Félix Schlayer, por José Manuel de Ezpeleta

Ante la noticia de que la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena y el PSOE votan en contra de una placa a Félix Schlayer, aprobada por el Comisionado de Sauquillo, traemos este artículo publicado en nuestro Boletín Informativo, de don José Manuel de Ezpeleta, acerca de la reedición del libro del diplomático don Félix Schlayer Gratwohl, para haceros a todos conocedores de lo que realizó Schlayer y por qué se merece esa placa:

 

José Manuel de Ezpeleta

Boletín Informativo de la FNFF

 

 

71l6dqGPFhL

 

Justo cuando se cumple el 75 aniversario de la proclamación de la II República, y el 70 aniversario del comienzo de la guerra civil, aún existen sentimientos polarizados y posturas radicales de lo que significaron aquellos los acontecimientos. Cuando al parecer, aún no tenemos cerradas aquellas viejas heridas, en el mundo literario un libro ha hecho su aparición con el título “Matanzas en el Madrid republicano, presos, secas, Paracuellos…”, de la editorial Áltera. Aparentemente es un libro más dedicado al extenso tema de nuestra guerra civil, pero en seguida salta a la vista que no es así. Todo lo contrario, lo relatado por su autor, de forma serena y sencilla, nos toca de lleno a todos los españoles con respecto a nuestras virtudes y defectos, sin olvidar las luces y las miserias que afloraron bajo las peligrosas y extremas condiciones que el Asilo diplomático impuso dentro de aquel Madrid clandestino revolucionario.

Con las elecciones generales en febrero de 1936 y la victoria del Frente Popular, España se dividió definitivamente en dos mitades antagónicas e irreconciliables, precipitándose ambas en una senda de convulsiones políticas y sociales sin remedio alguno que enseguida desembocó en una larvada guerra civil. Tras el Alzamiento militar del 18 de julio, en Madrid, rápidamente comenzaron las hostilidades de los frente populistas contra todas aquellas personas llamadas de derechas o contrarios al nuevo régimen establecido, viéndose obligadas miles de ellas a buscar desesperadamente un refugio en no pocas embajadas y legaciones diplomáticas, que bajo la responsabilidad de sus cónsules, algunos embajadores y demás agregados o compatriotas, éstos no dudaron en actuar de forma desinteresada y en ocasiones anónimamente para sacar de las represalias al mayor número de españoles.

Actitudes humanitarias.

El lector enseguida irá descubriendo desde la primera página, cómo fueron sucediéndose aquellos sucesos, incluso nos permitirá ir constatando las distintas actitudes humanitarias de terceros países, así como la extrema violencia desatada en el interior de la capital avalada por una impresionante cantidad de datos, sin olvidar la persecución y el asesinato sistemático de aquellos que eran considerados “fascistas” y más.

Para entender algunas de las actitudes humanitarias llevadas acabo en el interior de Madrid por aquellas representaciones, hay que recordar que entre los años 1936 y 1940, poco más de treinta embajadas o legaciones extranjeras dieron Asilo diplomático a más de siete mil personas, lo que supuso un número sin precedentes hasta entonces, comenzando así una trágica supervivencia en medio de un ambiente hostil, llegándose incluso -dentro de la vida cotidiana de los refugiados- a celebrar, de manera clandestina, Misas y otros actos religiosos.

Fue entonces cuando bajo aquel escenario y aquellas circunstancias, el vicecónsul honorario de Noruega en Madrid, don Félix Schlayer Gratwohl, supo dar la talla convirtiéndose en seguida en una figura mítica tratando de salvar vidas en la antesala de la muerte. Hombre de férreas convicciones humanitarias y hábil negociador, dejó para la posteridad sus vivencias personales y sus crudos testimonios de todo cuanto vio y vivió, en un libro publicado en Berlín en 1938, y titulado “Un diplomático en el Madrid rojo“, con letra gótica y en alemán. Este libro desgrana en concreto la vida cotidiana de los refugiados en aquel edificio de la Legación de Noruega, el asalto que sufrieron algunas de ellas, las arriesgadas evacuaciones con destino a Valencia o Barcelona de mujeres, niños y personas mayores de cuarenta años principalmente, así como sus frecuentes visitas a diferentes checas y cárceles con la misión de interceder por los allí detenidos sin justificación alguna y con el consentimiento del Gobierno republicano.

 

81r87uCTbWL

Valiente y audaz.

La audacia del señor Schlayer y su personal valor, viene avalado y demostrado por sus relatos, justo cuando ahora se acaba de aprobar la Ley para la Memoria Histórica, intentando negar sesgadamente la veracidad de aquellos hechos a base de un relativismo historiográfico, y que su libro echa por tierra. Fue la verdad histórica de este ingeniero alemán y buen conocedor de España de los españoles -pues vivió en nuestro país 41 años-, la que ha sido sistemáticamente ocultada y olvidada, aunque bastantes años después se editaran interesantes trabajos al respecto.

