Hoy es 18 de Julio, una fecha para la emoción, para el recuerdo, para la memoria y para la historia. Muchos españoles celebraran hoy esta fecha por considerarla fundacional y primigenia en la configuración del estado español y vertebración de la sociedad que ahora tenemos. Por mucho que se empeñen los de la “desmemoria histórica” en nada se parecía la España que nos legó Franco de la que había recogido treinta y seis años antes, cumpliendo su mandato “comisorio” de devolver la dignidad, el progreso y la justicia a todos los españoles. Por ello su legado es intemporal, natural y eterno, no habrá ley que lo borre, manipulación que lo anule, impostura que lo suplante. Está impreso en el alma colectiva del pueblo, forjada en la adversidad, el heroísmo y el martirio, transmitido de manera natural para situaciones adversas.
Su celebración no va contra nadie, ni prejuzga otra superioridad que la incuestionable de los hechos y el resultado aséptico de los mismos. Tiene la superioridad moral de haberse defendido, en esa fecha, la supervivencia de la Nación española y la civilización cristiana. Superó, en su andadura, enormes dificultades y poderosísimos enemigos exteriores e internos, dejando en evidencia a todos con el “milagro español”. Y aunque tendemos al olvido e ingratitud, el resultado de ambos defectos, nos obliga a reaccionar al sonar la novena campanada de las diez últimas.
La transición a la muerte de nuestro Caudillo fue pacifica y ordenada, porque su previsión sucesoria, la reconciliación de los españoles, la amplia clase media creada, el desarrollo económico y el notable apoyo social y político que concitaba la jefatura de Francisco Franco, impidieron todo aventurerismo y vuelta al pasado. Solo los errores de los políticos a los que les hemos atribuido la confianza de gobernarnos y el sistema implantado, son la causa de la nueva decadencia que padecemos y la incertidumbre que nos atenaza. Aquí mantenemos las certezas de la fe y la esperanza en lo contrastable. Sabemos que por muy largas que sean las noches siempre amanece, viene Dios y nos sonríe; que no hay mal que cien años dure, ni gobierno que perdure.
Venimos soportando desde hace cuarenta años la más letal de las corrupciones: la mentira. En ella y en su permisividad y aceptación, radican todas las demás formas de corrupción. Se comienza por aceptar la instrumentalización y abuso de la “conveniente” mentira y se acaba empobreciendo la vida cultural y económica de los españoles, justificando los mayores atropellos al orden constitucional y a la convivencia.
La desmesura y la arbitrariedad es de tal naturaleza, que ante la defensa de la historia y en contra de la ilegitimidad de una Ley, mal llamada de “Memoria Histórica,” sectaria, injusta, cainita, totalitaria y degradante, según nuestro entender y el de cada vez mayor número de españoles, indicamos la intención de denunciarlo en cuantos foros jurídicos nacionales e internacionales nos sean posibles, ha sido considerado una amenaza por los padrinos del nuevo “frente popular”, suscribiendo una nota donde el “PSOE pide a Gobierno y Fiscalía actuar contra la Fundación Francisco Franco”.
Si, lo han leído bien, no se froten los ojos, no se trata de proceder contra Arturo Mas, ni contra los que auspician un Estado Federal, tan legítimo como contraproducente si supieran un poco de historia, es la Fundación de Francisco Franco la que ataca “la legalidad vigente”, según el secretario de Política Federal del PSOE, Antonio Pradas, por sus advertencias contra los alcaldes y concejales que aprueben la retirada de símbolos de la dictadura.
El comunicante, Pradas, quien debe ser el responsable de “su memoria histórica socialista” asegura que “las amenazas en toda regla” de la Fundación, pretenden “atemorizar” a los que “pretenden cumplir las leyes”, por lo que es necesaria una respuesta de las instituciones. Esto sí que es un claro síntoma de que el PSOE sigue anclado en el pasado, no supera los cuarenta años de vacaciones bien pagadas en el exilio mexicano con el producto de su expolio, ni tampoco supera su nula oposición a Franco cuando éste vivió.
La alarma social, invento de los socialistas y medios de comunicación afines cuando se quiere perseguir a alguien especialmente señalado, lo provoca esa “minoría bien subvencionada” con el dinero público que se empeña en manipular la historia o borrarla, para que el pueblo no sepa lo demócratas que eran sus dirigentes Largo Caballero, Indalecio Prieto, Negrin, etc. que auspiciaron la guerra civil y saquearon las arcas y el patrimonio de nuestra Nación. Conocer su historia les impediría presumir de nada, dar lecciones a nadie y anular su pretendida superioridad moral.
Rodríguez Zapatero ya ha hecho bastante daño a España y a su partido con su política, con el terrorismo, su amparo al separatismo, y la quiebra económica que nos legó, como para que todavía pretenda que se cumpla la “Ley Perversa”, aquella que dinamita la convivencia entre los españoles, y que resulta incomprensible como todavía no ha sido derogada por el Gobierno del PP, último destinatario, aunque no quiera darse cuenta, de tan pérfida ley.
Fue tan inevitable la guerra el 18 de Julio de 1936, como inevitable es hoy el reconocimiento de todos los hechos que forjaron su existencia; como inevitable resulta la reconciliación, la paz y el perdón iniciado por Franco e interrumpido por Zapatero, si queremos un futuro de paz, libertad y progreso para todos los españoles, sin más exclusiones que la de aquellos que se empeñen en vulnerar las leyes orientadoras del bien común y los intereses generales.