Diego Pérez Mariné, alma azul

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Nació en Madrid, el 14 de marzo de 1955. Hijo de Juan  Pérez Miró y de Amparo Mariné Barranco, tuvo cuatro hermanos: Juan, Amparo, Adela y Francisco. Casado con María del Pilar García Sac y padre de una hija, Pilar, llamada cariñosamente “Pituca”. Estudió Bachillerato en el desaparecido colegio de los Sagrados Corazones de la calle Claudio Coello, 10 de Madrid y COU en los SSCC “Paraíso” de la calle Padre Damián, 34. Cursó Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid y en la UNED.

De estirpe militar y falangista, Diego ingresó muy joven en la Guardia de Franco, donde realizó varios cursos de capacitación política en Solórzano, San Martín de Castañeda, Navacerrada, etc., llegando a ser jefe de militantes jóvenes de Madrid.

Fue fundador de los grupos falangistas “Fila Cero” y “Jóvenes Falangistas”, alcanzando en este último la Jefatura Nacional y participando activamente en todas las conversaciones por la Unidad Falangista durante los primeros años de la transición y en el I Congreso Nacional Sindicalista, celebrado en el Palacio de Congresos de Madrid. Disuelto el grupo a finales de 1979, ingresó en Falange Española de las JONS. Al cabo de los años, dejó su militancia activa, dedicándose a su familia, pero sin dejar de participar en actos, conferencias y diferentes eventos dentro de las denominadas “fuerzas nacionales”.

Entre otros, fue miembro benefactor de la Fundación Nacional Francisco Franco y de la desaparecida Plataforma 2003. Fue ordenado Caballero de la Orden de Ysabel La Católica y estaba en posesión de la medalla de la Vieja Guardia de la Falange, del Frente de Juventudes y de Fidelidad a la Falange. Admiraba a José Antonio Primo de Rivera y a todos los Fundadores de Falange Española, y respetaba la figura del Caudillo Francisco Franco, al que estaba muy agradecido por haber salvado a España y a la Iglesia de su desaparición.

En sus memorias, aún inéditas, se definía de esta manera: “… siempre me he sentido y me siento falangista, idea que he transmitido, gracias a Dios, a mi hija, cosa de la que me siento muy orgulloso.”

Diego falleció el 8 de enero de 2020, en Madrid, a los 64 años de edad.

 

Su hija, Pituca, escribió esta carta dedicada a su padre, donde queda claro el amor que siempre profesó por Dios y por España:

Una mañana de enero, con un sol radiante, se ha cantado el Cara al sol palma al Cielo para despedir de este mundo a Diego, que entregaba la noche anterior su alma al Altísimo.

En paz con Dios, comulgado, con tu camisa azul, rodeado de toda tu familia, amigos y camaradas. Así has marchado a tu Lucero.

No pensaba, a pesar de las circunstancias, tener que plantearme escribirte nada tan pronto, papá. Lo hago ante una parte de mi corazón desconsolada y rota, con lágrimas que no me dejan ver ni hablar; y otra parte serena y feliz de verte junto a tus padres y abuelos, junto a tantos amigos y camaradas. De verte radiante en tu Lucero, con tus risas y bromas.

Te has marchado al Cielo dejando un semblante amable, haciéndonos un poco más fácil poder despedirte como merecías.

No voy a negar que aún no me he hecho a la idea. Que todavía pienso que vas a volver del Marañón, repuesto como otras veces. Nos tenías mal acostumbrados, “Diegada”. Que me va a costar no llamarte para preguntarte, contarte o ponerte al teléfono a Alejandro para que te cuente su día en el cole.

Nunca vamos a dejar de echarte de menos, pero no lo pretendo. Solo queremos aprender a vivir con ello. Que las amargas lágrimas se conviertan en risas. Sé que nos vas a ayudar a ello, porque hemos hecho ese trato: te tenías que marchar, que descansar al fin, pero debes cuidarnos desde el lugar privilegiado de tu Lucero.

De mamá, de Miguel, de mí, de Alejandro, de Pilarcita, del futuro Dieguito y de todos tus hermanos. Ayuda a España, a la que tanto amabas, y a nosotros a afrontar lo que está por llegar.

Gracias, papá.

Gracias por enseñarme a amar a Dios y España.

A entender el concepto de Servicio y Sacrificio.

De aprender del amor que profesas por mamá.

De la devoción que tienes por tu familia.

Por regalarnos estos tres últimos y pesadumbrosos años y llegar a conocer a dos de tus tres nietos.

Has alcanzado el nuevo Amanecer, radiante y fuerte.

Ahora solo puedo mirar al Cielo, buscar con Jandro la estrella que ya te ha dedicado y mandarte juntos un beso, cada día.

Bío, papá, Diego:

Que Dios te dé su eterno descanso y a nosotros nos lo niegue, hasta que sepamos ganar para España la cosecha que siembra tu muerte.

Diego Pérez Mariné: ¡Presente!

 


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