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Blas Piñar López
Palacio de Congresos y Exposiciones, Madrid, 18 de noviembre de 1.978
Amigos de Europa, españoles: posiblemente el acto que ahora celebramos constituya la prueba de hermandad más sincera, más sólida y más auténtica que se haya dado jamás entre los pueblos que constituyen la vieja Europa.
Aquí no firmamos ni suscribimos la letra formal de un pacto, que nadie piensa cumplir; ni un tratado que facilita las relaciones comerciales; ni un armisticio que garantiza la coexistencia en el futuro, mientras se socava clandestinamente la coexistencia con la disensión y la enemistad.
En Madrid, en este Palacio de Congresos y Exposiciones, rodeados de las banderas que simbolizan a todas nuestras Patrias, libres o cautivas, nosotros, con el espíritu tenso, subrayamos abiertamente nuestra voluntad de futuro, nuestro unánime deseo de reconstruir la Europa cristiana, una, grande y libre, superadora de las luchas pasadas, firme y dispuesta a continuar siendo manantial fecundo y limpio de la civilización y, por ello mismo, de la cultura y del progreso, de la libertad y de la justicia.
Las dos grandes figuras que aquí recordamos con emoción profunda, José Antonio y Franco, son, ciertamente, representativas de España y de un modo de ser español, pero son también universales, porque el primero, con la doctrina, y el segundo, con la obra, ofrecen a los hombres y a las naciones todas, un ejemplo vivo, elocuente y contagioso de cómo, en nuestro tiempo, corroídos por una enorme crisis religiosa y moral, y amenazados por las dos grandes internacionales, la marxista y la del dinero, el hombre, con su dignidad de hijo de Dios; el Estado, al servicio del bien común; la Patria, sin mengua de la soberanía y la comunidad internacional, como encuentro pacífico de los pueblos, han sido y serán posibles.
José Antonio y Franco no son para los europeos de hoy páginas de archivo, sino guiones de combate para una empresa sagrada y común.
En esta punta de Europa, que es España, y en este nuevo aniversario de su muerte, al abrazarnos, sin reservas mentales, sin prejuicios históricos, sin cautelas ni recelos, con la amistad sincera y el alma generosa de quienes contemplan a sus Patrias con dolor y con amor, queremos gritar, unidos como -hermanos:
¡Por la libertad de los pueblos de Europa atrapados por los tanques soviéticos!
¡Por la libertad de quienes gimen, lloran y mueren, desconocidos y olvidados, en las cárceles, en los manicomios, en los archipiélagos Gulag de la esclavitud soviética!
¡Por la erradicación del paro, del terrorismo, de la pornografía brutal, de la política de entrega de los valores espirituales constitutivos de Europa!
¡Por la Europa cristiana, una, grande y libre!
José Antonio Primo de Rivera. ¡Presente!
Francisco Franco. ¡Presente!
¡ARRIBA ESPAÑA! ¡ARRIBA EUROPA!