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Entrevista realizada por el periódico mexicano Excelsior, el 4 de junio de 1969, a S.E. El Jefe del Estado D. Francisco Franco Bahamonde:
– Si a Su Excelencia le parece bien, podríamos comenzar por situar la política de España respecto al panorama político mundial. ¿Cuál es, exactamente, la posición española frente a Rusia y los Estados Unidos en particular, y ante los diferentes matices que se advierten en la política occidental?
– «En principio debe hacerse una distinción entre la nación rusa y la acción comunista de su Gobierno sobre otros países; en cuanto al pueblo ruso, merece toda nuestra consideración y aun simpatía al considerarle víctima de la tiranía comunista. Si en cambio nos referimos a la acción subversiva comunista sobre los otros países, merece toda nuestra condenación y repulsa.
Respecto a los Estados Unidos de América, reconocemos y agradecemos su acción como nación más poderosa y dotada del Occidente en la defensa de las naciones libres y en la ayuda generosa que vienen prestando a los demás países para su defensa y resurgimiento.
– En el orden interno español se habla insistentemente de una oposición al régimen actual dirigida por personalidades de tipo monárquico católico. ¿Podría Su Excelencia precisar la postura del régimen frente a esta oposición?
– «Eso que usted llama oposición monárquica católica contra el régimen, no existe en realidad; no se puede confundir lo católico, en lo que existe la mayor unanimidad en la nación, con unas docenas de personas, residuos de la vieja política o aspirantes a politicastros, que a nadie convencen ni inquietan lo más mínimo a nuestro régimen. Entre treinta millones de españoles forzosamente tiene que existir algún que otro pequeño grupo de insolidarios o incomprensivos.»
– También se dice, respecto a la Falange, que hay en ella grupos descontentos porque el régimen -aseguran- se ha apartado de las directrices iniciales del Movimiento, mientras, por otra parte, se menciona la existencia de cierta repulsa popular hacia ese partido, a consecuencia de la política de beneficio personal que se dice siguen algunos de sus dirigentes.
– «En todo movimiento político, sobre todo cuanto éste tiene tanta amplitud como el nuestro, que viene forjando la unidad política de los españoles sobre los principios que nos son comunes, tienen que existir matices e interpretaciones carentes de trascendencia.
El Movimiento político español no sólo no se ha apartado lo más mínimo de sus directrices generales, sino que ofrece en orden a su ejecución y realizaciones una obra ingente, como no hubiera podido hace veinte años figurarse. Respecto a esa fantástica repulsa popular a que usted alude hacia el Movimiento, sucede todo lo contrario, pues son las clases populares las que más lo estiman y comprenden; si alguna incomprensión pudiera encontrarse, habría que buscarla en esos pequeños sectores de las clases privilegiadas que, como me confesaba un día un fuerte empresario, “los que murmuran es que quieren desviar la atención de lo que se benefician”.
Y en cuanto a ese beneficio personal de las gentes implicadas en el servicio del Movimiento, sólo puedo decirle que vienen sacrificando los mejores años de su vida sirviendo a la nación con gran honestidad y unas retribuciones modestísimas.»
– Mi periódico publicó la información respecto de la huida de dólares a Bancos suizos. ¿Quisiera completar esas informaciones con su opinión respecto a las causas y consecuencias del hecho?
– «De antiguo, y como consecuencia sin duda de las revueltas políticas que sufrió la nación, ha existido en las comarcas más prósperas de nuestra Patria, entre algunos grupos de gentes ricas, la costumbre condenable de colocar en el extranjero una parte importante de sus capitales. Esto se agravó en los años de la República, y aunque al producirse el Movimiento Nacional se reintegró a la nación voluntariamente una gran parte de esos capitales, todavía persisten residuos de aquella costumbre, unos declarados a la Administración y otros ocultos y desconocidos por ésta. Al descubrirse por los servicios de Policía del Estado la existencia de cuentas que infringen la legislación española sobre la materia, se pasó el atestado al Tribunal competente que tiene jurisdicción sobre la materia y al qué ha correspondido la corrección y las sanciones. Ni las cantidades descubiertas eran grandes, ni afectaban a la economía general de la nación; ni tampoco las personas comprometidas tienen ninguna clase de vinculación con la Administración, la política, ni los cargos públicos.»
– En cuanto a la situación económica de España, ¿querría Su Excelencia darme un esquema de la misma?
– «La situación de España anterior a nuestra guerra de Liberación era de un estancamiento en su progreso y de un atraso muy grande en sus producciones agrícolas y más acentuadamente en el terreno de la industria, situación que producía grandes desigualdades sociales y un bajísimo nivel de vida.
La inestabilidad de la política de entonces, la duración media de sus Gobiernos, que no rebasaba los cuatro meses, la lucha y atomización de los partidos y la falta de planes y programas, producían una atonía económica realmente grave. Si a esto une usted la guerra interior, el despojo del oro y de los valores propiedad de la nación y de los españoles que los políticos rojos se llevaron, comprenderá usted mejor la base de que partimos.
