Franco, el soldado, por el Tte. Gral. Emilio Pérez Alamán

 

Emilio Pérez Alamán

Teniente General (R)

 

 

De general más joven de Europa a Generalísimo

Serenidad, disciplina, prudencia, responsabilidad, decisión

 

El 3 de Febrero de 1926 el Coronel Franco Bahamonde era ascendido a General de Brigada por los méritos adquiridos en su acción decisiva en el desembarco de Alhucemas, Operación que supuso el final de la guerra de Marruecos.

Este ascenso convertiría a Franco en el General más joven de Europa a sus 33 años. También le suponía cambiar la prioridad de los valores castrenses practicados en los casi tres lustros de batallas: el valor, la valentía y la obediencia para cumplir las misiones asignadas, con especial atención por sus subordinados y la aplicación de su ingenio táctico con el fin de lograr el éxito con las menores bajas posibles, sintiendo y trasladando a todos la imprescindible Voluntad de Vencer.

La nueva situación le alejaba de los combates casi diarios, pero el ambiente predominante en España aunque no de guerra si era de falta de paz: social, política, económica y también dentro del Ejército. Ante ello y por sus nuevos cometidos tuvo que priorizar los otros valores del soldado que figuran en el subtítulo de estas líneas.

Su primer destino como Jefe de la Brigada 1ª le situó en Madrid, donde, sin desatender sus obligaciones profesionales, por su prestigio y recientes méritos, tuvo que atender las solicitudes de personas y Centros de influencia de todo tipo; social, política y también de compañeros de profesión. En las mismas, además de recibir información de primera mano sobre la grave crisis que atravesaba la Nación, no faltaron propuestas para captarle, cada uno para su orilla. Propuestas que rechazó con prudencia y serenidad, evitando tomar parte en ningún movimiento que amenazara la estabilidad del General Primo de Rivera y más allá.

Es de suponer lo gratificante que fue para el joven General su designación para dirigir la nueva Academia General Militar. Elegido por el Dictador por su prestigio, experiencia de combate y conocimientos superiores a lo estrictamente profesional, pero sobre todo por su alejamiento de la opresora política. Su responsabilidad al frente del recreado Centro Será la formación más completa de los futuros Oficiales y lograr la mayor cohesión en el Ejército de todas las Armas que lo componían.

La misión encomendada logró el éxito esperado en sus tres años de existencia, de 1928 a 1931, fecha en que fue cerrada por el Gobierno Provisional de la República en su programa de reformar los principales cimientos de España.

La disciplina, la exigencia, el compañerismo, junto al valor y el honor fueron los valores inculcados a los alumnos y reflejados en el Decálogo del Cadete que todavía perdura y sentimos como El Espíritu de la General. Además, se actualizaron las asignaturas y el método de enseñanza, siendo reconocida la excelencia del Centro por importantes personalidades extranjeras que lo visitaron, como el Ministro francés General Maginot, que aprovechó su estancia en Zaragoza para imponer a Franco la Legión de Honor, concedida por su actuación en el desembarco de Alhucemas.

Otras vicisitudes pasaron la Academia y su Director en aquella convulsa España. La primera fue la renuncia del General Primo de Rivera por presiones políticas y también de un Ejército influenciado por la masonería. Su sucesor, el General Berenguer, quiso ascender a Franco y nombrarle Subsecretario de Guerra con el fin de que su prestigio lograra cohesionar al dividido Cuerpo de Oficiales. Propuesta que Franco no aceptó por la responsabilidad comprometida con el anterior Jefe de Gobierno de dirigir la Academia, misión aún no terminada.

El 12 de Diciembre de 1930 se produjo en Jaca un levantamiento a favor de la República encabezado por el Capitán Galán y ante las intenciones de alcanzar los sublevados Zaragoza, Franco con responsabilidad y decisión alistó a sus Cadetes para cortar dicha intención, aunque finalmente no fue necesaria su intervención.

Por último, el 14 de Abril del año siguiente, se proclamó la II República después de la salida voluntaria del Rey al extranjero. Informado de la actitud pasiva de conservadores, monárquicos, el Ejército y la Guardia Civil, Franco aceptó con serenidad y prudencia la nueva situación, comunicando a los Cadetes que se atuvieran con disciplina a la misma. Cinco días después se arrió la Bandera roja y gualda de la Academia izándose la tricolor. Terminó el desdichado mes cumpliéndose la orden del Gobierno de jurar todos los Oficiales lealtad a la República y aunque muchos monárquicos y conservadores eligieron antes el retiro, Franco accede al compromiso, aceptando que la marcha del Rey regularizaba el nuevo Régimen y ante la responsabilidad de no abandonar el Ejército en momentos tan cruciales.

Termina el curso de 1931 y con él el cierre de la Academia. De nuevo Franco se aferra a la Disciplina y la inculca en sus Cadetes en una arenga que aún perdura en el frontispicio moral de las Fuerzas Armadas. “La máquina se acaba, pero la obra queda” y la inmensa mayoría de los componentes de aquellas Promociones lucharon y murieron años más tarde por España al lado de su Director.

