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Carmelo López Arias
La
primera imagen peregrina de Nuestra Señora de Fátima, esculpida según las
indicaciones de Sor Lucia, fue coronada solemnemente el 13 de mayo de 1947,
trigésimo aniversario de las apariciones, por el arzobispo de Évora, Manuel
Mendes. Recorrió el mundo y visitó 64 países hasta el año 2000, cuando fue
entronizada definitivamente en la basílica, de donde solo ha salido en 2015 y
2016 para visitar algunos conventos de religiosas contemplativas. Se han
construido trece réplicas para que puedan continuarse los itinerarios.
El privilegio español
El
primer país que visitó la imagen original fue España, en 1948, convirtiéndose
en signo de la hermandad entre España y Portugal: una hermandad en la fe
católica de ambos pueblos que sirvió además para reflejar la hermandad entre
sus dos dirigentes de la época, Francisco Franco y Antonio de Oliveira Salazar,
ratificada año y medio después con un hecho excepcional, como fue la oración
del Generalísimo ante la imagen durante su única estancia oficial propiamente
dicha fuera del país.
En
efecto, durante sus años como jefe de Estado, Francisco Franco solo salió tres
veces de España, y las dos primeras fueron breves. El 23 de octubre de 1940,
para la entrevista con Adolf Hitler en la frontera de Hendaya con el fin
de evitar la entrada de España en la Segunda Guerra Mundial. Y el 12 de febrero
de 1941, para el encuentro en la localidad transalpina de Bordighera
(fronteriza con la Francia no ocupada del mariscal Philippe Pétain) con Benito
Mussolini, donde terminó de definirse la posición española al respecto.
La
de Portugal fue distinta. Duró desde el sábado 23 al miércoles 27 de octubre de
1949, y estuvo cargada de acontecimientos. Franco habló en el Palacio
Nacional de Mafra ante el presidente de la República, Óscar Carmona, el primer
ministro Salazar y el gobierno y demás autoridades lusas. Y fue investido doctor
honoris causa por la Universidad de Coimbra, a propuesta de la Facultad de
Derecho. Ambos discursos tuvieron un marcado contenido social de raíz cristiana
y críticas al comunismo: ante los intentos de solucionar los problemas sociales
“por los cauces capitalistas o por la vía
materialista de los marxismos fracasados”, Franco propuso la filosofía
social “que hace siglos viene proclamando
la Iglesia católica, apostólica y romana”. “Hemos de volver”, dijo, “a
las fuentes puras de nuestro Evangelio” para dar al hombre “no solo los derechos que en una especulación
puramente materialista, como capital humano, no se le podrían discutir, sino
aquellos otros superiores que le debemos en cuanto es nuestro prójimo, hecho a
imagen y semejanza de Dios”.
El contexto de la Guerra Fría
Fue
un viaje de gran repercusión internacional, en la medida en la que afianzaba el
bloque ibérico merced a las óptimas relaciones de Franco con el primer ministro
portugués en un momento álgido de la Guerra Fría. Solo en ese mes, Mao Tse
Tung se había hecho con el control de China, nacía la República
Democrática Alemana y, tras tres años de guerra, Grecia conseguía salvarse de
caer en manos de Moscú. Mientras, recién fundada la OTAN, en Estados Unidos se
vivían los coletazos del juicio contra Alger Hiss por espionaje a favor de la
Unión Soviética, el caso más célebre de la infiltración comunista en los
departamentos de Estado y de Defensa que enseguida empezaría a denunciar (y con
fundamento, como se comprobaría al abrirse los archivos de la KGB en 1990) el
senador Joseph McCarthy…
La
Virgen había anunciado en Fátima que el Rusia expandiría sus errores por el
mundo… y estaba sucediendo. En ese contexto, los estrechos lazos entre España y
Portugal reforzaban el extremo sur de Europa frente a la amenaza soviética.
Pero a ese interés estratégico de cálculo puramente humano se unía la convicción
anticomunista, por católica, de Franco y Salazar.
De
ahí que uno de los momentos más importantes del viaje fuese la visita del
Generalísimo y su esposa, Carmen Polo, al santuario de Cova de Iría. Ambos
habían honrado también a la Señora de Fátima en Madrid, año y medio antes, tras
el multitudinario recorrido de su imagen peregrina por España, en su primera
salida de Portugal.
