Franco visto por sus Ministros: Eduardo González Gallarza

 

Para mí es imborrable el recuerdo de la pasmosa tranquilidad de Franco en los peores momentos, ver sus reacciones siempre ajustadas a las que tenían que ser.

Militar. Ministro del Aire del 20 julio 1945 al 25 febrero 1957. Nació en Logroño el 18 de abril de 1898, hijo de un militar y hermano de otros tres militares. A los quince años ingresó en la Academia Militar de Toledo y en 1919 empezó a volar, convirtiéndose muy pronto en uno de los pilotos más expertos del país. Tomó parte en las campañas de Marruecos (se le propuso para la Laureada y en 1925 se le concedió la Medalla Militar Individual) y allí conoció a Franco, con quien le unió una íntima amistad. Realizó con el comandante Loriga el famoso vuelo Madrid-Manila, y en 1926, junto con Ramón Franco y Ruiz de Alda, trató de efectuar un viaje alrededor del mundo en hidroavión, pero falto de combustible el aparato se quedó en alta mar, perdido en pleno Atlántico, y los tres pilotos estuvieron a punto de perecer. Fue secretario privado de Alfonso XIII y durante la guerra civil se distinguió como uno de los mejores aviadores nacionales. Después de la guerra fue nombrado jefe del Estado Mayor del Aire, ascendió a general de brigada y, siendo ya general de división, se le nombró ministro del Aire. Es el teniente general más antiguo del Ejército español y pasó a la reserva en 1968. Se le debe el libro Estudio y realización del vuelo Madrid-Manila (1926). Es viudo de la marquesa de Larios y tiene seis hijos.

 

¿Cuál es su visión personal del anterior Jefe de Estado?

Mis primeros recuerdos del Caudillo se remontan a la Campaña de Marruecos, cuando él era comandante de la Legión. En el campo táctico, los aviadores podemos darnos cuenta de las situaciones y en consecuencia juzgar la acción del Jefe que dirige la operación. Franco ascendió con rapidez porque era el más distinguido. En la época de Abd el-Krim tuvimos posiciones cercadas que nos crearon situaciones difíciles, como las de Koba-Darsa (en la zona de Tetuán) y Tifaruin (en la zona de Melilla) fracasando los varios intentos que se hicieron para romper los cercos y que causaron numerosas bajas en nuestras tropas. Cuando Franco llegó de la Península, donde se encontraba disfrutando un permiso, resolvió aquellas situaciones tan graves, mandando acertadamente las operaciones que terminaron con la liberación de dichas posiciones.

Entre sus dotes personales me llamaba sobre todo la atención su tranquilidad, que llegaba hasta una impavidez sobrecogedora y que le permitió actuar con tanto acierto, al igual que en Marruecos, durante nuestra guerra y después, en los años en que dirigió la reconstrucción de España y nos llevó hasta un nivel insospechado de prosperidad.

Por mi gran afición a la caza he tenido ocasión de recorrer vastas extensiones de nuestro suelo, especialmente en Andalucía, y comprobar la transformación que se ha producido durante los años de su gobierno, tanto en la construcción de embalses, de obras hidráulicas, de repoblación forestal, como de industrialización, mejoras en las comunicaciones, autopistas, etc. Entonces establecimos también la Red de Aeropuertos Civiles que no teníamos, pues en Barajas no se contaba más que con una pista de tierra, construyéndose las nuevas instalaciones de Barajas y los aeropuertos de Barcelona, Sevilla, Bilbao, San Sebastián, Santiago de Compostela, La Coruña, etc. A la vez que se llevaba a cabo una gran obra social con inmensos Centros Hospitalarios, Residencias y la gran obra de las Universidades Laborales.

Este aspecto social fue, a mi juicio, uno de los objetivos primordiales del Caudillo, y así lo entendió el pueblo español, que le otorgó su confianza y su adhesión. Ahí está el testimonio de dolor popular, cuando Franco murió, y todo Madrid era como una gran familia que acababa de perder al padre. Familias enteras iban a rendirle el último homenaje ante sus restos, formando aquellas colas interminables de gente de toda condición que aguantaban muchas horas a pie firme, incluso pasando la noche en las calles de Madrid, mostrando su inmenso dolor en respetuoso silencio.

La nefasta República que gobernó España hasta 1936 dejó al país roto, deshecho y al borde del comunismo internacional. La intranquilidad era general, nadie pensaba en más solución que un levantamiento militar que impusiese el orden. Éste era el ferviente deseo popular. Sanjurjo, Mola, Franco. Los españoles repetían:

«¿Pero qué hace Franco ya? ¿Cómo no se pone al frente de quien únicamente puede salvar esta situación, que es el Ejército?» Y Franco con su patriotismo aceptó la carga que, sobre sus hombros, impuso la opinión pública de 1936. Fue elegido como el mejor por todos sus compañeros en Salamanca.

Para mí, pues, Franco fue un gran patriota, inteligente y sagaz, y un español por encima de todo y protegió los derechos humanos, pues entendió que la auténtica defensa de los mismos es la lucha contra el terrorismo que destruye la democracia.


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