Franco visto por sus ministros: Juan José Espinosa San Martín

 

Franco visto por sus ministros.

Coord. Ángel Bayod

Página 148

 

La timidez de Franco podía confundirse en ocasiones con una aparente falta de cordialidad.

Era muy observador y gozaba de una memoria envidiable.

Tenía un gran sentido del deber y de la propia responsabilidad.

 

Inspector técnico fiscal. Ministro de Hacienda del 7 julio 1965 al 29 octubre 1969. Nació en Madrid el 30 de junio de 1918. Estudió Derecho en la Universidad de Combatió durante la guerra civil como voluntario en una bandera de la de Sevilla. Después de terminada la campaña perteneció a la Secretaría del Movimiento y subinspector nacional del SEU. Ha sido presidente del o Español de Moneda Extranjera, de la Caja Postal de Ahorros, de la Casa Nacional de la Moneda y Fábrica del Timbre y del Banco de Crédito Industrial. En 1957 fue nombrado jefe del gabinete técnico de Hacienda y, en 1959, director del Tesoro, Deuda Pública y Clases Pasivas, de donde cesó al ser nombrado ministro. Tras cesar como ministro, el 7 de noviembre de 1969, fue nombrado presidente del consejo de las Minas de Almadén y Arrayanes, cargo del que presentó posteriormente la dimisión. El 14 de enero de 1982, fallecía en Madrid.

 

Rasgos más salientes de su personalidad.

Del pensamiento político de Franco, de la magnitud de su obra y de la transformación tan impresionante de España bajo su mandato no voy a hablar pues son bien conocidas, y ahí están sus discursos, la obra legislativa y las estadísticas que reflejan la ingente labor. Mi aportación se va a limitar a entresacar de mis muchas notas y recuerdos, algunos hechos, actividades y manifestaciones que espero puedan ayudar a comprender mejor su personalidad. Es lástima que falten hoy muchos de sus más antiguos e íntimos colaboradores cuya aportación en este libro sería inestimable.

Entre los rasgos más salientes de su personalidad, destacaría su gran sentido común; su increíble paciencia; su autodisciplina en todas sus actividades; su pragmatismo que le hacía huir de asistir a la colocación de primeras piedras para asistir a las inauguraciones; enemigo de las divagaciones actas gustaba de lo concreto. Tenía excepcional facilidad para reducir a un esquema simple los asuntos más complejos.

Poseía un gran sentido político y era singularmente desconfiado, sobre todo hacia lo que venía de fuera de nuestras fronteras. Sabía escuchar con una extraordinaria impasibilidad en el rostro. Su timidez podía confundirse en ocasiones con una aparente falta de cordialidad. Era muy observador y gozaba de una memoria envidiable. Tenía un gran sentido del deber y de la propia responsabilidad.

En su trato personal fue siempre un gran señor y su fino sentido del humor estaba exento de hirientes ironías. Estaba muy al corriente de lo que sucedía en la vida española.

Durante los cuatro años que pertenecí al Gobierno, pude observar que el paso del tiempo le iba haciendo mella. Poco a poco iba interviniendo menos en los Consejos de Ministros y se reservaba para las cuestiones realmente trascendentes. Éstas, sin embargo, las llevaba muy personalmente.

Al iniciarse la reunión del Consejo, era frecuente que Franco informara sobre alguna cuestión de importancia nacional o internacional. Después solía permanecer callado, si bien pedía en ocasiones alguna aclaración o manifestaba con brevedad su parecer. En las deliberaciones, valoraba especialmente la opinión del ministro competente. No interrumpía los informes por extensos que fueran. Sólo recuerdo en cuatro años dos toques de atención: «Estamos en Miniconsejo» (por la tarde se inauguraba la Feria del Campo y había que terminar por la mañana), y «Vamos a tener que traerte un reloj de arena», dijo con ironía a su gran amigo el general Alonso Vega, que tenía tendencia a extenderse. En otras dos ocasiones en que éste, ante la sorpresa de todos terminó brevemente, Franco, bromeando, le dijo: «Numerosas comisiones pasan a felicitarte.»

Franco inició uno de los primeros Consejos a los que asistí leyendo personalmente el plan de acción para la península ibérica del grupo maoísta revolucionario. En resumen se decía que los dos dictadores enemigos del pueblo, Franco y Oliveira Salazar, estaban viejos y que había que preparar ya el asalto al poder para cuando murieran esos asesinos, etc. Durante su lectura su rostro no se inmutó, ni hizo ninguna inflexión de voz. Al terminar comentó que era un documento interesante que nos alertaba sobre sus planes de actuación, y que se tuviera presente por los servicios de seguridad del Estado. Luego continuó el Consejo sus deliberaciones.

Un día, después de dar cuenta el ministro competente de varios éxitos deportivos, comentó Franco: «No hay que airearlos porque luego nos van a dar las bofetadas en México.» Se refería a la próxima Olimpíada.

A propósito de unas declaraciones efectuadas al llegar a Barajas por una personalidad extranjera, decía: «¿Por qué los periodistas cuando llega alguien por primera vez a visitarnos lo primero que le preguntan es qué piensa de nuestro país y de los españoles? Esa pregunta deberían hacérsela cuando se marcha.» El ministro de la Gobernación dio cuenta de un hecho jocoso: Una mula había descubierto la dinamita robada. Franco, dirigiéndose a él, le dijo: «La habréis nombrado policía.» Tras un informe del propio ministro sobre la Fiesta Nacional, Franco nos decía: «Me extraña la importancia que le dan los directores generales de Seguridad a los toros.»

Sobre el éxito de la Orquesta Nacional en Alemania, que era la primera vez que actuaba, hizo la siguiente observación: «El estilo del director le va muy bien a Alemania.»

 


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