«Yo soy Varela»: por qué defender al general que fue héroe en la guerra de África, por Andrés Bartolomé

 

Perdura en Cádiz el recuerdo de quien

«era querido desde mucho antes del 36»

y acabado el conflicto

«se convirtió en el principal valedor de San Fernando»

Andrés Bartolomé

La Razón

 

«Indignación e impotencia» en sectores conservadores de San Fernando (Cádiz), ante la reciente retirada de la estatua ecuestre de José Enrique Varela, mientras la izquierda gaditana celebra que «por fin se haya hecho justicia y se haya dado cumplimiento estricto a la Ley de Memoria Histórica de 2007», aunque «los gobiernos municipales hayan tardado 15 años en cumplir este mandato legal por el que incluso España ha sido apercibida por las Naciones Unidas».

Difícil encontrar una reacción en la familia Varela. El único hijo del general ahora caído en desgracia, José Enrique Varela Ampuero, coronel de Infantería, falleció en 2013. Por su parte, la hija del militar de San Fernando, Casilda –que fuera primera mujer de Paco de Lucía–, responde con una negativa: «Particularmente no quiero hacer ninguna declaración, pero te lo agradezco». Nos consta que antiguos miembros del Ejército han expresado sus quejas e incluso un exsuboficial de la Armada organizó una recogida de firmas «contra el atropello», pero uno de los nietos con el que contactó no mostró demasiado interés en la iniciativa.

Un documento que facilita a este periódico la Fundación Franco, del que se desconoce la autoría, abunda en la polémica que ha concluido con la eliminación de la efigie, aunque se escribiera antes. Arranca recordando que la Ley de Memoria Histórica «establece que las administraciones públicas “tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura”, «si bien deja la puerta abierta a las excepciones “cuando concurran razones artísticas”».

«Habrá que comenzar preguntándose si a esa estatua le afecta todo lo anterior. Es cierto que el bilaureado militar encabezó la sublevación del 18 de julio de 1936 en Cádiz y que fue el general que liberó el Alcázar de Toledo, ganó –entre otras– la batalla de Brunete y además recuperó Teruel, así como que fue ministro del Ejército entre 1939 y 1942».

«Pero si se tiene en cuenta que entre la larga nómina de ministros que tuvo Franco apenas hay alguno que tiene una estatua en su ciudad natal –y mucho menos ecuestre– hay que preguntarse por qué Varela –hijo predilecto desde 1923– la tiene desde 1948. Es decir, después de ser defenestrado como ministro y de haber entregado al Caudillo de España la famosa carta firmada por los generales monárquicos reclamando la restauración».

«Haciendo ejercicio de “memoria histórica” y tirando de hemerotecas y archivos se pueden encontrar y leer cosas inéditas muy interesantes que tal vez ayude a entender por qué los isleños le levantaron una estatua, a cuya inauguración por cierto, Varela no quiso asistir».

 
 
Trabajos para la retirada de la estatua ecuestre dedicada al general Varela, la semana pasada en San Fernando (Cádiz)
Trabajos para la retirada de la estatua ecuestre dedicada al general Varela, la semana pasada en San Fernando (Cádiz) FOTO: ROMÁN RÍOS EFE

«Ya desde 1918 y siendo teniente, la prensa local se ocupaba de él. Su carácter sencillo y sus orígenes humildes le hacían gozar de gran simpatía entre sus convecinos. No obstante, sería tras la concesión de dos cruces laureadas de San Fernando –la más alta recompensa militar al valor heroico– y su imposición por Alfonso XIII, cuando la prensa local y nacional, lo convirtieron en héroe popular».

«Uno tras otro se sucedían banquetes homenajes, destacando el sable de honor que por suscripción se le regaló en 1923 y que sus hijos siguen conservando con todo cariño. En su hoja puede leerse “Los ciudadanos de San Fernando al heroico capitán Excmo. Sr. José Enrique Varela Iglesias”». «Ese mismo año, siendo ya socio protector del Centro Obrero» y «contribuyendo de ese modo al sostenimiento de esta Sociedad integrada por obreros», la corporación municipal, congratulándose de su brillante historial militar y como “homenaje a sus virtudes cívicas”, acordó por aclamación nombrarle hijo predilecto».

«A lo largo del lustro siguiente Varela, que había rechazado los títulos nobiliarios ofrecidos por Alfonso XIII, continuaría cosechando, uno tras otro, éxitos militares en el Protectorado y homenajes en la Península».

«Todo ello terminaría por dar lugar a que en 1928 se constituyera la primera comisión pro-monumento por suscripción popular para ubicarlo en una plaza pública isleña. La prensa local fue publicando a lo largo de ese año y el siguiente, las numerosas identidades cantidades aportadas. Sin embargo, el propio Varela dejaría muy claro por escrito que agradecía la iniciativa pero que solicitaba el cese de tal proyecto, ya que sólo había cumplido con su deber».

«Terminada la Guerra Civil, Varela se convirtió en el principal valedor de San Fernando. La documentación inédita que se conserva en el archivo gaditano acredita su constante desvelo por la ciudad que le vio nacer».

«Una tras otra, se suceden cartas y felicitaciones por evitar el cese del personal sanitario que servía en el pabellón de infecciosos durante una epidemia de tifus, enviar alimentos para una población de posguerra hambrienta, gestionar la permanencia del servicio municipal de lonja, conseguir el dragado del caño y muelle de Gallineras, levantar el cierre por sanción gubernativa del Círculo de Artes y Oficios, efectuar numerosas aportaciones de su propio peculio para fines sociales, y así un largo etcétera que incluye hasta su exitosa intercesión ante la Federación Nacional de Fútbol para que el club deportivo San Fernando (el mismo que celebraba sus triunfos futboleros en lo alto de la estatua ecuestre) regresara a Tercera División».

«El que tenga la responsabilidad de decidir que decida conforme establece la ley, pero San Fernando le debe mucho a Varela y forma parte de su historia. Esa estatua no se erigió para exaltar a un golpista sino para perpetuar la memoria de quien sus vecinos querían desde mucho antes de la guerra, amén de que su escultor fue el afamado internacionalmente Aniceto Marinas, autor del monumento a las Cortes de Cádiz, entre otras muchas obras de reconocido prestigio». «Yo soy Varela».


Publicado

en

por

Abrir chat
Hola 👋
¿En qué podemos ayudarte?