Juan Chicharro
General de División (R)
“El Almirante ” es una película histórica rusa estrenada en el año 2008 que describe la vida del Almirante Kolchak, quien fuera Comandante Supremo del Gobierno ruso del movimiento blanco. Es una magnífica película, de corto recorrido en nuestras salas, por razones que ignoro, pero que intuyo, toda vez que es lo mismo que ha sucedido con otras como “Un Dios prohibido” o “La Cristiada”, películas todas ellas que reflejan la barbarie marxista y consecuentes asesinatos en masa de personas por su ideología o religión. Es difícil borrar de la retina las imágenes despiadadas de las ejecuciones de los oficiales de la Armada zarista y el lanzamiento de sus cuerpos al mar que la citada película describe con detalle.
Esto sucedió en 1918 y lejos estaban nuestros marinos de pensar que algo parecido les podría ocurrir en algún momento. Pero ocurrió igual en el año 1936 y ésta es la razón por la que comienzo estas líneas al hablar de la Armada en nuestra guerra civil.
Hablar de la actuación de nuestra Flota de guerra en aquellos tres años sería prolijo y lejos del alcance de estas breves líneas, si bien cierto es que no fue un escenario de grandes batallas navales tal como las que se dieron en la Primera Guerra Mundial o después en la segunda. Hubo sí, hazañas heroicas y arriesgadas como las de protección del llamado “convoy de la victoria” o combates puntuales teniendo como protagonistas a los cruceros Canarias, Baleares o Cervera siempre en combates desiguales por la superioridad de estos sobre sus oponentes ; y errores mayúsculos como el que costó el hundimiento del Baleares. También una labor arriesgada y persistente de buscar el dominio del mar para garantizar los suministros que llegaban por mar al ejército nacional con toda clase de medios incluyendo entre estos la de los “bous” armados y militarizados en el Cantábrico.
Pero, dicho esto, al hablar sobre la Armada, y lo que sucedió en aquella guerra civil, el punto de referencia y el que además da la perspectiva histórica a aquellos días fue el de las matanzas de sus oficiales. Es curiosa la ignorancia imperante hoy sobre estos hechos. Acaecimientos que marcaron no sólo el devenir de la guerra sino a toda una generación de oficiales de marina cuyos padres fueron masacrados de la manera más cruel.
“Perdonad pero no olvidar” es lo que pregonaba un mural que existía en el antiguo museo del Ejército. Y hemos perdonado, y hasta también olvidado, hasta que alguien hizo renacer de las cenizas un odio y revanchismo que creíamos ya superado.
No se pueden entender los hechos que sucedieron en la Armada sin encuadrarlos en el ambiente existente en España en aquellos momentos. Una España en plena descomposición. En la Armada lo que sucedió fue un éxito claro de la estrategia revolucionaria preparada desde mucho antes con una incidencia notable en el debilitamiento de la disciplina. Una de las técnicas ampliamente utilizada fue la de “dislocación” consistente en enfrentar entre sí a los distintos Cuerpos y por supuesto a los diferentes estamentos de la sociedad naval lo que facilitó mucho la aplicación de técnicas subversivas cruentas y directas. Desde la implantación de la República el quebranto de la disciplina fue notable incluso con medidas auspiciadas desde el propio Gobierno, quitando la razón a los Jefes siempre que se podía, con grave perjuicio de la moral militar y del prestigio de los mandos. Las aspiraciones legítimas de los elementos subalternos se convirtieron, por otro lado, en reivindicaciones propias de la lucha de clases. Un hecho gravísimo llevado a cabo a conciencia fue la de reposición en sus mismos buques y puestos a represaliados durante los sucesos de 1934, una vez amnistiados, después de las elecciones de febrero del 36 lo que propició la creación de células revolucionarias a bordo.
Crucero Baleares
En el momento del Alzamiento del 18 de julio las circunstancias enfrentaron a los mandos a quienes les dolía la secuela de asaltos, desordenes y anarquía política imperantes en aquellos días con las dotaciones bien trabajadas por la propaganda revolucionaria y la debilidad de la disciplina.
En ese momento los oficiales pretendieron ganar para la causa nacional las Bases y buques con escaso éxito lo que propició la más dura represión por parte de los comités revolucionarios. Y se desató la tragedia. Más de la mitad de los oficiales de marina que figuraban en el escalafón de junio de 1936 fueron asesinados; en ocasiones de la manera más cruel posible como lo acaecido, por ejemplo, en el “España número 3” donde los oficiales atados de dos en dos por la espalda y con un peso en los pies fueron arrojados al mar sin juicio ni nada parecido. Lo mismo que en la revolución rusa veinte años atrás. Se implantó el reino de los asesinos, nunca el de la justicia.
El resultado de todo esto fue que la flota nacional quedó reducida a un acorazado, tres cruceros y a un sólo destructor, mientras que la flota republicana o roja quedo constituida por un acorazado, tres cruceros, quince destructores, siete torpederos, doce submarinos y toda la aviación naval. Como se ve una superioridad casi total.
¿A qué se debió entonces la supremacía en la mar de la flota nacional?
De una parte a que el cómputo numérico de unidades no basta si falta la pericia; es necesario tener en cuenta que en el rendimiento del material influyen la organización, la moral y la disciplina. En este sentido la escasa flota nacional fue muy superior a la frentepopulista. En esta última la impotencia del Gobierno para imponerse al desorden, del cual es reflejo la bestial matanza de cientos de sus compañeros, unida a la falta de moral del personal subalterno, actuante sin disciplina, ni voluntad de lucha ni confianza en sus jefes la llevó a la derrota sin paliativos.
Resulta del todo impensable que algo así pueda suceder nunca más pero la maldad y el odio perviven; basta con echar la vista atrás apenas un par de lustros y recordar las torturas a Ortega Lara o los asesinatos de Miguel Angel Blanco o Gregorio Ordoñez y de cientos más para constatar que, por desgracia, aún, el mal ronda entre nosotros.
Y en cuanto a lo que se refiere a la Armada no son para mí buenos síntomas los efectos de diferentes leyes promulgadas en los últimos años relativas al Personal por introducir efectos dislocadores entre estamentos, por los efectos sobre la disciplina de la laxitud de las nuevas normas penales o disciplinarias o por la creciente aparición de organizaciones “seudosindicales” en la supuesta defensa de “derechos” que no se denominan de clase pero que lo parecen.
He escrito de Historia pasada pero estas líneas quedan no sólo como recuerdo de hechos de otra época, sino también para que no vuelvan a suceder nunca más como “Aviso a navegantes”.