Franco visto por sus ministros: José Lacalle Larraga

Franco visto por sus ministros.

Coord. Ángel Bayod

Página 110

 

¡Cuántos españoles añorarán, en lo recóndito de sus sentimientos, la época bajo el gobierno del Caudillo!

 

Militar. Ministro del Aire del 11 julio 1962 al 29 octubre 1969. Nació en Valtierra (Navarra) el 21 de febrero de 1897. Estudió en la Academia de Caballería de Valladolid, pasando en 1’920 al Servicio de Aviación. Participó en la guerra de Marruecos, ascendiendo a capitán. Realizó el curso de Estado Mayor en 1935. Al iniciarse el Alzamiento mandó una compañía de requetés y fue, sucesivamente, jefe de Estado Mayor de la Primera Brigada de Navarra, jefe de la Segunda Escuadra de Bombarderos, jefe de E. M. de la Primera Brigada del Aire, profesor de la Escuela Superior del Ejército, director de la Escuela Superior del Aire, segundo jefe del E. M. del Aire y jefe de la Región Aérea Pirenaica. Al cesar como ministro fue nombrado por el Jefe del Estado procurador en Cortes. Estaba en posesión de numerosas condecoraciones españolas y extranjeras, entre ellas la Medalla Militar Individual. Estaba casado con doña María Sousa Jiménez, de cuyo matrimonio tenía siete hijos. El teniente general Lacalle Larraga falleció, poco tiempo después de haber confiado su testimonio histórico para ser incluido en este libro, el día 21 de julio de 1981 en su domicilio de Madrid. 

VISIÓN PERSONAL DEL ANTERIOR JEFE DE ESTADO

Si como militar, principalmente durante la guerra, y como español, después de ella, pude formar juicio de la persona y obra del Caudillo, los siete años largos a su inmediación como colaborador, con frecuentes despachos con él, los Consejos de Ministros, Juntas de Defensa, viajes en avión, etc., fueron ocasión sobrada para poder completarlo, sin olvidar que nadie es la suma perfección y que la visión que de uno se pueda tener no quiere decir que no se le pueda achacar alguna imperfección más o menos ocasional.

Si como español había estado completamente entregado al servicio de España, llegado a la Jefatura del Estado y del Gobierno y con ello el que de su actuación dependiera el porvenir de la Patria y el bienestar del pueblo español, su entrega llegó a lo inconcebible.

Lo considero, tanto desde el punto de vista religioso como del humano, hombre de sólidos principios morales ajustados al honor y a la ética, distinguiendo y graduando el bien y el mal.

Como hombre de excepción no podía dejar de darse cuenta de su superior valer al de otros en lo que lo tenía y de lo contrario en el caso inverso, sin sentir desprecio hacia los del primer caso ni considerarlos inútiles, ni desdén o envidia respecto a los del segundo, de los que procuraba aprovechar, en bien de España, sus conocimientos, saber y consejo cuyo valor sabía apreciar.

Por ello de quienes tenía a su inmediación como colaboradores, escuchaba sus opiniones y observaciones en relación con el asunto que las motivaba e incluso provocaba a que se le manifestaran antes de formar el juicio y decidir. Y al tratar cuestiones importantes en Consejo se percibía su deseo de que manifestaran su opinión razonada numerosos ministros, prestando él extremada atención sin que se reflejara en su rostro la impresión que le causaba lo que de cada uno oía, antes de terminar y dar a conocer su decisión.

Y llegando a lo que pudiera decirse el límite, escuchaba de buen talante indicaciones u opiniones, de todo orden como creo lo atestigua el que en ocasión del despacho que tuve con él cuando me correspondía pasar a la reserva por cumplir setenta años, al decírselo le dije también que ello indicaba que había que pensar en mi relevo como ministro y, teniendo él más años, añadí que también pensaba que si bien la razón de, edad no era lo mismo en relación con la Jefatura del Estado sí era factor a tener en cuenta para la del Gobierno, dada la labor ímproba que suponía su presencia ininterrumpida en largos Consejos de Ministros con gran parte del tiempo dedicada a asuntos sencillos o de puro trámite así como sucedía en los frecuentes despachos con los ministros para que le habláramos no sólo de lo verdaderamente importante y que, en consecuencia, creía que tenía que pensar en nombrar un presidente del Gobierno extendiéndome en diversas consideraciones relacionadas con la cuestión. Escuchó con atención y sosiego mi exposición y me dio su opinión de que todavía podíamos seguir.

