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José Luis Orella
El intenso cambio producido por la apertura económica causó profundos cambios en la sociedad española, al emigrar de forma masiva del campo a la ciudad. Aquel fuerte incremento poblacional urbano para trabajar en las industrias recién fundadas, demandó inmediatamente miles de viviendas para aquella población que atestaba las ciudades y levantaban barrios de chabolas en los alrededores de los grandes centros urbanos. Hasta aquel momento, la construcción de vivienda no había sufrido ningún tipo de estímulo, y el régimen de alquiler junto con las pensiones seguía siendo el mayoritario en las ciudades. Pero la llegada de centenares de miles de jóvenes en busca de los trabajos que el desarrollo industrial iba proporcionando, planteaba a corto plazo la necesidad de nuevos barrios residenciales, y a medio, la demanda de servicios sanitarios, sociales y educativos.
La política de construcción de vivienda se verá canalizada a través de los diferentes planes nacionales. El I Plan Nacional de la Vivienda (1944-54) no pudo cumplir los objetivos programados por insuficiencia presupuestaría, pero también por la antiguada normativa decimonónica todavía vigente, que regulaba el crecimiento urbano, como eran las leyes de Ensanche y Extensión de 26 de julio de 1892 y de Saneamiento y Mejora Interior de 18 de marzo de 1895. Con aquel cuello de botella jurídico y el insuficiente apoyo económico, el II Plan Nacional de la Vivienda (1956-60) no podrá tampoco superar el tercio de los objetivos prometidos en el plan. Se hará necesaria una profunda reforma a través de la Ley sobre Régimen del Suelo y Ordenación Urbana de 1956, que ayudará a regular el Régimen Urbanístico del suelo, exclusivamente por parte de la administración, con competencia para regular el suelo conforme a la función social de la propiedad. El suelo será clasificado en urbano y rústico, al primero se le asignará un valor comercial, y los beneficios de la renta urbana se convertirán en ganancias para los propietarios, convirtiendo la promoción de viviendas en un rentable negocio.
El III Plan Nacional de la Vivienda (1961-75) preveía la construcción de 3.713.900 viviendas para cubrir las necesidades de viviendas. La conversión de suelo rústico en urbano será espectacular. Entre 1961 y 1976 se construirán más de cuatro millones novecientas mil viviendas, según Mario Gómez-Morán en Sociedad sin vivienda.
Fundación Foessa, Madrid, 1972, en las estadísticas oficiales, entre los años 1961 y 1973, se construyeron en España 3.347.768 viviendas, sumando otras 358.460 en 1974 y añadiéndose 374.391 en 1975; en definitiva, en esos doce años, las cifras se elevaban a 4.080.619 viviendas. Tal vertiginosa tasa de construcción se justificaba por el fuerte apoyo del ejecutivo a la edificación, mediante el incentivo de la construcción a la vivienda protegida oficialmente. Si ciframos el número de edificios destinados a vivienda familiar por décadas, nos encontramos con el aumento progresivo de los centros mayores e inferiores a 10.000 habitantes. Con respecto a las plantas, son dominantes las de una y dos, pero el resto inician un aumento que triplica el número de edificios con seis o más plantas. El momento de hacer dinero ha llegado, y un edificio con más plantas permite aliviar la presión demográfica demandante y aumentar los beneficios del promotor.
Uno de los profundos cambios efectuados será el aumento del régimen de propietarios. Si a nivel rural ya era normal, y en 1960 el 70,6 % eran propietarios, mientras un escaso 22,2 % eran alquilados; diez años después los propietarios habían ascendido a 72,4 % y los alquilados habían descendido a la mitad, un escaso 11,5 %. En el mundo urbano, donde el alquiler siempre había sido mayoritario, y en 1960 todavía era dominante con un 63,5 %, mientras los propietarios escasamente llegaban al 30,2 %. En 1970 los alquileres urbanos se habían hundido a un 32,7 %, mientras el régimen de propiedad ya superaba el 52%. No cabe duda que la política iniciada por los ministros de la vivienda, José Luis Arrese, José María Martínez Sánchez-Arjona y Vicente Mortes de convertir a los españoles en dueños de sus casas había dado resultado.
El instrumento de parte de aquella edificación tendrá su origen en la Obra Sindical del Hogar (OSH) que nació en el seno de la Delegación Nacional de Sindicatos. De 1939 a 1953 la OSH construyó 21.739 viviendas; y con la aplicación de los planes sindicales de la vivienda de 1955 al 1957 se logró aumentar a 56.000. Aquellas viviendas eran en el caso de los poblados de absorción muy elementales en servicios y en calidad, pero cumplieron la misión a corto plazo de reducir el chabolismo. Pero la política constructora de viviendas particulares tendrá un espectacular aumento con la creación del Ministerio de la Vivienda, por Decreto Ley de 25 de febrero de 1957, que agrupó al Instituto Nacional de la Vivienda INV, la Dirección General de Arquitectura y Urbanismo, y la Dirección General de Regiones. La nueva Dirección General de la Vivienda, acogió al INV, dirigida por Vicente Mortes, quien será el tercer titular de este ministerio.
El flamante ministerio será quien tenga que aplicar el Plan Nacional de la Vivienda de 1961, que debía extenderse hasta 1976. La espectacular política constructora se iniciará en ese momento con la construcción de polígonos de viviendas de patrocinio público y del privado, en el que intervinieron incluso las propias grandes empresas, deseosas de asentar cerca de sus factorías a las familias de sus trabajadores, el 80 % de la vivienda protegida debía tener entre 50 a 100 m2.
La llegada de Vicente Mortes en 1969, será la edad dorada de la construcción. Nacido en Paterna (Valencia) en 1921, de origen humilde, estudió ingeniero de Caminos, donde fue elegido representante de sus compañeros en el SEU. Durante su tiempo de estudios vivió en el Colegio Mayor Moncloa, del Opus Dei, donde conoció a parte de los primeros miembros de la Prelatura. Perfeccionó sus estudios en Bélgica y fue nombrado director de una empresa constructora en Valencia. En 1957, fue nombrado director general de Vivienda con José Luis Arrese y jefe nacional de la Obra Sindical del Hogar. En 1960, será el general Vigón, ministro de Obras Públicas, quien le llame a su lado para ser director general de Carreteras. Su labor le llevará a ser, tres años después, subsecretario del ministerio. López Rodó lo convencerá en 1965 para ser su segundo, como comisario adjunto del Plan de Desarrollo.
Su lucha contra la subida del precio del suelo le llevará a ser nombrado ministro de Vivienda. Durante su periodo, fue el momento de construcción de mayor número de viviendas, llegando a más de 300.000 cada año hasta 1975, y cuando se aprobaron el Decreto-Ley de Actuaciones Urbanísticas Urgentes, la Reforma de la Ley del Suelo, se actualizaron los planes de las Áreas Metropolitanas de Barcelona y Madrid, y se creó, por un lado, la ciudad de Tres Cantos y por el otro, el Museo Dalí en Figueras. Bajo su dirección, la industria de la construcción en 1970 tenía un peso del 5 % del PIB y del 10 % de la población activa, que fue aumentando en el futuro con el boom de los noventa.
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