Franco, Optimus prínceps, por Pedro González-Bueno Benítez

Pedro González-Bueno Benítez

Doctor Ingeniero de Minas

 

El que Franco haya gobernado una nación como España durante casi cuatro décadas con una estabilidad política, una paz social y una libertad y seguridad cívica envidiables, todo ello bajo un régimen lo más alejado de un régimen de terror es, a mi entender, el verdadero milagro, y requiere un análisis, independientemente del relativo al colosal progreso social y económico.

¿Cómo es posible esa estabilidad política y esa paz interna durante más de tres décadas en una nación que inicia su andadura sobre cenizas y acosada por el exterior? ¿Quién es capaz de pasar página de dos siglos de decadencia de España y hacerla recuperar, independientemente de un progreso material, su orgullo, su dignidad, su sentido de Imperio y su espíritu de grandeza? ¿Quién es el artífice de tamaña proeza? Se ha escrito mucho acerca de ello, pero la contestación es sólo una, Franco.

Si tuviera que definir a Franco con dos palabras, estas serían Dios y España. Franco es profundo Fe y amor a España. Estos valores unidos a su sentido del deber, de la disciplina, del valor y del honor, propios de su espíritu militar, serán norma de conducta a lo largo de su vida. El mando de tropa no sólo le da un profundo conocimiento del ser humano, sino que le hace desarrollar un poder de motivación que, refrendado en todo momento y ocasión con su ejemplo, transforma a hombres desahuciados en caballeros en la Legión, en héroes; y en Zaragoza, como director de la Academia Militar, instruye y forma una excepcional oficialidad.

La figura de Franco el 18 de Julio de 1936 se puede identificar con el título de una película famosa, Solo ante el peligro, ya que éste es el hombre providencial, el general más joven de Europa, el que reclaman sus compañeros de armas para hacerse cargo del Alzamiento Nacional. Franco es elegido para ganar una guerra que en sus principios tenía todas las de perder, y cumple. En menos de tres años, un 1º de Abril, celebra en Madrid el Desfile de la Victoria. Ese día se inicia, ya en la paz, la andadura de Franco al frente de una nación desolada, teniendo en el exterior la enemistad manifiesta de la poderosa Unión Soviética y la poca simpatía de aquellos que serían los aliados de ésta en la II GM. Una vez más, Franco Solo ante el peligro.

Pero ese militar elegido para ganar una guerra se muestra como excepcional estadista. Ya en plena guerra resuelve problemas urgentes, como fueron entre otros unir con el Decreto de Unificación todas las tendencias y partidos políticos en el Movimiento Nacional, afrontar con el Decreto del Trigo la siempre inalcanzada Reforma Agraria –liberando al campesinado de los usureros– y establecer las bases en lo socio-económico del Nuevo Estado con la promulgación del Fuero del Trabajo. Es natural que el pueblo español se mostrara agradecido y entusiasta con el vencedor, con el liberador de la esclavitud del comunismo; pero lo que sorprende al mundo entero es que ese apoyo continuara y de forma creciente a lo largo de su largo mandato, habida cuenta de que, sobre todo en los primeros años de posguerra, fueron de bloqueo, acoso del exterior y de penuria en el interior. Franco gobierna inicialmente con un gobierno autoritario, como no podía ser menos dadas las excepcionales circunstancias que vivía España. Y a lo largo de los años en que va despojándose de poder personal (creación de las Cortes, renuncia a la Jefatura del Gobierno, etc.), va creciendo su prestigio ante el pueblo español y ante sus enemigos en el exterior, de igual forma a lo que ocurrió con sus legionarios y los rifeños contra los que luchó en sus tiempos de África.

Yo diría que Franco llega a gobernar sin mandar –tal fue su prestigio y carisma– y todos sus ministros han reconocido la libertad que disfrutaron en el ejercicio de sus funciones. Franco gobernó conforme al sentir del pueblo y éste en todo momento le dio su apoyo y le mostró su total confianza. De ahí la sensación de orfandad a su muerte.

Al Emperador Trajano le concedieron por méritos contraídos con Roma el título de OPTIMUS PRINCEPS (el mejor gobernante) con el que se le sigue recordando después de siglos. A Franco, por méritos contraídos con España, curiosamente muy parecidos a los de Trajano, a pesar de los siglos que les separa, se le concederá ese título a perpetuidad cuando la verdad vuelva a brillar en la Patria a la que sirvió.

(Artículo publicado en la revista Afán nº 3)


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