Si en la guerra trataba de evitar el desperdicio de energías y bienes, en lo posible daños innecesarios y no digamos bajas en las fuerzas propias, en la paz: el primer punto citado era idea fija que le llevaba a tratar de suprimir todo gasto consuntivo innecesario, y en relación con la vida la consideraba el primordial derecho humano que había que defender: contra los accidentes y enfermedades con todas las medidas precautorias necesarias y posibles, y contra la violencia humana con las coercitivas y punitivas que fuera necesario emplear para evitar la realización de la violencia y todo acto preparatorio o conducente a ella, y creo que aunque todo castigo puede llevar consigo el dar de lado a algún derecho humano éste deja de serlo para hacer uso de él contra el más trascendente y no cabe duda de que el castigo aplicado al culpable es medida disuasoria para que otros no incidan en la comisión de delitos.

La visión elogiosa que doy del anterior Jefe del Estado Español, si inspirada en lo que de sus dotes personales he podido apreciar, lo está más en su obra en el gobierno de España y en ,los frutos de la misma para bien de la Patria y de los españoles, ya que sin duda encierra mucha sabiduría el refrán que dice «Obras son amores y no buenas razones», y no olvido las palabras que dijo hace casi veinte siglos, con sentido parabólico, quien para mí es la infinita sabiduría: «Por sus frutos los conoceréis.»

Y, ¿Cuáles fueron la obra de su gobierno y los frutos de ella?

Terminada la guerra de España y al quedar bajo su gobierno toda la nación con la secuela de daños derivados de la contienda, empobrecida al extremo y con gran expolio de sus bienes incluidas las reservas oro del Tesoro entregadas a Rusia, el inmediato comienzo de la guerra mundial, en uno de cuyos bandos estaban las dos naciones que habían prestado ayuda a Franco, puso a prueba la calidad de gobernante de éste, tanto más habida cuenta de la situación estratégica de España.

Su obra fue mantener España fuera de la contienda con el fruto inmenso de ¿Cuántas vidas de españoles salvadas? ¿Cuántas destrucciones evitadas? ¿Cuántos caudales no gastados? Todo ello sustituido por un comienzo de reconstrucción y de creación de riqueza.

Terminada la guerra mundial y desarticulada, con el apoyo manifiesto del pueblo español tradicionalmente amante de la independencia de su Patria e intransigente con toda injerencia extranjera, la maniobra antiespañola promovida por Rusia, con su acertado gobierno y el trabajo de la gran masa del sano pueblo español, libre de charlatanerías engañosas, se llega a un cúmulo de innumerables realizaciones de todos los órdenes: comunicaciones, pantanos, regadíos, industria, energía, etc…, de las que las tangibles en el solar hispano están para provecho de los españoles que vivimos y de los que nos sucedan.

Lo anterior fue también su obra y frutos de ella en relación con el exterior: Que la España que durante más de cien años había seguido una trayectoria descendente, se puede decir continua, en todos los órdenes, en el concierto mundial, mientras las demás naciones progresaban en el período del desarrollo industrial, y que tras de nuestra guerra había llegado a la triste situación de ruina total, gozó de tal cambio en un período de unos veinticinco años que dio lugar a que en los países adelantados de Europa se hablara del milagro español y a que se nos mirara —pienso yo— con una mezcla de estupor y admiración no exentas de alguna envidia y temor, explicable éste pensando en el comercio y balanzas de pagos internacionales.

En el orden interior los españoles que en su mayoría habían vivido en el primer tercio del siglo sujetos a escaseces y para los que tras el fin de nuestra guerra llegaron a alcanzar incluso lo elemental y necesario, llegando a gozar de un nivel de vida que no habían podido antes esperar alcanzar, siendo los principalmente favorecidos la masa obrera y de bajos empleados. ¡Cuántos de ellos y de sus hijos han llegado a disfrutar de un nivel de vida superior al que podíamos tener veinte o veinticinco años ‘untes la mayoría de los que componían la llamada clase media!

