Rebuzno jerezano

Alfonso Ussía

La Razón – 20 de diciembre de 2017

El
Ayuntamiento podemita de Jerez de la Frontera le ha retirado a don José María
Pemán su condición de Hijo Adoptivo de la ciudad. Pemán fue uno de los grandes
del siglo XX. Autor teatral de éxito, no siempre tratado con cortesía por los
críticos. Escribió en verso «El Divino Impaciente», «Cisneros», «Cuando las
Cortes de Cádiz», «La Santa Virreina» y «Metternich», entre otras. Prosista
luminoso. Maestro inigualado del texto periodístico desde sus maravillosas
«Terceras» de ABC. Ensayista, poeta, y gran señor en su casa y en la calle.
Gaditano de nacimiento y casado con una jerezana, doña Carmen Domecq, con la
que cumplió su proyecto más ilusionante. Su familia. Presidente durante treinta
años del Consejo Privado del exiliado Conde de Barcelona, para muchos Juan III,
El Rey. Decidido hacedor y partidario de la reconciliación de las dos Españas.
Orador excepcional, y conversador único, siempre acompañado de su acento de
«Cai» que jamás intentó disimular. Cuando el Rey Don Juan Carlos I le concedió
el Toisón de Oro en recompensa a sus servicios a España y la Corona –la Corona
desterrada–, un Pemán octogenario, impedido y devastado por el paso del tiempo,
reservó su emoción al amor de su vida, el amor jerezano de Carmen Domecq con
cinco hijos de buena cosecha. Cuando doña Carmen falleció Pemán sintetizó toda
su fe y devoción cristiana en su bellísimo poema «Resignación», que culminaba
con la aceptación del gran dolor y la tristeza: «… por tu bondad y tu amor,/ porque lo mandas y quieres,/ porque es
Tuyo mi dolor,/¡Bendita sea, Señor/ la mano con que me hieres!
». Y su
preciosa «Elegía al Niño Mariscador», y el extenso y genial poema a la Feria de
Jerez. Don José María no hizo otra cosa que hacer el bien con su señorío, su
bondad y su generosidad. Dedicaba a los jóvenes –yo fui un privilegiado–, el
mismo interés y atención que a los sabios. Gracia natural de verónica y
revolera. «¿Sabes por qué en España nos
enfadamos unos con otros con tanta frecuencia? Porque en el norte se anda, en
el centro se va y se viene, y en el sur se para; y también porque en el norte
se guisa, en el centro se asa y en el sur se fríe, y el guiso, el asado y el
frito jamás se han llevado bien
».

El
genial escritor y poeta, el patriota leal y constante, el portador del
liberalismo gaditano, el hombre que no hizo daño a nadie y perdonó todas las
injusticias, humanas y literarias, que por ser quien era y a quién representaba
le llovieron en abundancia, ha sido despojado por el odio de su condición de
Hijo Adoptivo de Jerez. El inculto, rencoroso, resentido, guerracivilista y
violento partido que hoy predomina en el Ayuntamiento de Jerez, ha rebuznado. A
estas alturas, las estupideces e injusticias degradan a sus autores. Me contaba
Jaime Campmany que un día le dio por masacrar desde su «Pajarita de Papel» del
diario «Arriba» a don José María. Un artículo brutal, según Jaime. Esperaba con
ilusión la réplica pemantina en una Tercera de ABC. Jamás se produjo. Su blanca
venganza fue mucho más sutil. Cuando Pemán citaba a Jaime Campmany en sus
artículos, nunca escribió correctamente el apellido del gran murciano. Campany,
Canmany, Companys… En un encuentro, Jaime le pidió perdón: –Don José María,
perdóneme, y después de perdonarme escriba correctamente mi apellido–; –Se lo
prometo, Jaime–. Dos días más tarde Pemán citó a Campmany en su artículo. Y
escribio Campanys.

La
grandeza de don José María se le escapa a los burros. Jerez le hizo Hijo
Adoptivo y él adoptó a Jerez. Poco le van a importar a don José María las coces
y los rebuznos. Pero sí a sus hijos y nietos, que guardan y custodian con honor
su memoria. A ellos me dirijo. Se irán los asnos y retornará la sensatez y la
justicia al Ayuntamiento de Jerez. Mejor ni menearlo. El silencio es el mayor
desprecio que merece la grosería del rebuzno. Gloria y amor a don José María
Pemán, el olvidado por la cultureta oficial, el español rotundo, el genio de la
luminosa Baja Andalucía que tuvo la desfachatez de escribir como los ángeles. «Feria de Jerez./ Rumbo y elegancia de una
raza vieja/ que gasta diez duros en vino y almejas/ vendiendo una cosa que no
vale tres!».


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