Franco lo sabía, por Francisco Bendala

Francisco Bendala

 

Franco lo sabía; aunque también sabía que aún tardaría tiempo en que todos se dieran cuenta. Las “democracias occidentales” no iban a tardar en chocar frontalmente con los países europeos que por influencia de la URSS y la connivencia de los otros “aliados” caían ya bajo su “telón de acero”, momento en que España, la España que forjaba con sudor y esfuerzo, iba a ser la pieza más codiciada por éstos contra aquéllos. Lo que no sabía aún Franco es que la cosa iba más rápido de lo que parecía.

El 24 de Octubre de 1947, apenas un año después de declararse el “aislamiento” contra España por la recién creada ONU, el Gral. Marshall, posiblemente una de las cabezas mejor dotadas del siglo XX, aprobaba un importantísimo documento “secreto” redactado en parte por el diplomático George Kennan –el mejor conocedor de las particularidades del régimen soviético y más aún de sus esencias expansionistas e imperialistas–, en el que en relación con España decía:

“…Por una parte hemos tenido la esperanza de lograr la sustitución del régimen totalitario del General Franco retirándole los beneficios de las relaciones políticas y económicas internacionales. Por otra estamos convencidos de que el General Franco permanece firmemente en el poder y que su régimen se ha reforzado realmente por la demostración de la hostilidad internacional… Este equipo cree que en interés nacional ha llegado el tiempo para una modificación de nuestra política hacia España. El resultado neto de nuestra política ha sido: 1) fortalecer el régimen de Franco 2) impedir la recuperación económica de España y 3) operar contra el mantenimiento de una atmósfera amistosa en España en caso de un conflicto internacional… La recomendación del equipo para la planificación de la política exterior consiste en que en vez de oponernos abiertamente al régimen de Franco, debemos trabajar a partir de ahora hacia una normalización de las relaciones entre los Estados Unidos y España tanto políticas como económicas. En cuanto sea posible esto debe hacerse sin reforzar el régimen de Franco. No se hará comunicación política de nuestra posición, pero debemos considerar como objetivo la restauración de nuestras relaciones normales, sin tener en cuenta las consideraciones del tiempo de guerra o el carácter del régimen que está en el poder… El equipo cree que el paso principal que deben dar los Estados Unidos es una distensión por iniciativa nuestra y con entera independencia de la posición de las Naciones Unidas respecto a nuestra política económica de restricciones hacia España. Se darían pasos para eliminar sin ruido los diversos controles económicos que hemos impuesto, de tal forma que se pueda reanudar un comercio normal entre los dos países. A esto seguirán naturalmente la eliminación de las restricciones oficiales mediante la apertura del comercio privado y la posibilidad de ayuda financiera en la rehabilitación de la economía española. Así, en vez de contribuir al rápido deterioro de la situación económica, como estamos haciendo ahora, daremos a España la oportunidad de desarrollar sus propios recursos y tomar parte normalmente en la revitalización del comercio y la industria mundial…”.

Además, Marshall iba más lejos y recomendaba reducir la presión en la ONU, mostrándose favorable a la revocación en cuanto fuera posible de la condena de Diciembre de 1946. En definitiva, aunque Marshall y Kennan no se decidían todavía por el levantamiento oficial y expreso de las sanciones impuestas, sí que lo hacían por impedir que el Caudillo fuera derribado –ojo, ni por los rojos exiliados, ni tampoco por los monárquicos “juanistas”–, porque tal hecho, aún sabiéndolo imposible como se afirmaba en la nota, provocaría un periodo de marcada inestabilidad, de caos y de gran incertidumbre, no pudiéndose prever su resultado final que, en cualquier caso, sólo podía beneficiar a la URSS. Ni que decir tiene que Truman, a pesar de su visceral animadversión contra Franco –motivada por su integrismo protestante y su pertenencia a la Masonería–, dadas las circunstancias se mostró favorable en todo a las recomendaciones de sus asesores. Puede por ello afirmarse que, aunque de forma muy sutil y lenta, la condena de la ONU contra España y el aislamiento decretado contra ella iniciaban su fin tan sólo un año después de haberse impuesto.

Más aún. El 17 de Noviembre de ese mismo año de 1947, y de acuerdo al reglamento de la ONU, en la sesión plenaria debía examinarse una propuesta polaca en contra de España. El resultado de la votación no pudo ser más favorable a nuestra patria, porque la propuesta –que precisaba para seguir adelante dos tercios de los votos–, no sólo no consiguió el quórum pertinente al ser derrotada por 16 votos en contra, superando tales votos a las abstenciones, sino que, aún mejor, una de esas dieciséis manos que se levantaron en favor de España fue la del representante de los Estados Unidos. Al día siguiente, el cónsul español en Washington, Germán Baraibar Usandizaga, notificaba a Madrid “…La impresión entre los comités rojos es de desastre. El asunto español está definitivamente terminado, según la opinión general; incluso de las delegaciones más enemigas.”. Por su parte, el historiador marxista Max Gallo sentenciaría más adelante “Aquel día Franco supo que había ganado la batalla.”

