El modelo económico franquista (I) Por Pío Moa

Está por estudiar en serio la concepción y funcionamiento económico durante el franquismo. Por supuesto, los que se declaran franquistas nunca lo han hecho y casi todos los estudios hechos vienen lastrados por un antifranquismo de base. Algunos más ecuánimes, como los de Velarde Fuertes, tienen un tinte exculpatorio que los debilita. En Los mitos del franquismo he expuesto algún esbozo.

Así, quien se ocupe del caso deberá recurrir a los trabajos de antifranquistas, y en particular a las estadísticas. Las Estadísticas históricas de España tienen gran interés en cuanto a los datos, si uno prescinde de  los artículos “explicativos” de ellos. Son tres volúmenes, de la Fundación BBVA,  coordinados por Albert Carreras y Xavier Tafunell y prologados por un historiador de la “categoría” de Josep Fontana (he dedicado algún artículo a este mentecato: https://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/josep-fontana-analiza-49987/ ;  https://gaceta.es/blogs/pio-moa/falsificacion-metodo-historia-josep-fontana-15022017-1639-20170215-0000/ ). Y los datos expuestos en las tablas correspondientes demuestran no solo que el franquismo tuvo un gran éxito económico, sino también el mayor antes o después, al menos en los últimos tres siglos de historia de España.

Es fácil distinguir dos etapas económicas en el franquismo, la de la autarquía hasta 1959, y la de la liberalización comercial a partir de entonces. La primera etapa suele presentarse como de hambre, atraso y miseria, en contraste con la segunda,  cuyo innegable auge económico (“el milagro español”) no se debería al franquismo (faltaría más), sino a la incidencia de las pujantes economías del resto de Europa occidental, que habría beneficiado así a España, a pesar de su régimen régimen. Entonces la economía propiamente franquista habría sido la de la miseria autárquica, mientras que la segunda etapa reflejaría una especie de claudicación del franquismo. Como de costumbre, los aspectos positivos de la época son pintados como realizados a pesar del franquismo, pintado a su vez, por otra parte, como una tiranía absolutista. La contradicción da igual a esos “analistas”.

Los datos desmienten por completo, una vez más, esa historia. En varios artículos he recogido el auge experimentado ya en los años 40, referidos a los fuertes aumentos de producción siderúrgica o de cemento, de energía eléctrica, teléfonos, vuelos en avión etc., con respecto a la república (es decir, a 1935, el mejor año republicano –con gobierno de derecha– , y no a la primera mitad de 1936, de desarticulación económica bajo el Frente Popular). Datos  condensados en estos dos: la esperanza de vida al nacer saltó de 50 a 62 años, aproximándose a la media europea, que hacia el final del régimen sobrepasaba al resto de Europa excepto Suecia; y la estatura media, tan relacionada con la alimentación, que muy pronto superó la de la república (https://www.libertaddigital.com/opinion/pio-moa/datos-de-los-anos-40-60287/ ).

Estos datos desmienten el supuesto de que la renta per cápita republicana (la de 1935, insisto) no se recobró hasta 1951, incluso 1954 o 56, según los “expertos”. Ya en los años 40 se superó sin duda alguna. Y esto tiene una importancia especial, porque fueron años en que España tuvo que afrontar las restricciones y luego el maquis y un criminal aislamiento impuesto desde el exterior, a pesar de no haber participado en la guerra mundial. En tales condiciones, los logros de aquellos años deben reputarse como verdaderas hazañas. El valor de la experiencia española debe contrastarse con la del resto de la Europa del oeste, la cual quedó arruinada (Inglaterra endeudada hasta las cejas) y estancada hasta que el Plan Marshall comenzó a reactivarla ya en 1948. Esos países no se rehicieron económicamente con sus propias fuerzas, como lo hizo España. Tal como no se habían liberado con sus propias fuerzas (la colaboración con los ocupantes nazis superó muy ampliamente la resistencia a ellos), sino por el ejército useño e indirectamente el soviético. Estos “detalles” no son insignificantes sino que marcan de lleno el período y le dan su sentido.

España, naturalmente partía de una producción y capacidad técnica muy inferiores a las de los grandes países eurooccidentales, por lo que su recuperación no alcanzó entonces el nivel de ellos, aunque en los años 60 se les aproximaba rápidamente. Pero, partiendo el bajo nivel, empeorado por la república, los índices de crecimiento del PIB fueron muy notables. Los economistas lo estiman para los años 40 entre el 1,1% anual, cifra excesivamente baja, aunque similar a la de muchos años desde la transición) y 3,8%. Ya se sabe que los economistas suelen discrepar, a veces enormemente, en sus estimaciones. En cuanto a los años 50, las estimaciones se disparan: entre el 4, 4 y el 7,25%, un crecimiento espectacular.

¿Pudo haberse mantenido, por tanto el ritmo de crecimiento “autárquico” (en gran parte impuesto por un aislamiento internacional finalmente derrotado)? La historia económica nos dice que todas las recetas ensayadas terminan agotándose,  desde el liberalismo típico al keynesianismo o la autarquía (que fue muy exitosa en Alemania bajo el nazismo, pero seguramente se acercaba ya entonces a sus límites). Hacia 1959, la economía española, cuyo crecimiento exigía  crecientes importaciones y las consiguientes divisas, había llegado a una situación límite. En tales circunstancias, el régimen, empezando por Franco, aceptó el plan que le proponían sus economistas, salidos de la primera Facultad de Económicas de España (la república no solo no se había preocupado de tal cosa, sino que había cerrado la única escuela superior de economía en la Universidad de Deusto). Ese plan suponía una liberalización muy amplia que facilitaba la inversión exterior y la relación comercial con el resto de Europa (que durante años había tratado de limitarla a España). Y el crecimiento económico fue tan fuerte que aproximó a España más que nunca a los países ricos de Europa occidental, y diversos analistas estimaban que en unos años más superaría a Italia e Inglaterra.

 En todo caso, no puede separarse en crecimiento del “milagro” del de la “autarquía”. Si el éxito previo de esta, el milagro habría sido imposible o mucho más pequeño. Otro “detalle” que suelen olvidar los expertos.


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