La Real Academia de la Historia (RAH) ha publicado, en su diccionario biográfico digital, una reseña biográfica de Francisco Franco Bahamonde, firmada por el historiador Juan P. Fusi Aizpurúa, del que copiamos el siguiente párrafo, que trata sobre la Guerra Civil:
«Franco fue un estratega prudente y conservador, muy poco proclive al tipo de guerra mecanizada y rápida diseñada por el pensamiento militar más moderno. Su mayor acierto: llevar en marzo de 1937 la guerra al Norte. Sus errores: frentes mal dispuestos (las contraofensivas republicanas en Brunete y Belchite de 1937 rompieron las líneas nacionales, aunque Franco pudiera finalmente restablecer la situación), penetración en 1938 hacia Valencia por el Maestrazgo, obstinación en guerra frontal en la batalla del Ebro, ya en julio noviembre de 1938 (que a cambio, desgastó definitivamente al Ejército Popular). Ganó por la fuerte unidad militar y política de la España nacional, por la alta moral de sus tropas, por la calidad y oportunidad del apoyo alemán e italiano y por los propios errores de la República».
Sorprende la falta de rigor en publicaciones de la RAH y sus valoraciones históricas tan febles. Es de suponer que el historiador de referencia tenga mayor capacidad de análisis y esté mejor informado en sus otras obras históricas. Porque, en este caso, además de tener todo el aspecto de un «corta y pega» y ser contradictorio, es como si narrara la operación de un cirujano sin tener nociones de anatomía, ni conocimientos del instrumental quirúrgico.
Iremos por partes. Mal pudo hacer una guerra mecanizada si no contaba con medios mecanizados. Los tanques italianos y alemanes llegaron comenzada la contienda y en cantidades insuficientes para este tipo de guerra. A lo que llama «guerra rápida del pensamiento militar moderno», se refiere a la Segunda Guerra Mundial, que «solamente» duró 6 años, tres más que nuestra Guerra Civil (el gobierno del Frente Popular quiso alargarla más). Asimismo, los ejércitos europeos contaban con grandes unidades acorazadas y un terreno apto para las mismas, no como nuestra intrincada orografía.
Por otra parte, ¿de dónde ha deducido que el frente de Franco estaba mal dispuesto? En todo caso, serían los frentes de ambos bandos que eran paralelos. Igualmente, desconoce el principio del arte de la guerra de «economía de medios», por el que es un grave error intentar defender toda la línea de contacto con la misma intensidad. El que trate de ser fuerte en todas partes no será fuerte en ninguna.
Sibilinamente reconoce que, ante las contraofensivas del Ejército Popular de la República, Franco «finalmente» restableció la situación, aunque solo tardara 72 horas en hacerlo, gracias a su prudente despliegue de fuerzas y la «rapidez» en la intervención de las reservas locales y generales.
Pontificar sobre la controvertida decisión estratégica de seguir la ofensiva por Cataluña o hacia Valencia, sin conocer todos los factores de la decisión es, como mínimo una, temeridad. Máxime sabiendo que el final de la contienda fue totalmente favorable a Franco.
La batalla del Ebro fue, por definición, una batalla de desgaste (que también existe) y no sólo, como reconoce, desgastó gravemente al Ejército Popular, sino que lo desmoralizó y destruyó definitivamente sus capacidades de combate. Efectivamente, ganó por «la fuerte unidad militar y política», y «alta moral de sus tropas». Pero, no fue un regalo o una casualidad. Lo consiguió gracias a su indiscutible liderazgo y porque supo forjar un ejército vencedor.
Los apoyos internacionales forman parte intrínsecamente de toda guerra. También, los tuvo el gobierno del Frente Popular. Si Franco supo jugar mejor esas bazas, desde el principio, es un mérito más.
La última paradoja, para desmerecer a su biografiado a toda costa, es achacar la victoria a los errores de su enemigo. Entre ellos, reconoce que la moral de sus tropas era menor que la de los nacionales, porque no estaban convencidas de luchar por una causa legítima, factor clave para tener voluntad de vencer.
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