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Franco visto por sus ministros.
Coord. Ángel Bayod
Página 226
Franco tenía una información insospechada no sólo de cuestiones políticas, sino sociales y personales.
Abogado. Ministro de Agricultura del 29 octubre 1969 al 11 diciembre 1975. Nació en Madrid el 4 de febrero de 1920. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Madrid. Participó como voluntario en la guerra, alcanzando el grado de alférez provisional de Infantería. Se dedicó más tarde a la agricultura creando una explotación calificada de empresa ejemplar. Elegido presidente de la Cámara Oficial Sindical Agraria de Guadalajara y del Sindicato provincial de Ganadería, pasó después a presidir la Hermandad Sindical Nacional de Labradores y Ganaderos, desde 1962 hasta diciembre de 1965. En dicha fecha fue nombrado subcomisario del Plan de Desarrollo, dedicándose a la programación del sector agrícola. Ha sido procurador en Cortes en seis legislaturas, como representante de la provincia de Guadalajara y consejero nacional designado por el Jefe de Estado. Con posterioridad a su cese como ministro ha sido presidente del consejo de administración de la Compañía Telefónica Nacional de España. Está casado y tiene nueve hijos. Falleció el 10 de febrero de 1987, en Madrid.
¿Cuál es su visión personal del anterior Jefe de Estado?
Mi visión del anterior Jefe de Estado es la de que era un patriota sincero con una dosis de sentido común poco común, con una memoria prodigiosa, poco comunicativo, con una ironía y humor galaico y un respeto también muy gallego hacia el mundo del Derecho y con una dosis increíble de autoridad personal y capacidad de trabajo.
Era enormemente respetuoso con sus ministros y colaboradores, de una extraordinaria prudencia para tomar decisiones y tenía un profundo conocimiento del pueblo español.
Yo tuve trato personal con Franco en los últimos seis años de su vida y, por lo tanto, no puedo juzgar de sus épocas de mayor juventud y vigor. Dentro de estos años, era muy distinto en los cuatro primeros a como lo fue en los últimos en los que sin perder su nítida claridad de juicio, estaba más lento de reacciones.
En los primeros años todos los asuntos de Consejo de Ministros, incluso siendo ya presidente el almirante Carrero Blanco, se discutían en su presencia, con polémicas a veces duras y absoluta libertad. En los últimos, después de la muerte del almirante Carrero, el Consejo se celebraba en Castellana, 3, presidido por su presidente don Carlos Arias y la reunión semanal de El Pardo se limitaba a la lectura de unos informes con rarísimas intervenciones de Franco, aunque seguía recibiendo privadamente a los ministros para despachos personales entre semana, y momentos antes de la reunión a aquellos que quería plantearles algún tema concreto en una visita rápida.
Como ministro de Agricultura tuve, en cambio, ocasión de tratarle más que otros en plan personal y familiar en las veladas de cacerías que en muchos casos yo tenía que organizar.
En estas ocasiones, sin que se pudiera decir que fuese locuaz, gustaba de contar anécdotas y bromas y contestaba a preguntas de temas absoluta-mente ajenos a los asuntos políticos o administrativos, haciendo gala de su prodigiosa memoria sobre personas o hechos.
Tenía también una información insospechada no sólo de cuestiones políticas, sino sociales y personales.
No era en absoluto mojigato en el planteamiento de los temas, aunque siempre guardaba las formas y una absoluta corrección. Le molestaba herir la sensibilidad de aquellos que consideraba leales o bienintencionados, a los que pasaba por alto cualquier torpeza o equivocación, pero era enormemente incisivo y cortante con aquellos en los que presumía una intención poco clara.
Era muy poco amigo de halagos y felicitaciones, hasta el extremo que en los seis años que fui ministro con él, sólo en tres ocasiones recibí unas palabras de felicitación y aliento por mi gestión y no creo estuviese descontento de la misma, ya que me mantuvo a través de varios cambios de Gobierno, y cuando salí en diciembre de 1975 era el único ministro que quedaba de la crisis del 69, habiendo trabajado en Consejo con 49 ministros distintos.
En las ocasiones a las que antes me refería, distendido y apartado de la vida oficial, era muy afectivo y cordial y teñía detalles de una profunda humanidad y me atrevería a decir que era en cierto sentido sentimental.
También era mucho más liberal de concepciones en cuanto a la política y a la vida que muchos colaboradores y seguidores, con un sentido pragmático de las realidades; y es falso que no se dejaba convencer. Lo que indudablemente había que hacer era insistir.