margen de manipulaciones y tendenciosidades, y sin entrar en disputas estériles, conforme a mi Real Academia de la Conciencia, como: “bufón amoral, codicioso y chusco; concupiscente y gafe; intrigante y trepador; adulador y cortesano desde la juventud monárquica hasta que se muera; manipulador de la historia y del vocablo de la RAE sobre el franquismo en una democracia degenerada”.  
 
   Quede con Dios.                                                             

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