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En febrero de 1934 dos organizaciones firman su acuerdo de unión, dando lugar a un nombre muy largo: Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista. En ella se unen los falangistas de José Antonio Primo de Rivera y Julio Ruiz de Alda con los jonsistas de Ramiro Ledesma y Onésimo Redondo, entre otros.
Las JONS nacieron de otra unión anterior, en octubre de 1931, entre el grupo liderado por Ramiro Ledesma Ramos en torno al semanario La Conquista del Estado y las Juntas Castellanas de Actuación Hispánica, fundadas por Onésimo Redondo Ortega, editor del semanario Libertad. Las JONS propugnaban el nacionalismo español, la acción directa para conquistar el Estado y hacer la revolución social.
En 1934, los jonsistas debaten sobre la unión con los falangistas. Ganaron quienes defendían «que el movimiento FE encierra algunas calidades valiosas y que sus dirigentes pueden, sin dificultad, interpretar una actitud nacional-sindicalista (…) A este efecto, defendemos que las JONS deben invitar solemne y cordialmente a FE a que se desplace de sus posiciones rígidas, situándose en un terreno nuevo, donde resulte posible la confluencia, unificación y fusión de ambos movimientos». Pidieron a Ruiz de Alda y a Primo de Rivera que aclararon ante el Consejo sus posiciones en cuestiones de ideología y de táctica. El acuerdo de unión lo firmaron José Antonio por Falange Española, y Ramiro Ledesma, por las JONS. Los jonsistas aportaron a la unión con Falange el nacionalsindicalismo y sus símbolos más reconocidos como las cinco flechas, ya usadas de forma más abundante en el malogrado El Fascio; el lema “¡España Una, Grande y Libre!” y “¡Arriba los valores hispánicos!”, grito precursor del posterior “¡Arriba España!” falangista, procedente del regeneracionista Macías Picavea.
El día 16 de febrero de 1934 se hizo pública la unión de FE y de JONS en la Prensa, mediante la siguiente nota:
“Ha sido firmado el documento por el cual las JONS y Falange Española forman una organización única. El nombre oficial del movimiento será Falange Española de las JONS.
Se ha establecido como imprescindible que el nuevo movimiento insista en mantener una personalidad que no se preste a confusionismo alguno con los grupos derechistas. Las jerarquías superiores de FE y de las JONS han constituido una Junta única de mando. En todos los grados nacionales y locales de la organización la fusión se realiza con el mismo criterio de totalidad. Todos los mandos serán encomendados a militantes más jóvenes de cuarenta y cinco años.
El emblema del movimiento ha de ser las cinco flechas y el yugo de las JONS. En el programa aparecerán siempre mantenidas las bases fundamentales en que ya existía perfecta coincidencia: unidad patria, acción directa, antimarxismo, antiparlamentarismo, revolución económica que instaure la redención de la población campesina, obrera y de todos los pequeños productores”.
En el semanario FE, del 22 de febrero de 1934, se publica un elogio de la fusión:
“Desde la pasada semana FE y JONS forman una organización única, con una Junta única de mando, con una perfecta fusión en todos los grados nacionales y locales de la jerarquía, con una entrañable fraternidad en todas las masas de afiliados. No podía ser de otra manera. No es una unión lo que se ha logrado, sino una hermandad lo que se ha reconocido. Por eso, no nos ha costado un solo minuto la discusión programática, y luego, en toda la práctica labor de acoplamiento de mandos, la generosidad y buena voluntad han sido tales por ambas partes que ninguna dificultad ha surgido en las deliberaciones y resoluciones de la superioridad, cuyo solo criterio ha sido el de dar el máximo incremento a nuestra empresa común de redención de España y de constitución del nuevo Estado. Sirva de ejemplo a todas las Juntas provinciales. FE y JONS eran dos movimientos idénticos, procedentes de un mismo estado de espíritu ético y patético, con raíces intelectuales comunes, nacidos de una misma escueta autenticidad española. Uno