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Estos días aparecen numerosos comentarios sobre un hecho acaecido el 7 de noviembre de 1938. Ese día Cabra fue bombardeada por la aviación republicana, siendo algo que forma parte de la historia de la ciudad y que siempre ha sido comentado como una tragedia lamentable. Lo señalo porque algunas de las informaciones de estos días lo presentan como una especie de descubrimiento. En Cabra nunca fue así. Por aquellas fechas la Guerra Civil entraba en su última fase, una vez que las tropas franquistas, en los últimos días de octubre, habían roto las líneas republicanas en la dura batalla del Ebro y dejaba al ejército vencedor abierto el camino hacia Cataluña y la frontera francesa. Era el principio del fin de la guerra iniciada con la rebelión militar del julio de 1936.
Cabra estaba muy lejos de ser un objetivo estratégico. Distante muchos kilómetros de los frentes de batalla que permanecían activos a estas alturas del conflicto -se ha pretendido explicar como causante del bombardeo la presencia de algunas tropas italianas en la población-, resulta muy difícil encontrar alguna razón de tipo estratégico o militar que permita explicar la tragedia vivida por los egabrenses en aquel otoño de hace ahora ochenta años.
Fueron tres los aviones que llevaron a cabo el bombardeo. Eran de fabricación soviética -la URSS de Stalin fue el principal proveedor de armas al bando republicano-, conocidos como Katiuskas. El ataque se produjo en torno a las siete y media de la mañana y sobre Cabra cayeron unas veinte bombas, provocando una terrible mortandad porque la bomba de mayor potencia cayó en el mercado de abastos, que se encontraba muy concurrido a esa hora. Esa fue una de las causas por la que sus efectos fueron particularmente trágicos. Allí hubo en torno a medio centenar de víctimas mortales que o bien murieron en ese momento o como consecuencia de las heridas. También fueron particularmente graves sus consecuencias en el barrio de la Villa y en los aledaños del Cerro, en la zona más antigua de la población.
El número total de muertos se situó en torno a un centenar, siendo aproximadamente el doble la cifra de los heridos. Según se recoge en la obra de Antonio Arrabal: «El bombardeo de Cabra: el Guernica de la Subbética», el número de muertos se elevó a ciento nueve, de los que noventa y seis lo fueron en el momento en que cayeron las bombas, a los que se sumaron los que fallecieron en las horas y días siguientes a causa de las heridas.
El bombardeo sufrido por Cabra aparecía recogido el 9 de noviembre, en el parte de la guerra que publicaba el ejército franquista. En él se señalaba: «La aviación roja, huyendo de los encuentros que tantas pérdidas le cuestan y alejándose de todo objetivo militar, lleva varios días dedicada batir pueblos civiles de la zona nacional, lo más alejados posible de las de las actividades militares y desde los que les es fácil la huida… hoy correspondió la cobarde e inhumana agresión al pueblo de Cabra».
En Cabra no hubo nada parecido, en lo que a propaganda se refiere, con lo ocurrido en Guernica cuando la aviación franquista, poco importa que fueran sus autores aviones de la Legión Cóndor, bombardeó la villa vizcaína. No hubo un Picasso que denunciara la barbarie cometida por la aviación republicana en Cabra, como hizo el artista malagueño con lo ocurrido en la localidad vasca.