Francisco Franco, la forja de un militar, por el Gral. Adolfo Coloma

 

Adolfo Coloma Contreras

General de Brigada del Ejército(R)

           

Carta abierta a los cadetes y alumnos de las academias militares en pleno siglo XXI

 

            Los aniversarios y las efemérides que los recuerdan, son como muros de contención contra el olvido. Pero también son ocasiones propicias para la reflexión, revisión y puesta en valor determinados aspectos históricos de cuyo estudio se puedan sacar enseñanzas útiles para nuestros propios afanes.

Desde el otoño del pasado año se está conmemorando con diversos actos el Centenario de la Creación de La Legión. Sin embargo, a muy pocos se les escapa la ausencia en todo este homenaje de un personaje singular, Francisco Franco Bahamonde. Comandante de la 1ª Bandera de (que afortunadamente sigue ostentando su nombre) Teniente Coronel Jefe de La Legión y Coronel Jefe del Tercio (que fue la denominación original del Cuerpo)

foto_1_TENIENTE_CORONEL_FRANCOUna sombra que se pretende proyectar y un silencio en el que se quiere encerrar un historial militar, una hoja de servicios ejemplar. En definitiva, un oficial sin cuya presencia es muy difícil explicar la realidad de La Legión, ni la del Ejército de nuestros días.

¿Qué puede ofrecer el estudio de la trayectoria militar de Franco a un joven cadete de las academias militares de nuestros días? Sus mayores críticos quieren circunscribir su ejecutoria militar a una guerra colonial en los albores del siglo XX. En contra de tal argumento oponemos que lo mismo se podría aducir de el Gran Alejandro, del César o del Gran Capitán. Todos ellos son objeto de estudio, sus operaciones, su liderazgo, sus innovaciones se proponen como ejemplos en la formación de los futuros mandos de unidades militares. Veamos siquiera de pasada lo que Franco puede aportar.

Desde sus primeros pasos en la milicia, buscó, solicitó y no tuvo otra ambición que la de ocupar el puesto de mayor riesgo y fatiga. Su primer destino por orden de promoción, fue el Regimiento de Infantería nº 8, de guarnición en su Ferrol natal, pero en cuanto pudo se las ingenió para solicitar una comisión de servicio en Marruecos, participando como agregado al Regimiento de Infantería África 68 en la campaña de 1912. Con él tuvo su bautismo de fuego en las acciones de Tifasor, Samar y Ras Medua, en los alrededores de Melilla. En el verano de ese mismo año, fue promovido al empleo de Teniente. Sería el único ascenso por antigüedad en toda su carrera.

El territorio de Melilla se encontraba pacificado, así es que solicitó y obtuvo destino en el Tabor nº2 de las recientemente creadas Fuerzas de Regulares. Con él pasa a la Zona Occidental. Allí, entre otras operaciones, participa en los sangrientos combates de la Loma de las Trincheras, en el Buitz, donde vuelve a manifestar su valor y capacidad de liderazgo, pero resulta gravemente herido en el estómago, hígado y diafragma. La gravedad de la herida lo tiene dos meses convaleciente. Cuando se incorpora de nuevo, ya ha ascendido a comandante, otra vez por méritos de guerra ¡y con 24 años!

Estamos en el año 1917, en plena Guerra Mundial. La Revolución Rusa dejaba sentir sus ecos en España. El comandante Franco, que había sido destinado al Regimiento de Infantería de Oviedo, le alcanzó de lleno la huelga general revolucionaria que, liderada por el PSOE y la UGT, tuvo una significativa repercusión en Asturias. Al mando de una columna, Franco se dirigió al Concejo de San Martin del Rey Aurelio, consiguiendo su total pacificación sin necesidad de utilizar la fuerza.

Asistió al año siguiente a un curso de tiro para jefes, en la Escuela de Aplicación de Infantería de Valdemoro, donde conoció al entonces Teniente Coronel Millán Astray. La química entre los dos militares fue grande desde un principio. Juntos, el primero como Jefe del Cuerpo y el segundo como el de su primera Bandera (Batallón), darán forma a la nueva unidad de voluntarios, creada para ahorrar vidas de soldados de cuota y constituir una unidad maniobrera, ofensiva y de vanguardia: La legión

Al tiempo que organiza su bandera, Franco diseña personalmente la cuna de La Legión, el cuartel de Riffien, transformándolo en un asentamiento modélico. Se preocupa de la alimentación de la tropa, reforzándola con los productos de la huerta y de la granja que, con el tiempo construirá aprovechando las convalecencias e indisposiciones de los legionarios.

Cuando La Legión todavía no ha cumplido el año, se solicita su presencia en Melilla de forma sorpresiva y urgente ¡Annual! Tras una agotadora marcha para tomar el ferrocarril y el barco, se plantan en Melilla, donde los legionarios, desfilando por las calles de la ciudad al compás de sus canciones, cornetas y tambores, levantan la moral de la población. Allí se inició la historia de esta singular unidad, a base de disciplina, coraje y sangre derramada generosamente. No es preciso añadir mucho. Con gusto remitimos al lector al “DIARIO DE UNA BANDERA” que de la pluma del propio comandante Franco y editado recientemente en formato electrónico por la Fundación que lleva su nombre, relata en primera persona los primeros años del vivir y operar de La Legión.