Sin duda la promulgación de la Ley de Sucesión, pero sobre todo la forma y el fondo del referéndum en el que el pueblo español había votado masivamente a su favor, habían sido pieza clave para provocar cambio tan significativo en la opinión norteamericana cuyos gobernantes –lamentablemente no así los “juanistas” y los rojos exiliados–, sí reconocían la limpieza y transparencia democrática con la que se había desarrollado el referéndum y aprobado la ley, demostrando el incuestionable respaldo del pueblo español a las iniciativas de Franco, así como a su Régimen. No eran ni Franco, ni el Régimen, ni España los que habían cedido o cambiado de opinión ni en un ápice, sino que eran los Estados Unidos los que daban un giro radical. Ahora, de nuevo y más que nunca antes, Franco y España sólo tenían que esperar un poco más, resistir, y su victoria sería total.

Incidiendo más en el asunto, durante este mismo año de 1947, serían muchas otras las pruebas de que los aires comenzaban a cambiar decididamente a favor de España:

* Como consecuencia inmediata de la votación citada, varios países consideraron que la condena contra España había sido prácticamente anulada, iniciando los trámites y consultas necesarias para reponer a sus embajadores en Madrid:
— Paraguay, Filipinas, Colombia, Perú y Chile mandaron inmediatamente a los suyos; bien que por ahora sólo con categoría de “encargados de negocios”.
— Noruega, Suecia y Dinamarca, coordinadamente, aceptaron reconocer un “ministro-consejero” español para los tres países con rango de encargado de negocios que residiera y tuviera oficina abierta por turno en la capital de cada uno de ellos; al tiempo enviaban a Madrid sendos “consejeros de embajada”.
— Los Estados Unidos aceptaron a José Félix de Lequerica como “inspector de embajadas” en Washington; forma diplomática de conveniencia elegida entre ambos gobiernos para iniciar el camino hacia el pleno reconocimiento mutuo.
* Francia reabriría a comienzos de Enero del año siguiente su frontera con España que había cerrado hacía tan sólo unos meses en un ataque de ira absurdo y ridículo.
* Durante la reunión que celebraron en Londres los ministros de Asuntos Exteriores de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, no sólo se negaron a recibir a Álvarez del Vayo, que se autodenominaba “ministro de asuntos exteriores del gobierno español en el exilio”, sino que incluso las tres potencias llegaron a un acuerdo por el cual “…no se podía prescindir de España a la hora de emprender la reconstrucción económica de Europa…”.
* Cuando en Diciembre de 1947 se celebre el consejo de guerra contra los más destacados miembros del PCE que venían trabajando en la clandestinidad en España, cuyos veintitrés componentes habían sido detenidos en una brillante actuación de la Policía, a pesar de que el comunismo internacional intentaría montar una amplia campaña de agitación y descrédito, la misma no encontrará eco alguno, impidiendo los gobiernos europeos y del otro lado del Atlántico, la instrumentalización de dicho juicio; a ello contribuiría también que el mismo –como lo fueron siempre todos durante el mandato de Franco– sería ejemplar en su desarrollo, permitiéndose la asistencia de numerosos corresponsales de prensa extranjeros que pudieron dar fe del cúmulo de pruebas acumuladas contra los acusados, especialmente contra cinco de ellos que habían sido autores materiales de varios asesinatos, emitiendo el jurado cinco condenas a muerte de las cuales, y por gracia de Franco, sólo se cumplirían dos; nuevamente un alarde y prueba contundente, que hoy se olvida o tergiversa, del respeto y moderación con que actuaba en España la Justicia, acorde en todo a un pleno Estado de Derecho.
* En Estados Unidos se publicaron, para preparar a la opinión pública, importantes documentos del Ministerio de Asuntos Exteriores alemán incautados al final de la guerra que clarificaban por completo la actitud de Franco durante la contienda mundial, dejando en evidencia a los que llevaban varios años acusándole de haberse sometido a Hitler. Entre dichos documentos destacaban los que demostraban la firme resistencia de Franco para evitar entrar en la guerra del lado alemán, así como el cobijo que había dado a no menos de 4.000 pilotos norteamericanos que pudieron no sólo escapar de los alemanes y reintegrarse a sus puestos de combate a través de España; asimismo, quedaba también claro que decenas de miles de judíos, gracias al Caudillo, habían conseguido evitar se encerrados en campos de exterminio donde su muerte era segura.

Franco lo sabía, y sabía que sólo era cuestión de esperar. No conoció en ese instante el importantísimo documento aprobado por Marshall, pero sí supo analizar acertadamente, con su sagacidad habitual, tanto la situación internacional, como los botones de muestra que surgían aquí y allí que indicaban que algo muy importante estaba cambiando. Y, por supuesto, sabía muy bien lo que era, representaba y perseguía el marxismo de la comunista URSS.


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