Miguel Rivilla San Martín
Ahítos y molestos estamos la mayoría de los españoles y gran parte de los catalanes, al comprobar un día sí y otro también, el poco aprecio, por no decir desprecio, del ínclito Presidente de la Generalitá señor Mas y sus socios republicanos, que tanto en público como en privado hacen a las sentencias del Tribunal Constitucional.
Nada vale para ellos ni la Constitución, ni las reglas del juego democrático, ni lo que diga-perdón por la vulgar expresión – el “sursumcorda”. Todo y todos han de someterse a su omnímoda voluntad si no coinciden con sus ambiciones independentistas. Tal pretensión puede ser la cortina de humo que encubre los graves problemas de la crisis, de la corrupción y del paro etcétera en Cataluña.
Por idénticas o similares razones se le podría reprochar que él no tiene derecho ni a exigir respeto ni obediencia a sus decisiones, leyes o mandatos a los ciudadanos asentados en territorio español. Pueblos, comarcas y provincias de la Generalitá podrían, por la misma regla de tres, exigirle a él su independencia.
Desde luego en toda esta representación política dan la sensación que el “seny” catalán fue y es cosa del pasado. La actual y pertinaz reivindicación independentista es solo una utópica megalomanía de un soñador que ciertamente no pasará con loas y grandes aciertos ni a la historia de España ni a la catalana.
¡Pena, señor President!