Millán Astray fue apartado del mando por el ministro, azuzado por las Juntas de Defensa (esa suerte de influencia paralela al mando que lo mediatizaba todo, desde el personal hasta las operaciones). El comandante Franco en solidaridad con su jefe pidió destino, nuevamente a Asturias.  Se designó como nuevo jefe de La legión al Teniente Coronel Rafael Valenzuela y Urzaiz, que al poco murió   al frente de sus legionarios, en las operaciones de Tizzi Aza. La Legión pierde nuevamente a su jefe. Franco es requerido con urgencia a África, ascendiéndole previamente a Teniente Coronel. Ya es el más joven de su empleo en España. Pero para acudir a su deber, ha de aplazar por segunda vez su boda en Asturias.

Se incorpora Franco en Riffien al mando de La Legión, que ya tiene 6 banderas. Pronto dicta sus “Instrucciones Generales de Paz y Guerra”.   Lejos de practicar la ofensiva ciega, el ataque frontal, sus operaciones se caracterizan siempre por el análisis concienzudo de la situación buscando la innovación. Así aprovecha la noche para aproximarse a su objetivo, Taxuda, en el Gurugú, como decide atacar a la hora de la siesta en Koba Darsa para tomar al enemigo sesteando. Siempre con el objeto de cumplir su misión con el menor número de bajas.

El espíritu ofensivo y la resolución por concluir la pacificación del protectorado que se daba entre la oficialidad “africanista”, chocaba con la política abandonista del General Primo de Rivera, Presidente del Directorio Militar. Las entrevistas que mantuvo con el Teniente Coronel Franco en Uad Lau y Ben Tieb contribuyeron a modificar parcialmente su visión. Con todo, había que reducir el frente y las líneas de comunicación hasta lo que se denominó la Linea Estella. Eso exigía la retirada de Xauen en unas condicionas infinitamente más difíciles que cuando se conquistó. El Teniente Coronel Franco dirigiría la parte más ardua de la operación. Para ello, habría de entrar previamente con cinco Banderas de La Legión en la ciudad santa de Yebala y finalizar la operación cubriendo la retirada del conjunto. La sombra de Annual se abatía sobre la operación.  Franco ordena colocar monigotes de paja (plastones) con uniformes legionarios para mantener la apariencia de ocupación, mientras al amparo de la noche y bajo un tiempo torrencial, los legionarios se esfumaban de las garras de Ab el Krim. Tan exitosa operación le valió el ascenso, nuevamente por méritos de guerra a coronel tres meses más tarde. Y quedó confirmado al mando de la Legión.

Tan activa implicación en la organización y mando de tropas en operaciones no privó a Franco de sus inquietudes literarias. Además de directivas a sus jefes subordinados, se distinguió en su faceta de director, editor y articulista de La Revista de Tropas Coloniales, desde donde emitía tanto mensajes y consejos de índole moral y patriótica; como observaciones y directrices tácticas, así como de historia y geografía.

Estabilizada la línea de frente, había que rematar la pacificación. Eso requería alcanzar el centro de gravedad del problema: La Bahía de Alhucemas. No se podía volver a repetir un Annual así que se empezó a modelar una operación anfibia. 

Para llevar a cabo tan compleja operación primero se requería un ensayo. Se decidió hacerlo sobre las playas de Alcazarseguer. Para ello se contrataron las barcazas que habían utilizado los británicos en Gallípoli (con tan magros resultados). El comandante de la fuerza de desembarco no podía ser otro que el Coronel Franco.  La operación llevada a cabo con toda discreción fue un éxito y animó al Presidente del Gobierno, que había asumido el cargo de Alto Comisario a lanzar la operación decisiva, en colaboración con los franceses, sobre la Bahía de Alhucemas. El 8 de septiembre de 1925, se desencadena la primera operación anfibia exitosa de la historia moderna. Dos columnas ponen pie a tierra procedentes de Ceuta y de Melilla. En vanguardia de la primera va el Coronel Franco al mando de la VI y VII Banderas de La Legión. Los errores de Gallipoli se corrigieron con una concienzuda preparación y la presencia de los mejores mandos de Unidad que había tenido España desde los míticos tiempos de los Tercios de los Austrias coronaron la operación que había de marcar el principio del fin y la pacificación del protectorado. Las experiencias del Coronel Franco quedaron reflejadas en una obra menos conocida pero muy valiosa “El Diario de Alhucemas”. Siete meses más tarde, Franco era ascendido a General de Brigada, convirtiéndose a sus 33 años, en el general más joven de Europa.

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Aún nos había de dejar otra lección de compañerismo, que bien refleja esta foto. Tomada en el cuartel de Riffien el 17 de febrero de 1926, cuando Franco entrega el mando de La Legión a su antiguo jefe y fundador del Cuerpo, al que el General Primo de Rivera había rehabilitado.

A vuela pluma te hemos presentado, mi joven cadete, este historial de amor al servicio, disponibilidad, sacrificio, amor a las tropas y eficacia. Podrás ver en ella reflejados todos y cada uno de los preceptos del decálogo del cadete (o del suboficial inspirado en él) obra de la pluma, del ingenio y experiencia del General Franco, pero esa es ya otra historia que excede a los límites y el periodo de la vida y servicios de un militar, un oficial del ejército excepcional. Por su indomable espíritu, su compromiso con la misión y la unidad, la preocupación por sus subordinados, su lealtad hacia el mando junto con su preocupación por la innovación y las nuevas técnicas hacen de su liderazgo un ejemplo que sin duda ha de servir de estudio, pero también de inspiración a los jóvenes cadetes y alumnos de nuestras academias militares, futuros mandos de nuestro Ejército.

¡Que nadie os robe la memoria de quien fue llamado “La Espada más limpia de Occidente!

 


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