Franco visto por sus ministros: Cruz Martínez Esteruelas

Franco visto por sus ministros.

Coord. Ángel Bayod

Página 336

Franco nunca se dejó influir por las apariencias y su preocupación esencial fue legarnos una obra social y económica en el contexto de una sociedad cristiana, que sirviera de base para un gran futuro.

Abogado del Estado. Ministro de Planificación del Desarrollo del 11 junio 1973 al 29 diciembre 1973. Ministro de Educación y Ciencia del 3 enero 1974 al 11 diciembre 1975. Nació en Hospitalet de Llobregat (Barcelona) el 4 de febrero de 1932. Estudió Derecho en la Universidad de Deusto y se licenció en 1953. En 1957 ingresó por oposición en el cuerpo de abogados del Estado. En 1960 también por oposición ingresó con el número uno en el cuerpo de letrados de las Cortes. Fue nombrado en 1962 director general del Patrimonio del Estado y en 1965 delegado nacional-jefe de la asesoría jurídica de la Secretaría General del Movimiento. En 1968 fue nombrado delegado nacional de Asociaciones del Movimiento, en 1970 director de la Fundación Juan March, y en 1971 secretario primero del Consejo Nacional del Movimiento. Es autor de varios libros, entre ellos La enemistad política y Cartas para el humanismo social. Está casado y tiene tres hijos.

EL RECUERDO DE FRANCO

Naturalmente, estos dos años me proporcionaron más ocasiones de trato con el Jefe del Estado. De esta experiencia he de destacar su capacidad para escuchar, su afabilidad, su profundo conocimiento de los problemas y su in-menso amor a España. Tenía un enorme vigor para encajar las dificultades y los contratiempos, e, incluso, para dar aliento en tiempos difíciles.

Aunque sabía contener sus emociones, hubo momentos en que esto se hizo humanamente imposible. Así, cuando la muerte del almirante y la de Fernando Herrero Tejedor.

Es posible que en su mente se hubiera operado un cambio, fenómeno que les ha .acontecido a muchos luchadores de su, generación. Sin dejar jamás de ser realistas en el análisis de la situación y transcurrida la primera parte de su vida en un clima de depresión nacional —una sociedad enferma—, llegaron a creer que España, tras la guerra y la reconstrucción, y con el desarrollo, entraría en una larga etapa de paz y prosperidad que se proyectaría en las generaciones siguientes indefinidamente, sin otra amenaza que la que mundialmente representa la tensión entre los bloques. Pero con el paso de los años, vieron el renacimiento de antagonismos y problemas que —sin ser ajenos al conflicto mundial— tenían su raíz en la nación misma. Por ello, junto a la esperanza que se cimentaba en su propia obra, pudo crecer el temor al resurgimiento de las grandes tensiones interiores. Tengo la convicción moral de que así fue, que sufrió ese proceso interior.

Otros datos de su personalidad eran su sentido religioso y su capacidad para conocer a los hombres, incluida la fragilidad de la condición humana.

Durante mis etapas de ministro, su intervención en los Consejos fue escasa. Se le podía conocer mejor en los despachos personales. Sin embargo, he de decir que siempre que un gran tema aparecía sobre la mesa del Consejo, recobraba la vitalidad de antaño y emitía su juicio con una precisión extraordinaria, reflejando así ciertas constantes de su política y, concretamente, respecto de las relaciones con la Iglesia, del papel de España en el sistema occidental, Marruecos, Sahara, etc.

Por lo demás, me remito a cuanto dije en Cien españoles y Franco (páginas 322 y siguientes), sobre su talante y su labor. Recalcando que nunca se dejó influir por las apariencias y que su preocupación esencial fue legarnos una obra social y económica en el contexto de una sociedad cristiana, que sirviera de base para un gran futuro. No recató ningún esfuerzo en este sentido. Bien entendido que no era esclavo de ideología alguna. Era cristiano y amante de su patria.


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