y otro estaban y están puestos al servicio de las mismas grandes invariantes de la historia patria y nutridos de la misma actualidad técnica y universal frente a la vicisitud de los tiempos. Además, las gentes de FE y de las JONS estaban ligadas por amistades verdaderas y por un exacto y mutuo conocimiento, que tenía que sobreponerse de una vez para siempre a toda superficial diferencia y a toda competencia circunstancial. Este último momento de FE como entidad separada de las JONS es necesario que aprovechemos para levantar el elogio que dentro nos cantaba de siempre a estos camaradas que ya son unos con nosotros, no ya solamente en la fe y en el combate desde siempre comunes, sino en la disciplina, en el destino de cada momento, bajo ese claro símbolo imperial de las flechas y el yugo, que tomamos desde hoy como nuestros, y que siempre sentíamos, como nuestros, insustituibles. Con las JONS en hermandad única y nueva vamos a reponer en el escudo, en el cuadrante solar de las Españas, yugo y haz; equilibrio perfecto de la pastoral y la epopeya. Esa es nuestra meta de combate, camaradas de la que hoy se llama para siempre Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista. Nuestros hermanos de las JONS, guiados por Ramiro Ledesma, fueron los primeros en abrir la brecha difícil. Fueron la primera guerrilla del estilo nuevo, los gallos de marzo que cantaron escandalosos y aguerridos la gentil primavera de las Españas, la que hoy nos da ya por todas partes su brote irresistible de verdor. Y no podía ser, decimos, de otra manera. Dos movimientos, con una finalidad idéntica, afianzados, además, en el principio inconmovible de la unidad y la abolición de los partidos, no tenían otro remedio sino aniquilarse uno a otro, lo cual hubiera sido inhumano, ininteligente y absurdo, o fundirse en uno solo apenas demostrada la ya demasiado evidente vitalidad de entrambos. Hecha la unión, en todo nos ha sonreído la fortuna.
El movimiento de las JONS había sobre todo insistido en una cierta crudeza de afirmaciones sindicales, que en nosotros habían quizá retardado su virtud operante y expresiva, aunque estuviesen bien dibujadas en nuestras entrañas. Con las JONS hoy todavía más que ayer, al formarnos en un solo haz de combate somos rotundamente «ni de izquierdas ni de derechas», o sea, de España, de la Justicia, de la total comunidad de destino, del pueblo como integridad victoriosa de las clases y de los partidos.
Uno de los primeros efectos que la superioridad había previsto como resultado inmediato de la unión era la seguridad de que nuestro movimiento aumentaría poderosamente sus capacidades de atracción. El mismo día de firmado el pacto este resultado previsor se producía en gran escala, no sólo por mayor afluencia de adhesiones, sino por la incorporación en bloque de núcleos importantes, que daremos a conocer en breve. Saludemos todos esta unión fraternal, absoluta y sin reservas, camaradas de FE y de las JONS Al escribirse este artículo es la última vez ya que se verán separados nuestros nombres. Nos hemos unido por arriba, como seres nobles y generosos, para defender abnegadamente a la Patria, y no por subalternos intereses particulares, que unen a los partidos de clase bajo máscaras de grandes principios. Nosotros no tenemos intereses subalternos de clase, y quien nos conozca y quien nos mire de cerca y en lo hondo, lo sabe. Nos hemos unido no sólo por lo más alto y noble, sino por la emoción, aún más que por la inteligencia. La sangre de nuestros muertos nos ha unido, y ella es la que ha sellado nuestro pacto. Aquí abajo nos abrazamos nosotros en un solo haz; pero allá arriba, sobre el cielo azul de las Españas, se dan hoy un abrazo estrecho José Ruiz de la Hermosa y Matías Montero. Ante nuestras filas cerradas, ellos están presentes”.
El 4 de marzo de 1934 se proclamó la unión de FE y las Juntas en un acto celebrado en el Teatro Calderón de Valladolid.
La noche anterior, una escuadra que mandaba Jose Antonio Girón fue al Teatro Calderón, revisó el local y montó los puestos y el escenario.
