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Pedro Fernández Barbadillo
Extracto de su libro “Eternamente Franco“, págs. 205-209
En sus memorias, el abogado del Estado José Larraz, que fue ministro de Hacienda (agosto de 1939-mayo de 1941), revela, junto con otros datos interesantísimos como el plan del jefe del Estado para recuperar la economía, que se resumía en gasto público para grandes obras y subsidios financiado con la emisión de dinero por el Banco de España, la manera en que le puso sueldo a Franco. Dentro de la ordenación de las finanzas del Estado después de la guerra, se planteó el asunto de la partida presupuestaria correspondiente a la jefatura del Estado. Larraz tenía que llevar una propuesta al Consejo de Ministros del 12 de enero de 1940 para que se discutiese y aprobase. Ahora bien, ¿qué cantidad?
“No podía hablar del asunto Franco, que ello era violento; no debía manosearlo con los ministros antes del Consejo, porque hubiera podido ser objeto de cualquier indiscreción o discusión.”
Por ello, Larraz consultó con Valentín Galarza, entonces subsecretario de la Presidencia y luego ministro de Gobernación en octubre de 1940. Después de pensarlo unos días —no se sabe si lo consultó con el interesado—, le dijo:
“Creo que sería una buena fórmula fijar para la jefatura del Estado la misma cantidad global que se fijó para la República, pero, dentro del globo, aumentar la dotación de los servicios y disminuir la remuneración personal de Su Excelencia.”
¿Y cuánto al mes? 50.000 pesetas, “la cifra de él mismo”, según Galarza.
En conclusión, el Presupuesto para el Jefe del Estado se fijó en 2.200.000 de pesetas, frente a los 2.250.000 pesetas que tenía la Presidencia de la República en 1935. Una cantidad menor, pese a la inflación.
El mimetismo con el régimen republicano se dio también en otro departamento. Añade Larraz que la cantidad para “los gastos de oficina, material, indemnizaciones y demás del Consejo de Falange, Junta Política, Instituto de Estudios Políticos y Secretaría General del partido, con cierta repugnancia por mi parte, pero conforme a la Ley de 21 de octubre de 1939. Era la misma cantidad que en el Presupuesto de 1935 se consignaba para las Cortes.”
Qué curioso que el régimen del 18 de Julio mantuviese las retribuciones y los presupuestos de los dos principales organismos de la detestada República: la Presidencia y las Cortes.
Por comparar, expongo el comportamiento de Manuel Azaña en los meses desde su irregular elección como presidente de la República el 11 de mayo de 1936 al estallido de la guerra. En la correspondencia con su cuñado Cipriano Rivas (Retrato de un desconocido), Azaña cuenta que se trasladó a La Quinta del Pardo, a las afueras de Madrid, mientras se hacían obras en unas habitaciones del Palacio Real que había ocupado la reina María Cristina.
El republicano en seguida adquirió costumbres de príncipe. En una carta del 5 de junio de 1936, Azaña cuenta que las obras se aplazaban porque: “ha surgido la huelga del ramo de la construcción, que según los bien enterados durará tres o cuatro semanas, de modo que será entrado julio, suponiendo que no haya nuevas complicaciones, cuando el Palacio esté habitable.”
Mientras las bandas y los pistoleros de izquierdas cortaban carreteras, tiroteaban a derechistas, quemaban iglesias y periódicos, ocupaban cortijos y apaleaban a burgueses, Azaña pensaba en su veraneo. En la misma carta le explicaba a Rivas que el Ayuntamiento de Santander, como había hecho con Alfonso XIII a principios de siglo, le invitaba a instalarse en la ciudad «gratis total».
“Las gentes de Santander quieren que veranee allí y he recibido a una gran comisión de «fuerzas vivas», que me ofrecían un palacio de nuevo rico. El Ayuntamiento estaba dispuesto a gastarse dos millones en adquirirlo. Les dije que de ninguna manera. (…) Les indiqué cuánto lamentaba que no estuviese libre la Magdalena, y me confesaron que su intención era sacar a la Universidad de donde está, llevársela al Hotel Real, y dejarme a mí aquel sitio. Si lo logran, nos iremos a tan fresco rincón, que es independiente y cómodo. Hasta tanto, continuaremos aquí, y no me pesa. Está magnífico el Pardo.”
Franco también escogió el Pardo como su residencia (no La Quinta, sino el Palacio), pero ni se trasladó a vivir al Palacio Real, donde sólo solía recibir las cartas credenciales de los embajadores, ni veraneó en Santander.
Alcalá Zamora había vivido en su domicilio particular durante su mandato como presidente de la República, lo que había sido causa de preocupación por su seguridad y la de su familia. Durante la guerra, el Gobierno del Frente Popular saqueó la casa y también robó el contenido de la caja de seguridad de la sucursal del banco francés Crédit Lyonnais a nombre de su esposa en la que Alcalá Zamora guardaba el original de sus memorias, que aparecieron en 2008.
Para acabar con las comparaciones, veamos los sueldos de nuestros gobernantes. El rey Felipe VI cobró en el año 2017 la cantidad de 238.908 euros brutos; la reina Letizia, 131.400 euros brutos; el rey Juan Carlos 191.124 euros brutos; y la reina Sofía 107.520 euros brutos. El presidente del Gobierno nacional percibió 79.756 euros brutos y el presidente de la Generalidad, el mejor pagado de todos los jefes de ejecutivo en España, 139.585 euros brutos.