Luz Trujillo
España, a lo largo de su historia, ha parido grandes personajes en el campo de la política que sentían como un deber el bienestar de la nación y de sus ciudadanos. Personas eficaces que consiguieron grandes logros para la sociedad española, por lo que hoy en día son estudiadas y tomadas como ejemplo de responsabilidad y capacidad en la tarea. Lamento no atisbar en el horizonte ni a un Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, ni a un Antonio Cánovas del Castillo, por ejemplo.
En la actualidad, quien firma este artículo y quien a mi tribulación se adhiere, contempla estupefacta que esa deseada aristocracia política (gobierno de los mejores) no se vislumbra, da igual el color que se elija al mirar; la corrupción, los intereses partidistas y personales se han acomodado en una casta política impune y descarada en su comportamiento y hacer diario. Si analizamos el conjunto de siglas políticas en nómina de los Presupuestos Generales del Estado, raro será dar con alguna libre de sospecha o condena por actos ilícitos de uso común en esta España manirrota, entregada al perverso sistema de partidos que anula de hecho el Estado de Derecho. Huelga recordar al lector con criterio propio e independiente las sagas judiciales, los manejos institucionales y los recovecos interpretativos de leyes indefensas ante la subjetividad de los procesados y sus defensores de toda laya, que sacuden la nave patria (y sus distintos compartimentos estancos, vulgo camarillas diferenciadas).
Advierta el lector que lo citado no es un mal de la última cosecha. Los errores y perversidades nacen y se gestan en ese tiempo desnaturalizado que la historia reciente denomina la Transición; de ahí en adelante tropiezos y vaivenes, en un sistema que ha derivado en una partidocracia que deja a los ciudadanos fuera de juego y sin posibilidad de defensa. Muchos somos los que pedimos un cambio en la estructura del Estado porque ésta ya es insostenible.
Pedimos, además, la eliminación de subvenciones compradoras de voluntades, que engendran chorizos no precisamente de Cantimpalo; la separación de los poderes judicial, legislativo y ejecutivo para meter en la jaula a faisanes, a pavos reales, a los ERE que ERE; que los procesos penales no busquen prolongarse en el tiempo hasta alcanzar la benéfica para los delincuentes prescripción de los delitos; y la supresión de la revanchista y ominosa “memoria histórica”. También, puestos a pedir, que a los terroristas se les desdibuje la sonrisa y que haya justicia para los ultrajados y condenas para los desaprensivos.
En definitiva, pedimos cambios que devuelvan la dignidad perdida a una nación que una vez fue respetada. Pedimos, simplemente, UNA España GRANDE y LIBRE.