Durante el bienio reformista de efímeros Gobiernos de izquierdas, Franco aceptó por disciplina la pérdida de antigüedad impuesta por la ley que penalizaba los ascensos por méritos de guerra, así como los ocho meses de disponibilidad hasta su destino a La Coruña como Jefe de la 15ª Brigada. Sus claras palabras y actitud le habían colocado en la lista de la izquierda política para ser vigilado y alejado de puestos clave en el Ejército.

En dicha situación rehusó la propuesta del General Sanjurjo, de participar en la sublevación que dirigió en Agosto. Consideró con prudencia que ni el Ejercito estaba unido para dicha acción ni la intervención militar era adecuada pese a la crisis que se vivía.

Por dicha actitud, el Ministro Azaña destinó a Franco a Baleares en plaza de General de División y siempre con la idea de su alejamiento. Según documentos no contrastados, Franco aceptó con disciplina, una vez más, tal decisión, dejando claro al Ministro su postura ante la situación de España y su actitud beligerante frente al comunismo.

Llegado el bienio de mayoría conservadora, el prestigio de Franco recobra valor tanto en el ámbito político como dentro del Ejército. Aunque por su prudencia apolítica no aceptó la oferta del nuevo Jefe del Gobierno, Lerroux, para ser Ministro de Guerra, según publicó ABC el 12 de Septiembre de 1933, más tarde fue ascendido a General de División y nombrado Jefe de Estado Mayor del Ejército con el Ministro Hidalgo, después de haber cumplido la misión como coordinador de las Fuerzas que sofocaron la insurrección de Asturias en Octubre de 1934 ocurrida en el golpe de Estado protagonizado por socialistas y la izquierda radical.

En este puesto de gran responsabilidad militar trató de mejorar la depauperada situación del Ejército en presupuestos, adiestramiento y la politización de los Mandos, asociados en dos asociaciones de signos políticos opuestos, la Unión Militar Española (UME) y la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA). La economía y el escaso tiempo de su gestión le impidieron alcanzar grandes logros en su empeño.

En Octubre de 1935, tras la pérdida de la mayoría parlamentaria de la derecha, vino un baile de gobiernos conducidos por el Presidente de la República que finalizó con una convocatoria de elecciones generales para el 16 del siguiente Febrero.

El desarrollo de las votaciones se transformó en disturbios violentos por la voluntad inamovible del Frente Popular, que aglutinaba a toda la izquierda, de no perder las elecciones. Ante tal situación y la paralización del Gobierno de Portela Valladares se propuso la declaración del estado de excepción con la intervención del Ejército, Propuesta en la que Franco insistió a todos los niveles del Consejo de Ministros pero que nunca fue aceptada por el Presidente de la República.

Militares y políticos conservadores eran partidarios de actuar fuera de la línea gubernamental, pero Franco con prudencia y serenidad desaconsejó tal medida por estimar que el problema político no suponía todavía una amenaza para la Nación y el grave inconveniente de la división en el seno del Ejército.

Instalado en el Gobierno el Frente Popular, una de las primeras medidas adoptadas fue mover a todos los cargos militares de sus destinos, asignando a Franco el de Comandante General de Canarias. Un nuevo alejamiento mientras el General iba cambiando su prudencia inicial por una postura más activa junto sus compañeros que planeaban una posible insurrección dada la deriva revolucionaria comunista a la que el Frente Popular dirigía a España. Sin embargo, analizaba con serenidad la oportunidad de una intervención militar de dudoso éxito.

Según avanzaba la primavera el Frente Popular manifestaba más explícitamente la imposición de una revolución marxista por los procedimientos que considerara necesarios, incluida la guerra civil, según palabras del socialista Largo Caballero.

Estas noticias llegaban a Canarias vía mensajeros de los comprometidos con la intervención militar dirigida por el General Mola, mientras Franco seguía dudando del éxito de un pronunciamiento armado y el resto esperaba impaciente la necesaria incorporación del General al alzamiento.

Finalmente, el asesinato de Calvo Sotelo el 13 de Julio hizo que la prudencia de Franco fuera sustituida por la responsabilidad de asumir la misión de tomar el Mando de las Fuerzas ubicadas en Marruecos y comenzar desde allí las acciones militares contra la revolución iniciada por el Frente Popular.

El relativo éxito que obtuvo inicialmente el alzamiento dejó indefinida su duración lo que, unido al accidente mortal del General Sanjurjo, previsto Jefe de las fuerzas sublevadas, hizo que la dirección de las mismas lo ejerciera una Junta de Defensa compuesta por loe principales Jefes de las Unidades y presidida por el General Cabanellas como más antiguo.

La necesidad de un Mando único que dirigiera lo que ya era una guerra, en Septiembre la Junta decide designar entre sus componentes a aquel que considera más idóneo para este cometido, siendo elegido Franco por su prestigio, preparación e influencia internacional. Franco asume con total responsabilidad la decisión de sus compañeros y como Generalísimo retoma los valores de sus primeros años que habían quedado un tanto relegados en esta última década: Valor, Amor a la responsabilidad y Capacidad para decidir manteniendo y transfiriendo a sus subordinados la Voluntad de Vencer por España.

Resulta difícil entender que del análisis de unos hechos acaecidos hace casi un siglo se extraigan conclusiones tan contrarias a la realidad constatada por testigos presenciales. Solo encuentro la explicación en lo indescifrable de la condición humana.

 


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