Una fe multitudinaria
El
24 de mayo de 1948 llegó en procesión a la capital, donde permanecería una
semana para presidir un congreso mariano diocesano. Fue recibida a última hora
de la tarde en el Puente de Segovia por el obispo de Madrid y patriarca de las
Indias Occidentales, Leopoldo Eijo y Garay, iniciándose una procesión en la que
participaron mil sacerdotes y decenas de miles de fieles, que la llevó hasta la
Plaza Mayor, la catedral de la Almudena y finalmente, bien entrada la
madrugada, en la iglesia de San Román.
La
estancia en Madrid de la Virgen peregrina tuvo dos momentos de gran intensidad
en sendas celebraciones litúrgicas en la Plaza de la Armería, junto al Palacio
Real.
El
sábado 29 de mayo se celebró una misa para enfermos, a la que acudieron
siete mil personas con muletas, en silla de ruedas o traídas en camilla por
voluntarios desde los hospitales. Asistieron a la misa Carmen Polo y su hija,
Carmen Franco, en un clima de enorme fervor y fe en el que algunas personas
experimentaron lo que el diario ABC no dudó en denominar “curaciones
prodigiosas”.
Una
enfermera de la Sanidad Militar, María Teresa Toyos, que había quedado
paralítica por polineuritis a raíz de una cesárea realizada tres meses antes,
comenzó a andar. Mercedes López, aquejada de una hemiplejia que le impedía
hablar, comenzó a hacerlo. Como Fulgencia Vas Sánchez, paralítica del lado
izquierdo, que pudo levantarse y se levantó y se acercó hasta el patriarca de
Lisboa, Manuel Gonçalves Cerejeira, con quien departió unos minutos. Estos tres
hechos fueron constatados y documentados por los medios presentes y por sus
respectivos médicos.
ABC
refiere otros conocidos por referencias: Eugenia Sanz Martín (ciega desde hacía
veinte años) y la niña Narcisa García (sin visión por una meningitis
tuberculosa) recuperaron la vista, y Carmen Rodríguez Ventosa, Cecilia Millán y
la religiosa escolapia Mercedes Meneses Barbero, la movilidad perdida por
distintas causas.
En
ese clima de fe y fervor, el domingo 30 se celebró una misa pontifical a la que
asistió el jefe del Estado junto al Gobierno en pleno, el Consejo del Reino,
dos cardenales y diez obispos y arzobispos. Ofició la misa monseñor Eijo Garay
y la homilía monseñor Gonçalves Cerejeira, en demostración de que la amistad
hispano-lusa no era solo política, sino también eclesiástica.
Ambos
anunciaron indulgencias a los presentes al terminar la ceremonia. Durante todo
el día se sucedieron las misas, una tras otra, en el gran trono elevado
construido en el centro de la Plaza de la Armería. Y por la tarde, una multitud
como la que había recibido a la imagen peregrina la despidió de camino a su
periplo final.
Llegó
al Cerro de los Ángeles, donde fue depositada en el monumento al Sagrado
Corazón aún en ruinas (fue fusilado y dinamitado por milicianos del Frente
Popular en la guerra civil) para un acto de oración en el que participó la
esposa de Franco. Y al día siguiente, en Toledo, la recibió el cardenal
primado, Enrique Pla y Deniel, con una misa en la catedral. Luego partió hacia
Talavera, ya en recorrido hacia Lisboa jalonado, como antes de su llegada a
Madrid, por masivas muestras populares de devoción y fe y algunas otras
curaciones prodigiosas.
Un resumen de
todos estos acontecimientos puede verse en un reportaje del No-Do que
da idea de la importancia que tuvo esa visita a España de la imagen peregrina.
Oración, misa y bendición
Año
y medio después, el 26 de octubre de 1949, Franco volvió a visitar a la Virgen
de Fátima, esta vez en su santuario de Cova de Iria, donde un letrero le
recibía con el lema Fátima te saluda, Franco.
Fue
un acto sencillo y personal, al que asistió de civil, junto a los ministros de
Asuntos Exteriores, Alberto Martín-Artajo, y de Marina, almirante Francisco
Regalado (Franco había llegado a Lisboa en barco, desde Vigo). Franco y su
esposa oyeron misa y comulgaron. Ciento veinte seminaristas cantaron durante la
celebración música polifónica española, y el obispo de Leiria, José Alves
Correia da Silva, les dio su bendición: “Aquí,
delante de esta imagen de la Santísima Virgen, que Madrid y toda España
recibieron con tanta devoción, voy a celebrar la Santa Misa para que Ella
conceda su bendición a Su Excelencia, su familia y a toda España, y para que
otorgue la paz al mundo entero”.