Audiencia con los miembros de “Estudios Hispánicos de Desarrollo Económico” con S.E. El Jefe del Estado, por Blas Piñar

Blas Piñar López

Madrid, 7 de mayo de 1.958

 

 

Excelencia:

Me cabe el honor de acompañar a un grupo de especialis­tas que durante dos años medio han trabajado asidua y afanosa­mente elaborando los volúmenes que os presentamos bajo la rúbrica común de “Estudios Hispánicos de Desarrollo Económico”.

A quince años vista -unidad irreductible en este género de trabajo- se proyecta el desenvolvimiento de la vida económi­ca española: Agricultura, Repoblación Forestal, Vivienda, Ferrocarriles, Carreteras y Población activa. Nueve volúmenes de do­cumentación importante avalan y respaldan con su pléyade de da­tos las conclusiones que en los fascículos y monografías se man­tienen.

La Obra -que ha vivido gracias a una subvención del Mi­nisterio de Hacienda- queda sin concluir. Los últimos reajus­tes presupuestarios la dejan a medio hacer. Todo lo concernien­te al ahorro y a la industria, al turismo y a la productividad, espera con ilusión la llegada de otro momento propicio.

Con ello, sin embargo, la tarea no se cumple. Todo lo que pretendimos al dar comienzo al “Plan Hispánico de Desarrollo Económico” se cifra en llevar a término estudios similares en cada uno de los países de raíz hispánica. Mientras las economías de nuestros pueblos no enlacen entre sí, mientras no haya una rela­ción de interés que nos vincule, una plataforma comercial e industrial común que nos ligue y abrace, la hispanidad seguirá siendo una nebulosa, sin concreción, desarraigada del mundo real en que vivimos.

Pero todo esquema de vinculaciones comerciales e industria­les, todo plan coherente de desarrollo económico común necesita de un estudio previo de las posibilidades de cada uno de los paí­ses, de su mercado interior, de su riqueza, de sus artículos -manufacturados o no- que pueden exportarse y de su programa indus­trial para el futuro.

Muchas son, pues, Excelencia, las razones que abonan la continuidad del trabajo interrumpido, pero de ellas me permito apun­tar dos que estimo fundamentales:

Una de carácter psicológico y político a la vez: El fraca­so de la última Conferencia Económica de la Organización de los Estados Americanos, ha reforzado el sentimiento de solidaridad entre los pueblos de raíz hispánica que desean, mediante su unión económica, liberarse de un sistema que los viene considerando co­mo países subdesarrollados, proveedores de materias primas a pre­cios fijados al capricho del comprador. Pues bien, todo plan que les permita insistir en esa línea -que apoya resueltamente el primer magistrado argentino- reforzará el sentimiento de independen­cia de los pueblos hispánicos frente a órbitas extrañas a su historia y a su cultura, brindándoles una oportunidad seria de ir te­jiendo las bases de una auténtica comunidad política.

De otro lado, resulta evidente que el enfoque conjunto del quehacer económico de nuestros pueblos pondrá de relieve la impe­riosa necesidad de rehacer las corrientes comerciales abandonadas. Las conservas, los tejidos, los artículos de perfumería y tocador, la cerrajería, los adornos de casa, los libros…, toda una serie de productos españoles con que Hispanoamérica sigue soñando y que no salvan o salvan con dificultades el mar, deben apresurarse a la lucha con las mercancías extranjeras que han ocupado el hueco que España, por diversos motivos, produjo con su ausencia.

A la luz de ese estudio podrá descubrirse que es preciso distinguir -al hablar de inversiones industriales en España- en­tre las inversiones extranjeras, en el sentido propio de la palabra, e inversiones de capital hispanoamericano, que no pueden en realidad considerarse como extranjeras. Monedas fuertes como el quetzal de Guatemala, los pesos de Cuba y Santo Domingo y el bolí­var de Venezuela, podrían suponer un riego fecundo para nuestro mercado de divisas. Si una legislación especial permite el matrimonio de los militares y de los diplomáticos españoles con hispanoamericanas, brasileñas o filipinas, ¿no es justo y a la vez lógico que el capital hispanoamericano, con todas las garantías y precauciones que eviten la persona interpuesta, tenga una consideración distinta de aquélla que merece el capital a secas?

 Aquí tenéis, Señor, a un grupo de hombres que ha demos­trado con estas obras su preparación, su tenacidad y su entusiasmo. Sabed que con tales obras han trabajado los Ministerios y los Organismos oficiales españoles; que sus datos se han incluido en las estadísticas internacionales; que la propia Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos ha solicitado, con todo interés, la pronta remisión del Estudio y que, en todo caso y en cualquier momento este grupo de hombres, al que me cabe el honor de acompañar, está dispuesto a deciros, cuando lo estiméis justo, cuando deis la orden de continuación en la marcha, que para ese trabajo al que les empuja su vocación y patriotismo, estarán siempre a vuestras órdenes.


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