Libro: El tapiz de la guerra, por Laura de la Calle

 

Redacción

 

La verdad es a la historia, lo que la belleza es al arte.

La quiebra  actual del sentido común provoca  en  muchos  el rechazo  de afirmaciones como la anterior.  Unos por necedad, otros por mala fe.  A los primeros habría que advertirles que las pantallas son a la inteligencia lo que el  detergente a  la grasa: disolventes.  Después  convendría asignarles unos deberes de obligado cumplimiento como, por ejemplo, leerse  El Criterio – Balmes es sencillito y curativo-; también podrían probar con Filocalía o amor a la belleza  de Pedro Antonio Urbina.    A los segundos…no sé…son casos difíciles, para especialistas.

Así las cosas,  hablar de literatura, o de cualquier otro asunto, tropieza con la doble  dificultad de la perversión del   lenguaje y  del deterioro de algunos sesos; pero como esta empresa -purificar el idioma y reparar testas-  supera mis capacidades y ahora mismo mis ganas, me dirijo solamente  a los sensatos y  a los remediables  que, estoy seguro,   saludarán con gusto la publicación de  El tapiz de la guerra, una  novela  que habla de historia-verdad  y de arte- belleza.  

La trama gira en torno a un hecho real: En la noche del 3 al 4 de diciembre de 1936 un camión frena delante de la puerta de la Real Fábrica de Tapices. Una patrulla, formada por militares y civiles,  entra en la Fábrica y se incauta de todos los tapices que se encuentran depositados en sus salas.  El botín,  compuesto por obras pertenecientes a cofradías, iglesias y  particulares, es de un valor incalculable.  Muchos paños se perderán en los oscuros vericuetos del mercado negro.  Estos son hechos documentados, como también lo son los asaltos que sufrió la Fábrica en  los meses anteriores, los repetidos  intentos de incautación, el abandono  de la institución por parte de las autoridades responsables y su consiguiente ruina, el hambre, las amenazas y los asesinatos que se perpetraron.

Sobre este armazón de sucesos históricos, unos “personajes igualmente reales, pero con una verdad distinta, la literaria, (…) tejen la historia pequeña que vive en los repliegues de la grande, llevándonos suavemente de un acontecimiento a otro (…)”.  De este modo -como dice la propia autora- conducidos por los personajes y sus pequeñas historias, nos asomamos a las salas de los telares, al estudio de los dibujantes, a la tintorería, al jardín y  demás dependencias de la Real Fábrica de Tapices, sabiendo que son descritos  con la misma  fidelidad que los  acontecimientos.  Pero este libro  además de introducirnos en una parcela desconocida de nuestro arte,   proporcionará al lector unas cuantas  tardes de agradable lectura, siguiendo el hilo de una historia de amor, las  trapisondas de un canalla, el sufrimiento callado de una mujer de las de antes y, sobre todo, el camino de perfección de  un artista seducido por la belleza.

 


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