Reflejo indudable del agradecimiento del pueblo español a Franco eran en parte las manifestaciones que le dedicaban durante su gobierno aunque todas ellas juntas no pueden significar lo que la espontánea tras su fallecimiento, en que millares y millares de personas de todas las clases sociales permanecieron horas y horas en la calle, incluso durante toda una noche, en columnas de kilómetros para dar muestra de todos sus buenos sentimientos hacia la persona ante cuyos restos desfilaron o quisieron desfilar.

La hora de la muerte es la hora del juicio y ellos nos dejaron el suyo.

Como lo ha dejado, para conocimiento de todos los españoles, la disposición de 5 de diciembre de 1975, refrendada por S. M. el Rey Juan Carlos I, por la que tiene que figurar «a la cabeza de todas las escalas de los Ejércitos de España el Generalísimo y Capitán General de los Ejércitos Excmo. Sr. Don Francisco Franco Bahamonde, CAUDILLO DE ESPAÑA».

Como se desprende de lo ya dicho pude desarrollar con toda libertad la labor que como ministro me correspondía de informar y hacer propuestas al Gobierno y especialmente al Jefe del mismo de cuanto era competencia de mi departamento y opinar sobre todo lo que lo fuera del Gobierno, el cual, como órgano colegiado del que yo era parte, decidía lo que se tenía que hacer.

Por otra parte es bien sabido que no todo lo que se quiere hacer puede hacerse, bien por razones económicas, técnicas o de otro orden que conocidas por miembros del Gobierno obligaban a éste a demorarlas a cuando pudieran superarse las dificultades.

Afortunadamente fui ministro los años en que, por razón de la labor de gobiernos anteriores bajo la Jefatura de Franco, se pudo entrar en un período de desarrollo que alcanzaba a lo que había quedado pospuesto por atender a lo que urgía más para la reconstrucción de España y el bienestar del pueblo español. Y en consecuencia ello alcanzó a Fuerzas Aéreas, industria aeronáutica y Aviación civil.

En relación con la primera se pudo hacer que su potenciación no fuera sólo dependiente de material proveniente de los Estados Unidos en razón de los acuerdos con esta nación, lo que por otra parte había afectado a nuestra industria aeronáutica sin pedidos y dificultada en consecuencia para ponerse al nivel del progreso alcanzado por la técnica, situación ésta que conjuntamente como antes apuntaba quedó solventada produciendo la industria española, bajo licencia, una serie de modernos aviones de combate para las Fuerzas Aéreas y quedando en condiciones de no sólo proyectar y realizar sin tipo de avión ligero de transporte del que lleva entregados 80 al Ejército del Aire y Servicio de Salvamento y vendidos 180 a otros países, incluido EE. UU., sino para hacer trabajos de colaboración con destacadas industrias aeronáuticas europeas. Así, desde antes del año 70 participó, en consorcio con las de principales naciones de Europa, en el proyecto y construcción del primer prototipo del «Aerobus» y en la construcción de las sucesivas series y mejoras del que ha llegado a ser el avión de transporte de gran capacidad de viajeros que hoy día ocupa el segundo lugar en cuanto al número de unidades pedidas por las compañías.

En cuanto a Aviación Civil, la política del Gobierno de atracción del turismo extranjero hizo necesaria la construcción de nuevos aeropuertos en zonas como la Costa Brava, Levante y Archipiélagos Canario y Balear, y multiplicar la capacidad de otros muchos, tanto en estaciones como en pistas, sin que en ellos se interrumpiera el tráfico.

La obra, a grandes rasgos expuesta en los párrafos anteriores, se hizo aunque en principio no pareciera posible en algún detalle como el de aumentar la capacidad de recepción de aviones, por razón de su peso, que tenía la pista del aeropuerto de Mallorca y ello en plazo perentorio. Y fue posible hacerla porque el Ministerio del Aire contó con el apoyo de todo orden de los demás departamentos ministeriales y la mayor y principal del Jefe del Gobierno, contó con los medios necesarios incluyendo en ellos el personal dependiente del propio departamento cuya dedicación y espíritu de servicio a España no puedo olvidar, y también contó con la industria Construcciones Aeronáuticas bajo la inspiración y dirección de su fundador, aquel gran hombre y patriota don José Ortiz de Echagüe.

El anterior compendio de lo realizado por un solo departamento en siete años y que no es más que una mínima parte de lo que bajo la inspiración y dirección de su jefatura de Gobierno se llevó a cabo para bien de España y de los españoles hacer pensar en lo que éstos y España deben a su Caudillo Franco.

 


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