Valentín Fernández Cuevas
La oficialidad del ejército de Madrid tiene que hacer grandes esfuerzos para evitar la desbandada. Siguen los cañonazos certeros de la artillería nacional. El coronel Castillo reclama con urgencia a Madrid fuerzas para poder sostener la posición. Le contestan que opongan resistencia hasta morir, y que con rapidez se le envían cañones, tanques y aviación. Castillo observa con sus gemelos desde la estatua del león para vislumbrar la llegada de los aviones, dando ánimos a las milicias. Avanzan las columnas nacionales por la carretera central, entre lluvias de proyectiles enemigos, avanza lentamente lacolumna de Guiloche. El bautismo de fuego comienza para los soldados nacionales. Caen losprimeros heridos por la metralla. v ello sirve para enardecer más el ansia de coronar lamontaña. La columna que manda el capitán Gonzalo Ortiz y en la que marcha también como jefede la centuria vallisoletana fosé Antonio Girón, se bate entre los pinares con verdaderoheroísmo. A los disparos de fusil sigue la lucha cuerpo a cuerpo con bayoneta calada, ya que del bosque van surgiendo las milicias rojas embriagadas de odio y fanatismo. La columna del capitán Pardal deja atrás los heridos y continúa ascendiendo en su maniobra envolvente, entre el estallido de la metralla que cruza de una y otra parte del Alto, con ventajosa situación del enemigo. De la táctica y la disciplina en el cometido de todos depende el fracaso o el triunfo de la empresa. Con una rosa en los labiospor entre los peñascales salta un muchacho moreno y espigado, como de dieciséis años, vistiendo pantalón gris y camisa azul, que venía siguiendo a las tropas, sabe Dios desde dónde, con ánimo de incorporarse a ellas.-Todavía eres un chiquillo, Pistolo-, le gritaba una vieja en San Rafael, al observar que elmuchacho intentaba conseguir la escopeta de un cazador, con lo que se conformaba para lalucha.-Tengo buena puntería y corazón me sobra-replicaba el mozo, embriagado de espíritu guerrero. Y siguió tras de las tropas cuando éstas se encontraban ya en el umbral del drama, cuyo desarrollo y final nadie podía predecir, aunque todos estuvieran animados de los mejores deseos para alcanzar el triunfo..El mozuelo, sin arma, pero con mucho arrojo, se encontró de lleno entre los toques de clarín, los estallidos de cañón y los gritos animosos de avance. Y, contagiado del entusiasmo guerrero de los demás, forma ya parte de la avalancha que avanza para la conquista del Alto. Aparece sobre el espacio un “katiuska” enviado desde Madrid, que lanza oleadas de bombas sobre las columnas nacionales. Pistolo salta como un gamo velozmente entre los peñascos, guareciéndose en lo posible del peligro en que se encuentra. Uno de los falangistas cae mortalmente herido atravesado por la metralla. Y va a parar a sus brazos, recibiendo la impresión más fuerte de su vida. Con la mano izquierda procura sujetar al herido que sangra a borbotones, y sobre el brazo derecho se inclina el fusil, recogiéndolo con presteza. Un momento de preocupación le ‘domina, pero no hay que pensarlo más. Deja al herido agonizante en el suelo, le mira con gesto de compasión y exterioriza a la vez otro de coraje. Sujeta bien el fusil, comprueba que está cargado, maniobra el cerrojo y, sin dejar la rosa que lleva en sus labios, se lanza bosque arriba siguiendo la ruta de los demás compañeros que se aproximan ya a la meta señalada, los pocos que quedan, porque la columna se va diezmando con demasiada rapidez.
Un charco de sangre sigue el ascenso al Guadarrama entre oleadas de fuego que abrasan los pinos y el olor a pólvora que asfixia tanto como el sol de estas horas de la tarde. Ahora es un “rata” de la aviación roja el que aparece, y dos “katiuskas” que le siguen después, llegados de Madrid para salvar la posición del Guadarrama, mientras el Gobierno rojo envía más cantidad de tanques, cañones y ametralladoras.Una de las bombas lanzadas por un “katiuska” cae al lado de la casucha donde el coronel Se rrador tiene su Puesto de Mando. Varios soldados y guardias civiles que allí se encontraban caen retorcidos en un charco de sangre, abrasados por la metralla. El comandante Juan Martín Montalvo, jefe del Estado Mayor de la columna, es mortalmente herido. Por todos pasa un momento de indecisión. ¿Se podría resistir sin aviación y con tan escaso número de armamento? La aviación roja continúa sembrando la tragedia sobre el Guadarrama y sus alrededores. La sangre generosa de los soldados nacionales riega el tomillo y la sanjuanera, los pinos y los zarzales, tiñe de rojo los peñascos y colorea el agua de los arroyos. Pero había que morir antes que doblegarse a las iniquidades del marxismo, y los que quedan en pie avanzan entre charcos de sangre, para cumplir la orden terminante y necesaria de coronar el Alto de laSierra.
