1945. Francisco Franco llega al puerto de La Coruña, a bordo de la goleta “Estrella Polar”, por Carlos Fdez. Barallobre

 

Carlos Fernández Barallobre

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1945 El Caudillo de España, Francisco Franco llegaba al puerto de la Coruña a bordo de la goleta “Estrella Polar”.

En la tarde del lunes día  27 de agosto de 1945, el Generalísimo Franco llegaba al puerto de la Coruña, a fin de presenciar desde el Real club Náutico  las regatas de balandros y traineras, en las que se disputaron los trofeos de la Copa que llevaban su nombre. Estas pruebas constituían el máximo acontecimiento deportivo de la temporada náutica en La Coruña y, anualmente, desde 1942, eran presididas por el Caudillo. El Caudillo de España había llegado ese año  a las Torres de Meirás, para iniciar su  temporada de vacaciones veraniegas, el día 26 de julio al anochecer.

Esa tarde del 27 de agosto La Coruña había engalanado sus calles, galerías y balcones, esperando la llegada del Generalísimo. El Club Náutico, desde donde había de presenciar el Caudillo las regatas, estaba totalmente abarrotado de público, desde primeras horas de la tarde, y a la entrada del muelle, donde estaba enclavado el edificio, se había congregado también una gran multitud, que se extendía asimismo por todas las zonas del muelle y lugares inmediatos.

El Club Náutico estaba adornado con banderas y gallardetes y una gran franja con los colores nacionales rodeaba el edificio. De numerosas terrazas  y galerías cercanas al club colgaban numerosos reposteros y banderas españolas, y alrededor de los muelles del Náutico había cuatro mástiles con grandes banderas de España.

La bahía coruñesa ofrecía también un aspecto espectacular, surcada por innumerables embarcaciones de diversos tipos, empavesadas y completamente abarrotadas de público. El destructor de la Armada “Sánchez Barcalztegui”, atracado en el muelle, también estaba adornado con las banderas del código internacional de señales.

 

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1945 El Caudillo de España a bordo de la goleta “Estrella Polar”

Para recibir al Caudillo, acudieron al Club Náutico el ministro de Industria y Comercio Juan Antonio Suances; el capitán general de la Octava región, general  José los Arcos Fernández; capitán general del Departamento Marítimo de El Ferrol del Caudillo, almirante Francisco Moreno;  el gobernador civil accidental de La Coruña Jesús Iraola; el gobernador militar general Coll Fuster; el alcalde accidental de La Coruña Luis Vázquez-Pena, presidente de la Diputación Provincial; el general segundo Jefe de la Casa Militar del Caudillo; el comandante del crucero “Galicia”, la hermana del Jefe del Estado, Pilar Franco de Jaraíz y otras autoridades militares y civiles.

La- goleta, Estrella Polar”, buque-escuela de pilotos de la Marina mercante, propiedad de la Empresa Nacional Elcano, que había recogido al Jefe del Estado en el puerto de Fontán, en Sada, entró en la bahía coruñesa a las ocho menos veinte minutos de la tarde. Venía empavesada con banderas y gallardetes y escoltada por varias lanchas.

A la llegada de la goleta a puerto, la marinería del destructor “Sánchez Barcaiztegui”, formada sobre la cubierta del buque, dio también los gritos de ¡Franco, Franco, Franco! en contestación a la triple invocación de sus jefes.

Desde el Club Náutico y por medio de altavoces se escuchó el himno Nacional. Inmediatamente después de atracada la goleta,  el Jefe del Estado bajó a tierra, siendo recibido por el público con una cerrada ovación y  gritos de ¡Franco!, ¡Franco! ¡Franco!

Con el Caudillo, que vestía de paisano y se cubría con gorra náutica, venían su esposa, Carmen Polo de Franco, y su hija,  Carmen Franco Polo; el ministro de Marina, Jefe de la Casa Militar del Caudillo, el comandante de Marina de La Coruña y otras personalidades del séquito del Jefe del Estado.

Entre constantes demostraciones de adhesión del público, que se encontraba en el Club Náutico y sus alrededores, el Generalísimo saludó y estrechó la mano de las autoridades, jerarquías y personalidades que habían acudido a cumplimentarle.

Seguidamente el Generalísimo entro en el club, subiendo al primer piso del edificio y pasando al balcón central para presenciar desde allí las competiciones deportivas. Desde el balcón el Caudillo hubo de responder reiteradamente a las aclamaciones y vítores de que el público le hizo objeto.