Horas antes, en torno al teatro donde está anunciado el acto, grupos rojos se concentran dentro de un torvo ambiente que nada bueno hace presagiar, en la Casa del Pueblo, Ateneo Libertario y la CNT. Pero por otra parte miles y miles de campesinos llegan a la ciudad. También de las capitales cercanas llegaron centenares de camaradas, uniformidad variopinta en negro y rojo, aún no se había fijado el uniforme. “La Fuente Dorada, la Calle de la Libertad, la de las Angustias, hervían materialmente de hombres de rostros curtidos por el sol y el aire del campo, que alternaban con muchachos jóvenes de las ciudades. Mientras dentro del teatro cinco mil hombres confirmaban el éxito del acto. También algunas mujeres valientes y decididas estaban presentes en el Calderón, que nunca había contenido a una multitud tan numerosa, ni tan ilusionada. José Antonio, Ramiro, Onesimo y Ruiz de Alda se trasladaron a pie hasta el teatro. Con ellos iban, entre otros, Alvargonzalez, Gimenez Caballero, Sanchez Mazas, Areilza, Valdés, Ansaldo, Bravo, Arredondo y Pelaez.
A la entrada del teatro, por el pasillo central del patio de butacas, precedidos por el estandarte de las JONS, miles de brazos se alzaron mientras las gargantas, enronquecidas por la emoción, gritaban las consignas de Falange.
Abrió las intervenciones Martínez de Bedoya, que habló en nombre de la juventud universitaria: “el que esté dispuesto a alterar el orden que esté dispuesto a jugarse todo”. Le siguió Gutierrez Palma que pronunció todo un juramento de fe. Ruiz de Alda, héroe del Plus Ultra y autor del nombre de Falange Española, recibió una atronadora ovación. Después habló Onésimo Redondo: “Si este acto tiene algo de extraordinario es precisamente que estos jóvenes vienen a pedir, a la faz de España entera, el primer puesto entre los hombres. Siguió Ramiro Ledesma Ramos: “No queremos obreros que renieguen de su espíritu revolucionario. Somos antisocialistas, porque son antiespañoles”. Finalmente se levantó a hablar José Antonio: “Mis amigos, que ahora se asustan de un vocablo, prefieren, sin duda, confiar en la política boba de hacerse los distraídos ante la revolución pendiente, como si no pasara nada, o la de querer ahogarla con unos miles de guardias más. Pero ya me darán la razón cuando unos y otros nos encontremos en el otro mundo, adonde entraremos, después de ejecutados en masa, al resplandor de los incendios, si nos empeñamos en sostener un orden injusto forrado de carteles electorales”. Añadió: “¿Qué nos importa el Estado corporativo; qué nos importa que se suprima el parlamento si esto es para seguir produciendo con otros órganos la misma juventud cauta, pálida, escurridiza y sonriente, incapaz de encenderse por el entusiasmo de la Patria, y ni siquiera, digan lo que digan, por el de la Religión?”.
Terminaba el acto, la gente salía; los pasillos del teatro estaban atestados. Se oían disparos en el exterior. Los azules corrían hacía el fuego, en la calle eran rechazados por la Guardia de Asalto que, a punta de pistola, obligó a cerrar las puertas del teatro. José Antonio y Julio Ruiz de Alda empezaron a dar órdenes. Para evitar confusiones durante la agresión, en el tiroteo que les esperaba a la salida, se acordó que llevarían un pañuelo anudado en la mano derecha.
Fuera, en las esquinas, los izquierdistas armados trataban de acercarse al teatro, rebasando a los guardias. Disparos, heridos. “¡Muera España!”, grita el enemigo. Ruiz de Alda, al frente de varios camaradas, avanzó hacia la calle de la Libertad. Ramiro, con algunos escuadristas, desalojó de hostiles la calle Canovas del Castillo y José Antonio, pistola en mano, penetró a tiros en los primeros soportales de Fuente Dorada. Los guardias impotentes disparan al aire. Comenzaron las detenciones.
En las vías públicas, los anarquistas y socialistas atacaban a algunos por su forma de vestir. En la calle General Almirante, el estudiante de Medicina Angel Abella García es asesinado al confundirle con un jonsista. En los hospitales y puestos de socorro se atendía a los heridos.
El mitin del teatro Calderón será el primer y último acto público en el que se encuentren reunidos Ramiro, José Antonio, Onésimo y Julio Ruiz de Alda, los cuatro primeros carnets de Falange Española de las JONS por su orden correlativo.