Manuel Chacón Rodríguez
Profesor de Historia
Hoy se cumplen 75 años del bombardeo de Cabra, un cruel ataque aéreo de la aviación republicana, realizado al amanecer del 7 de noviembre de 1938, que produjo 109 muertos y más de 200 heridos de todo tipo, en su gran mayoría civiles y trabajadores. Un número muy similar de víctimas al del bombardeo de Guernica y, sin embargo, a diferencia de éste, ha sido muy poco conocido hasta fechas recientes; excepto en la propia localidad egabrense, donde su memoria y terrible recuerdo ha sido preservado entre la población local.El bombardeo de Cabra no fue casual sino planificado, tal como ha quedado demostrado por el reciente libro del profesor Antonio Arraba.
El bombardeo de Cabra. El Guernica de la Subbética , publicado en 2012. Esto se deduce, primero, por la lejanía del frente de guerra, que en esos momentos estaba en el Ebro, a unos 1.000 kilómetros; segundo, porque dada esa lejanía y la ausencia de tropas o fábricas, Cabra no era una ciudad de interés estratégico ni militar; cuarto, por los tres reconocimientos aéreos republicanos sobre la ciudad en días previos; y en quinto lugar, por los bombardeos republicanos de similares características (aunque menos mortíferos) realizados semanas antes en localidades cercanas situadas en zona nacional como Aguilar (25 de octubre) y Baena (28 de octubre), y a lo largo de toda la guerra en Córdoba capital, episodio este último estudiado por el teniente coronel Patricio Hidalgo en su libro La guerra civil en Córdoba. Los bombardeos aéreos sobre la capital (1936-1939) , publicado este año.
No cabe duda, pues, de que había un objetivo fijado con precisión: realizar una maniobra de distracción, mediante el bombardeo de población civil enemiga, dentro de una estrategia calculada para desviar la atención del frente del Ebro y para demostrar que la capacidad ofensiva del ejército republicano era aún considerable. Y también la posibilidad, a nuestro entender, de probar armamento soviético.
En efecto, los bombardeos estratégicos sobre población civil, puestos ya en marcha durante la I Guerra Mundial, experimentarían avances y ensayos durante nuestra desgraciada guerra civil, ya que no por casualidad se emplearon en ésta modernos aparatos de potencias extranjeras. Concretamente en la aviación, como es el caso de Alemania, en Guernica, o de la Unión Soviética, en Cabra. Se trataría, pues, de probar las armas y estrategias de destrucción bélica que poco después se emplearían con suma profusión en la II Guerra Mundial. Un terrible experimento que hermana a Cabra, en su desgracia, no sólo con la mencionada ciudad española, sino con otras como Rotterdam, Dresde o Hiroshima.
Así, Cabra sería atacada por tres aviones republicanos modelo soviético Tupolev SB-2, más conocidos como “Katiuskas”, unos aparatos bombarderos fabricados desde 1936 y conocidos por su ligereza y rapidez, especializados en bombardeos estratégicos sobre la retaguardia enemiga. Casualmente, el bombardeo coincide en fecha con el aniversario de la revolución soviética de 1917, fecha muy emblemática para la URSS. En Cabra, en escasos cinco minutos, descargaron 2.000 kilos de bombas de varios tamaños: 15, 70, 100, 250 y 500 kilos, la mayor de las cuales cayó exactamente en el mercado de abastos, en día de mercado semanal, cuando había allí numerosos hortelanos y población no sólo de Cabra, sino de toda la comarca. Uno de estos artefactos explosivos soviéticos fue hallado en el año 2006, bajo tierra y sin explotar, en el transcurso de unas obras en el barrio de la Villa. En concreto, una bomba de 250 kilos, que tuvo que ser destruida por la Guardia Civil en una cantera de la localidad.
No fue hasta su 70º aniversario, en 2008, que el bombardeo, ocultado durante décadas, empezó a recordarse públicamente. Fue entonces cuando la asociación cultural Foro Erasmo y el círculo de historiadores Historia en Libertad realizaron en Cabra unas conferencias y un recorrido histórico guiado por las calles de la población donde cayeron las bombas. Antes, en 2003, fueron retiradas de su emplazamiento público las lápidas y la cruz que recordaban los nombres de las víctimas, por votación favorable de todos los partidos políticos del Consistorio. Actualmente están ocultas en dependencias municipales. Precisamente, hoy por la noche, tendrá lugar en el Consistorio egabrense un acto institucional en conmemoración de aquel aciago día.
Las sociedades modernas y avanzadas no ocultan su historia, ni sus monumentos, sino que los aceptan y los integran como parte de su historia. Porque la historia es historia, no política. Y en casos de conflictos civiles o con vecinos, no utilizan ésta como arma política, bien al contrario: tienden a realizar actos conjuntos de hermandad y reconciliación, mirando al presente y al futuro. Esto es pura madurez cívica.