No hay que olvidar como muchos diplomáticos y honorarios no dudaron en arriesgar sus vidas con el único empeño de abrir las puertas de sus representaciones diplomáticas a todos los que allí acudieron. Basta recordar al decano del Cuerpo diplomático en España al comenzar la guerra, don Daniel García Mansilla; al ex embajador de Chile en Madrid, don Aurelio Núñez Morgado; al representante o encargado de negocios argentino, don Edgardo Pérez Quesada, que incluso llegó a obtener de la Consejería de Orden Público de Madrid cientos de salvaconductos para evacuar refugiados al puerto de Valencia, o al ingeniero británico don Edwin Christopher Lance -más conocido por el Pimpinela de la guerra española-, el cual y con la ayuda de otros compañeros logró salvar la vida numerosísimos perseguidos, justo cuando las posiciones del Reino Unido respecto al conflicto bélico se caracterizaron por su altivez, y otros tantos que la progresiva actual, así como la de entonces, han mantenido en un sospechoso silencio.

Todos ellos, salvo alguna rara excepción, supieron soslayar las miles de dificultades impuestas por cualquiera de los tres gobiernos republicanos que les tocó vivir, viéndose incluso obligados en su mayoría a remitir largas y complicadas listas de refugiados al entonces criptocomunista y ministro de Estado, Julio Álvarez del Vayo. Solo la Legación de Noruega llegó a presentar una lista de 524 personas.

Más concretamente, desde mediados de agosto hasta finales de diciembre de 1936, el número de solicitudes de ingreso comenzó aumentar de forma alarmante, coincidiendo con el cénit de la represión roja. A esta situación habría que sumar la de los cientos de rescatados de las cárceles y checas madrileñas hasta mediados de 1937, año en que los asilados e ingresos fueron decreciendo paulatinamente hasta el final de la guerra. En concreto, fue el edificio de la Legación que dirigió el Sr. Schlayer la que acogió el mayor número de laicos, aparte de sacerdotes y religiosos, lo mismo que los inmuebles que estuvieron bajo el Hogar Chileno o el Liceo Francés  de entre otros muchos. Cuántas lágrimas derramadas en las puertas de aquellas legaciones diplomáticas, cuántas vidas salvadas en último extremo, cuánto le debemos a él los españoles y a su heroica actuación. La lista de nombres sería interminable.

Descubridor de la matanza de Paracuellos.

 

fenix-slayer-e1479660790161

Pero de entre las arriesgadas actividades de don Félix Schlayer, una destaca por encima de todas las demás. Me refiero a su testimonio escrito, con respecto a las exterminadoras matanzas de presos preventivos llevadas a cabo por socialistas y comunistas, además de otros grupos de izquierdas, en diferentes lugares cercanos a la capital. Él, junto al argentino Dr. Pérez Quesada y el delegado de la Cruz Roja Internacional  Sr. Henry Henny, fueron los primeros que inspeccionaron la fosa común en Soto de Aldovea, cerca del pueblo de Torrejón de Ardoz, para albergar a los allí asesinados el 8 de noviembre de 1936, llegando incluso a entrevistar a uno de los testigos oculares, el cual les comentó que: “El día 6 vinieron unos milicianos de Madrid y escogieron a todos los hombres hábiles del pueblo; nos obligaron abrir una zanja ancha y larga…”. Seguidamente, y no por casualidad, unos días después también descubrió el lugar de las matanzas en Paracuellos del Jarama de los días 7 y 8 del mismo mes, donde fueron traídos de las cárceles madrileñas las grandes sacas de presos, atados de dos en dos, y asesinados ante aquellas grandes fosas abiertas precipitadamente para tal misión. Tal vez por ello, el Sr. Schlayer fue tachado sistemáticamente de alemán reaccionario y nazi, por el que fuera Consejero de Orden Público durante los dos últimos meses de 1936 en Madrid, Santiago Carrillo, cuando éste fuera visitado en su despacho por el propio Schlayer y Henny -tras intentar sin éxito entrevistarse con Margarita Neken-, para denunciar la pasividad de éste y su implicación en la masacre de aquellos presos.

Éstos y otros episodios del Cuerpo diplomático acreditado en Madrid y demás encargados de negocios, han quedado sepultados para siempre junto con una bibliografía esencial. Del mismo modo que hoy en día se olvida que aquella guerra civil no destruyó el régimen republicano, si no que éste fue destruido previamente por un Frente Popular de corte soviético y principal causante de la guerra civil.

Resulta asombroso el silencio llevado a cabo por las izquierdas españolas, entonces en el exilio, al no mencionar al que fuera durante la guerra asesor del ministro de Estado Luis Jiménez de Asúa, cuando en su exilio argentino de 1948 escribió diferentes artículos sobre el asilo diplomático llevado acabo durante la contienda de forma ecuánime y veraz. Habría que esperar a los años setenta y ochenta, para que aparecieran diferentes títulos que desempolvaran lo que fueron aquellos asilos y canjes, poniendo de actualidad las verdaderas razones que lo promovieron, aunque últimamente una sesgada “Memoria Histórica” trate de borrar sus vestigios.

Finalmente, nuestra protagonista y autor del mencionado libro, murió silenciado y sin una placa que recordase su nombre para la posteridad, siendo enterrado en el cementerio civil de Madrid. Nunca los españoles debieron tanto a unos pocos, y es en especial a don Félix Schlayer Gratwohl.

 

 


Publicado

en

por