Crítica de libro: Proyecto Islero. Cuando España pudo desarrollar armas nucleares, de Guillermo Vela


Proyecto
Islero. Cuando España pudo desarrollar armas nucleares,
de Guillermo Velarde
Guadalmazán, Córdoba,
2016.
 
 
 
Carmelo López-Arias 
 
 
   En 1966, el autor de este libro, el hoy general de
división del Ejército del Aire en la reserva Guillermo Velarde, entonces
comandante, fue recibido por Francisco Franco en el Palacio del Pardo. Llegó
acompañado del general Agustín Muñoz Grandes, vicepresidente del Gobierno. La
finalidad de la audiencia era convencer al Caudillo de que España dispusiese de
una fuerza de disuasión nuclear, entrando en el selecto grupo de países que
entonces tenían la bomba atómica. El general Velarde había descubierto los
códigos de cálculo del método Ulam-Teller, que los norteamericanos guardaban
como alto secreto, y permitía la fabricación de bombas termonucleares. España,
que podría obtener plutonio en el futuro reactor de Vandellós I, estaba en
disposición de fabricar cinco bombas atómicas al año, pudiendo emplear alguna
de ellas como primario para una bomba termonuclear.
 
   Aquel día debía definirse, en un sentido o en otro, el
proceso de investigación de quince años realizado en la Junta de Energía
Nuclear, que había cuajado en 1963, bajo el mandato del general José María
Otero y con Velarde como responsable, en el llamado Proyecto Islero, de
carácter reservado y confidencial, en el que Velarde trabajaba como civil por
discreción. El estudio de los restos del accidente de Palomares, el 17 de enero
de 1966, había proporcionado a Velarde información muy valiosa.
 
   Sin embargo, a pesar de que Charles de Gaulle apoyaba
que España dispusiese de la bomba atómica, y de los informes de inteligencia
que aseguraban que, paradójicamente, los países con fuerza nuclear tendrían las
mayores posibilidades de no ser atacados con ellas en caso de conflicto, Franco
decidió aparcar el proyecto, siguiendo la opinión del entonces ministro de
Industria y luego de Asuntos Exteriores, Gregorio López Bravo. La razón se la
explicó a Velarde el mismo jefe del Estado aquel día: temía las sanciones
económicas de Estados Unidos justo cuando estaba teniendo lugar el «milagro
económico español» que en 1973 situaría a nuestro país de nuevo, tras siglos de
atraso, en el pelotón de vanguardia del mundo. Velarde comprobó, en su
conversación con Franco, que algunas cifras sobre el coste de la operación, así
como los requerimientos para mantener a Estados Unidos en la ignorancia del
plan, habían sido manipulados o malinterpretados. Pero la suerte estaba echada.
Las investigaciones continuarían, pero España se mantendría fuera del club
militar nuclear.
 
   Años después, en 1980, Velarde se entrevistó con
Adolfo Suárez con la misma finalidad. Tanto el entonces presidente del Gobierno
como el general Manuel Gutiérrez Mellado eran (como Muñoz Grandes o el
almirante Luis Carrero Blanco en su momento) partidarios de que España contase
con la bomba, pero de nuevo la presión internacional, a través de la OIEA
(Organización Internacional de la Energía Atómica), aconsejó el desistimiento.
También la certeza de que gobernantes posteriores (el PSOE ya asomaba la cabeza)
paralizarían el plan, como de hecho sucedió incluso para la energía nuclear de
uso civil con la moratoria nuclear decretada por Felipe González en 1984 y definida
luego por la ley de ordenación del sistema eléctrico de 1994.
 
   En Proyecto
Islero
, escrito en colaboración con Natividad Carpintero Santamaría,
secretaria general del Instituto de Fusión Nuclear de la Universidad
Politécnica de Madrid, el general Velarde cuenta, de forma muy personal porque
esa misión fue en buena medida un proyecto con el que se integró vitalmente, la
historia desde dentro de lo que pudo ser y no fue. La obra es muy interesante
tanto desde el punto de vista técnico –y es clara y comprensible para
comprender las dificultades que entraña la fabricación del artefacto– como,
sobre todo, desde el punto de vista político. 
 
 

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