En estos años hemos trabajado extraordinariamente y la producción ha aumentado en forma considerable, como lo demuestran estos sencillos datos: la electricidad se ha multiplicado por 5; el carbón producido, por 2; el cemento, por 3; el acero, por 2, y se han creado innumerables industrias nuevas de abonos químicos, de tractores, de camiones, de coches, motocicletas y otros cientos de productos que se encuentran en el interior de nuestra nación un espléndido mercado. Un solo dato le indicará la elevación del nivel de vida de las clases populares: hoy se producen y venden en el interior de la nación 130.000 motocicletas al año.
Esta expansión industrial forzosamente tiene que crearnos pequeñas crisis de crecimiento, que requieren medidas de ajuste, pero que no alteran la marcha progresiva de la nación. El futuro se presenta óptimo y nuestra situación no admite comparación con la de los años que la precedieron.»
– A América le gustaría saber si en el futuro de España hay posibilidades de una participación de los partidos políticos en el Gobierno, como sucede en todas las grandes potencias occidentales, o si, por el contrario, se entiende que la actual fórmula de partido único es ya considerada como definitiva.
– «Se confunde fuera de España la política nacional de unidad con la que llaman de partido único. Si la política de partidos llevó a España en un siglo a tres guerras civiles y al estado gravísimo de que la sacamos, es natural que busque sus soluciones políticas por otros cauces fuera de lo artificioso de los partidos, que nosotros hemos conducido por el camino tradicional de las organizaciones naturales de la Familia, el Municipio y el Sindicato. Con ello hemos superado los años más difíciles de nuestra vida: hemos liquidado una guerra interna, nos hemos librado de una guerra universal, hemos alcanzado veinte años de paz ininterrumpida. Sin apenas medios, hemos hecho resurgir a la nación y creado unas ilusiones y un espíritu de resurgimiento. Y hemos elevado considerablemente el nivel de vida de la nación. Como usted comprenderá, nos va demasiado bien para pensar en un suicidio colectivo.
Por otra parte, no es imperativo de la democracia que ésta haya de practicarse a través de los partidos artificiales tipo siglo pasado. Lo que a unos pueblos puede irles bien, a otros, como nosotros, está demostrado nos era fatal.
Suele en las grandes crisis políticas de las naciones acudirse al tópico de los Gobiernos de unión nacional, en que se pretende unir temporalmente a las cabezas, dejando divorciados los cuerpos. Y así sale ello. Nosotros somos más sinceros: unimos los cuerpos en lo que nos es común para poder marchar más lejos bajo una dirección y una cabeza.»
– Permítame ahora que; como periodista, formule la siguiente pregunta: Se dice en el extranjero que la expresión del pensamiento está sujeta en España, tanto si es oral como escrita, a varias censuras, a cual más rígida. ¿Puede esperarse que tal práctica -de existir, como algunos lo afirman- se suavice o incluso desaparezca en un futuro cercano?
– «Todos aspiramos a las máximas libertades, dentro de la autoridad y el orden. El cómo llegar a ello es lo más difícil. Las limitaciones que en España sufren la divulgación escrita del pensamiento se hacen por cuanto lo requiere la moral de un pueblo católico y el bien común. Usted, como periodista, conoce tan bien como yo las limitaciones, directas o indirectas, que en el mundo sufre la expresión del pensamiento, bajo la censura arbitraria del dueño del periódico, del director del mismo, de las agencias de noticias, de los anunciantes, de los Gobiernos, a través de subvenciones directas o indirectas. Esto es, que no existe la censura del bien común, sino la censura personal de los intereses particulares.
Hoy es el dinero ruso, como ayer el de otros servicios secretos, el que a través de los hombres de paja se adueña de los periódicos o compra sus hombres. Es difícil el evitar estas maquinaciones y filtración en lo que se compra y se vende.
Nuestra censura está en la mayor parte de nuestros periódicos en manos de sus propios directores, y la censura apenas interviene más que en cuanto afecta a la moral pública y a evitar los ataques contra los Jefes de Estado extranjeros y las naciones con las que tenemos buena relación. Su espíritu es el servicio de la verdad.
Pero como nosotros marchamos siempre hacia el perfeccionamiento y el máximo de libertades compatible con la autoridad y el orden, se encuentra en estudio una Ley de Información que, partiendo del servicio de la verdad, facilite la libertad en las informaciones con tribunales de garantía frente al abuso y al daño.»
– Una última pregunta. Nadie ignora que en política internacional Su Excelencia patrocina desde hace casi cuarenta años una estrecha vinculación entre España y el mundo árabe. ¿Podría informarme respecto a su postura actual en este asunto, dado el inmenso polvorín en que ese mundo se ha convertido?
– «Los partos de la independencia son siempre difíciles y laboriosos para los pueblos y en esta etapa de la vida del mundo están perturbados por la mala costumbre de las políticas de los partidos. Son los momentos en que las naciones necesitan imperiosamente la unidad de todos para salvar sus dificultades. Por ello no pueden extrañarnos las sacudidas que contemplamos en los pueblos árabes, que no podemos confundir con sus legítimos deseos de independencia ni con las intrigas exteriores que, a través de los partidos, pretenden crear situaciones de revuelta y de anarquía con otros fines. Nuestro afecto y consideración a los anhelos legítimos de los pueblos árabes permanece inalterable.»