La esposa del Caudillo fue obsequiada con varios ramos de flores, como así también la señorita Carmen Franco Polo.

Tan pronto como. el Jefe del Estado penetró en el edificio del Club Náutico fue izado en el mástil principal del mismo  el pabellón del Caudillo.

Las regatas de balandros de la serie “Anduriña” habían dado comienzo a las seis y veinticinco minutos de la tarde, participando en ellas 21 embarcaciones.

La primera copa donada por el Generalísimo, había sido adjudicada definitivamente el año anterior, y en esta edición se disputaba un nuevo trofeo, con el mismo nombre Copa de S.E. Generalísimo, para cuya posesión definitiva era preciso vencer dos años consecutivos o tres alternos.

El recorrido de las regatas a vela fue de cuatro millas aproximadamente, y  se hizo sobre un triángulo que habían de pasar dos veces.

La prueba se realizó con lentitud, por la poca fuerza del viento, y los resultados fueron los siguientes: Primero, “Balandro número 10”, patroneado por el señor González Pou, que se adjudicó la copa del Generalísimo; segundo, “Balandro número 6’”, patroneado por el señor Prieto, que obtuvo la copa del ministro de Marina; tercero, “Balandro número 4”, patroneado por Arcadio García Tizón, que ganó la copa del ministro del Ejército; cuarto, “Balandro número 34”, patroneado por Pío  García Tizón, que obtuvo la copa del ministro de Industria y Comercio.

A las ocho y media se dio la salida a la regata de traineras. En total, participaron las embarcaciones siguientes: tres de la Armada; tres del Ejército; regimiento de Artillería núm. 8  del regimiento de Infantería Isabel la Católica, núm. 29 y grupo de intendencia nº8  y otras tres de los Sindicatos; lancha de la Unión de Remeros, de San Pedro de Visma, de “Educación y Descanso”; Sindicato A, de Pesca, y Sindicato B. también de Pesca.

Cada embarcación iba tripulada por trece remeros y patrón. El recorrido total fue de 2.800 metros, divididos en cuatro largos de tres viradas sobre babor

La Copa del Generalísimo para las regatas de traineras  de ese año, era también nueva, puesto que la primera donada por el Caudillo de España, había sido ganada de forma definitiva, el año anterior, por la Armada española, representada por  remeros de la Flotilla de Destructores,  tras  haber vencido en tres competiciones anuales alternas, desde el inicio de la regata en 1940.

La clasificación de la prueba fue la siguiente: Primer puesto para la  Trainera del Sindicato de Pesca B; 2, Unión de Remeros de San Pedro de Visma, de “Educación y Descanso”; 3 Sindicato de Pesca A; 4, Regimiento de artillería núm. 48;  5, Regimiento de Infantería Isabel la Católica, núm. 29; 6, grupo de Intendencia número 8, y séptimo, octavo y noveno lugares para las traineras números 1, 2 y 3 de la Armada, que se clasificaron por el orden indicado.

La trainera que resultó vencedora se detuvo al pasar ante el balcón principal del Club Náutico y saludó al Jefe del Estado, levantando los remos, saludo al que correspondió el Caudillo con el brazo en alto.

Después, el vencedor de la prueba de balandros, señor González Pou y el patrón de la trainera del Sindicato de Pesca B, señor Payón, subieron a los alones principales del club Náutico, donde el Generalísimo les hizo entrega de los trofeos que habían sido adjudicados, en medio de grandes aplausos.

El Caudillo felicitó calurosísimamente a los vencedores. Más tarde, el Jefe del Estado, ministros, autoridades, jerarquías y personalidades fueron obsequiados con un lunch por la directiva del Real club Náutico.

A las diez y diez minutos de la noche, el Jefe del Estado abandonó el edificio del Club Náutico.

En el momento de salir el Caudillo, fue interpretado el himno nacional, y el Generalísimo fue despedido con una gran ovación por el numeroso público que permanecía en el Club Náutico y sus alrededores y a los gritos de ¡Franco, Franco, Franco!, algo que se repetiría en todas las calles del trayecto, igualmente atestadas de público, en las que el Generalísimo  fue objeto de nuevas demostraciones de entusiasmo y adhesión popular.

 

 

 


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