Luis E. Togores
Al amanecer del 14 de agosto el Ejército Expedicionario de África estaba a las puertas de la ciudad, comenzando inmediatamente a bombardear las defensas de la ciudad a pesar de carecer de tren de artillería. Frente a ellos había 500 soldados, más de tres mil milicianos, además de algunos miembros fieles de la Guardia Asalto y del cuerpo de Carabineros bajo el mando del coronel Puigdengola. Los guardias civiles de Badajoz y alguno militares y civiles estaban detenidos por unirse al alzamiento.
El asalto de las tropas nacionales se inició con un intenso y preciso fuego de fusilería para desgastar las defensas enemigas. Los legionarios de la IV Bandera del comandante Vierna avanzaron por el barrio extramuros de San Roque hasta llegar a la Puerta de la Trinidad, en plena muralla, donde encontraron una fortísima resistencia.
La columna Castejón tuvo más suerte; los defensores del Cuartel de Menacho apenas resistieron al asalto de la V Bandera, que lo habían ocupado la noche anterior, para ahora lanzarse sobre el Cuartel de la Bomba que había sufrido un bombardeo de cinco horas de duración. El enemigo fue barrido de trincheras y parapetos. A la 10:30 se consiguió derribar la puerta trasera del cuartel, que daba a la muralla, entrando legionarios y regulares en tropel a las 11:00.
El primero que entró en Badajoz, que puso pie en sus murallas fue el teniente De Miguel Clemente de la 18ª compañía de la V Bandera que, despreciando un nutrido fuego de fusilería enemigo, cruzó a la carrera una explanada de 200 metros para entrar a la bayoneta en el Cuartel de la Bomba. Por esta acción ganó una Cruz Laureada de San Fernando. Su compañía de legionarios se atrincheró en uno de los pabellones del Cuartel de la Bomba para luego lanzarse al asalto, bajo intenso fuego, sobre el resto de las instalaciones del cuartel y de la Casa de Correos, que estuvo defendida, durante un breve tiempo, por el coronel Puigdengola en persona. Vencida la resistencia siguieron avanzando para tomar el teatro, el Gobierno Civil, la Plaza de Toros y el Hospital. Sobre las tres de la tarde lograron llegar, siempre combatiendo, al centro de la población, subiendo por la calle del Obispo hasta la Plaza de España, para luego contactar en la calle San Pedro de Alcántara con los Regulares. Durante estos combates, una parte de los defensores –tanto oficiales como soldados del Regimiento Castilla– se pasaron a los nacionales.
Después de un amago de resistencia, la práctica totalidad de las autoridades políticas y casi la mitad de los milicianos (más de 1.500), con Puigdengola a la cabeza, emprendieron la huida al cercano Portugal. Se hizo entonces cargo de la defensa el teniente coronel de Carabineros Pastor Palacios, mejor soldados que su antecesor en el mando, quien mantuvo una dura y enconada resistencia durante más de seis horas.
La Agrupación Asensio tuvo menos suerte, pues se tuvo que enfrentar a una durísima resistencia desde el comienzo de su asalto. Las murallas resistieron bien los bombardeos del Ejército de África al carecer de un verdadero tren de artillería para derruir las murallas y rendir la ciudad sin necesidad de tener que ser asaltada a la bayoneta.
El 2º Tabor de Tetuán tenía orden de avanzar por el riachuelo Rivilla, protegiéndose del fuego que le hacían desde las murallas, para ir circunvalando la ciudad hasta contactar con las tropas de Castejón. La resistencia más fuerte estaba en el Hospital Militar, situado en la parte alta de la Alcazaba, pero al empezar el asalto de los Regulares el enemigo se desbandó, lo que permitió a los musulmanes –guiados por el oficial de la marina mercante Antonio Almeida, el tío de la comunista Cristina Almeida (su padre estaba en una checa, natural de Badajoz)– tomar, sin mucha resistencia, la Puerta de Carros y entrar en la cárcel donde liberaron a numerosos presos políticos. Eran las cuatro de la tarde. Continuaron su avance los soldados de Asensio por el interior de la ciudad hasta llegar hasta las proximidades de la catedral, donde se estaban produciendo durísimos combates.
A la IV Bandera del comandante Vierna le tocó entrar por la Puerta Trinidad y la brecha que junto a ella había abierta en la muralla. Ambos lugares estaban muy bien defendidos con ametralladoras, situadas tras una barricada, por milicianos y soldados.
El primero que avanzó hacia la brecha de la Trinidad fue el carro de combate del capitán Fuentes, que rápidamente fue hostigado con granadas de mano y fuego de ametralladora hasta que logró ser inutilizado. A las tres de la tarde se dio la orden de empezar el asalto. La primera sección de la 16ª compañía de la IV Bandera se lanzó al ataque. El nutridísimo fuego de ametralladora y fusil cortó en seco su avance, dejando casi todos los legionarios tendidos en tierra. La Puerta Trinidad estaba defendida por milicianos, carabineros e integrantes de la compañía de ametralladoras del capitán De Miguel Ibáñez del Regimiento Castilla.
El capitán Rafael González y Pérez-Caballero se lanzó al ataque con la segunda y tercera sección de su compañía, con las bayonetas caladas y avanzando a golpe de granada de mano. Los legionarios cantaban sus himnos a voz en grito sin dejar de avanzar a pesar de que el fuego enemigo los abatía como bolos.
Pérez-Caballero, herido tres veces, reunió al puñado de legionarios que aún se sostenían en pie y desde un terraplén, a cien metros de las barricadas enemigas, se lanzó a un último asalto. Sólo lograron cruzar las trincheras enemigas el capitán Pérez-Caballero y un cabo. Poco después llegaron otros 14 legionarios más, los únicos que quedaban de los noventa hombres que formaban la 16ª compañía. Pérez-Caballero informó a su comandate Asensio: «Atravesé la brecha. Tengo 14 hombres. No necesito refuerzo».
Los supervivientes de la 16ª compañía, entraron en la ciudad, subieron combatiendo por la calle Trinidad, Plaza de San Andrés, Calatrava, hasta llegar a la Plaza de España. Avanzaron siendo hostigados por pequeños grupos de fugitivos que les disparaban desde las esquinas y sufriendo el fuego de fusilería que les hacían desde la torre de la catedral. En la Plaza de España, exhaustos, se parapetaron a los largo de treinta largos minutos, hasta que vieron aparecer por una de sus esquinas a dos legionarios de Castejón.
Cuando se lanzaron a pecho descubierto los legionarios de la 16ª compañía de la IV Bandera, sobre la brecha abierta en la Puerta Trinidad, la «Brecha de la Muerte», desconocían que la Agrupación Castejón ya había logrado entrar en la ciudad.
Una vez forzadas las puertas de la ciudad, los combates se trasladaron al interior, luchándose calle por calle, casa por casa, con gran encarnizamiento. Los combates se prologaron hasta bien entrada la noche. Los soldados de Yagüe sufrieron 185 bajas. Al caer la noche los mandos nacionales ya tenían el control de la ciudad.