Bajo un sol de fuegola columna del capitán Ortiz, en la que van los falangistas con José Antonio Girón, aprieta la marcha y busca el cuerpo a cuerpo de las milicias rojas, abriéndose paso con heroísmo, aunque deja tras sí un camino de muertos y heridos como rúbrica del coste de esta batalla. Son las cinco de la tarde y el sol de la Sierra es abrasador, quema tanto como el fuego mortífero que lanzan los aviones. Las gargantas sedientas ya casi no pueden gritar arengas, pero todos los que se mantienen en pie están de acuerdo en coronar la montaña. Sólo tienen una misión que cumplir: la de seguir avanzando y eliminar el estorbo, con fusil o bayoneta. Ha de coronarse el Alto antes de que llegue la noche. Esta es la orden de Serrador. La columna central de Guiloche avanza con dificultades por la carretera, debido a los destrozos que en ella ha causado la aviación. Hay necesidad de arreglar el camino para que pasen los camiones. A todo esto, el grupo de Pardal asciende por el flanco izquierdo para llegar a la cumbre yenvolver a las tropas rojas. La única ventaja de los nacionales era su artillería. Los disparos se hacen con precisión, y ahora con más coraje para vengar la muerte de su comandante y demás compañeros inmolados.
EL ASALTO FINAL
Decae la tarde. El sol va hundiéndose hacia el ocaso, notándose ya un aire suave y confortable en las alturas. La columna del capitán Pardal se encuentra a medio kilómetro dela meseta. Serrador va reforzando las columnas con los pocos elementos de que dispone. Y envía el resto del escuadrón de Farnesio con los capitanes Perelétegui y Souto. La columna de Guiloche, que tiene la compañía de Transmisiones, necesita refuerzos urgentes. Serrador le envía a los guardias civiles de que dispone y con la orden terminante deque avance por la carretera todo lo posible. Se procede con rapidez a cambiar de emplazamiento los cañones del 7,5, la única fuerza efectiva que se tiene para distancia, puesto que ni un avión hay a sus órdenes. En cambio, la aviación roja continúa martilleando a los nacionales, causándoles numerosas víctimas que son retiradas a retaguardia. Van ya casi tres horas de combate y los voluntarios bisoños se han convertido en poco tiempo en verdaderos veteranos de la guerra. Hay tal decisión en ellos que nadie les podrá contener.
Están dispuestos a morir matando y a seguir su avance pese a todos los obstáculos, mientras puedan mover sus pies y manejar sus brazos. Serrador da la orden terminante: “¡Arriba! ¡Al asalto! ¡A conquistar la gloria y la victoria!”Y todos a una, sincronizando la obediencia, el entusiasmo, el patriotismo, las ganas de pelea y las ansias de triunfo, se lanzan a coronar el Alto sin miedo a la muerte. Los falangistas de la columna de Ortiz y Girón se baten con heroicidad en el lado derecho y coronan la loma del Guadarrama. Al mismo tiempo, sobre el borde de los barrancos del lado izquierdo, asoman las banderas y los fusiles de la columna Pardal, que cae sobre la cúspide. Y, a la vez, la columna Guiloclie, anticipándose, como era su deseo, pone pie en la posición disputada para comenzar el barrido del enemigo.
OCUPACIÓN DEL ALTO DEL LEÓN
Faltan unos minutos para las seis de la tarde. Las milicias rojas ceden el paso a los bravos soldados nacionales. Al verse envueltos por varios flancos, los milicianos inician una desbandada en retroceso hacia sus líneas de retaguardia, donde tienen defensas de contención y esperan grandes refuerzos que ya se hallan en El Escorial, Tablada, pueblo deGuadarrama, Peguerinos y Santa María de la Alamenda. En este último es donde se concentran las tropas de Madrid para enviarlas a las líneas avanzadas. Los únicos que se mantienen con mayor disciplina son los soldados de Ferrocarriles, que retroceden peleando. Dieciséis de ellos se quedan junto a la estatua del león, pero son envueltos por las tropas de Guiloche, que son las primeras en acercarse. Entre sangre, pólvora, montones de heridos y los últimos cañonazos protectores del avance suenan los gritos emocionantes de ¡Arriba España! y ¡Viva España!, pronunciados por falangistas y soldados, a la vez que se clavan sobre el monumento las banderas de España y de la Falange. Entre vítores emocionados llega por la carretera al Alto el coronel Serrador, cubierto de polvo, ennegrecido su rostro, sereno y airoso, acompañado de los pocos supervivientes de su Estado Mayor y unos guardias civiles de escolta. Entre los soldados y falangistas se ve avanzar a un muchacho, a pecho descubierto, sangrando por un brazo. Lleva en sus labios, bien sujeta, una hermosa rosa que parece reflejar en él su juventud y su optimismo, Se trata de Pistolo, ya héroe, y con su bautismo desangre, que se encarama sobre el monumento donde ondea la bandera de España, y,después de acercar los pliegues de ésta a sus labios, deposita amorosamente la rosa en la misma boca del león de piedra, donde queda como símbolo poético de la hazaña para perfumar el viento puro del atardecer.
“¡A MADRID!, ¡A MADRID!”, GRITAN LOS NACIONALES
El triunfo de los soldados de Serrador quiere extenderse hacia zonas más amplias. Desde la cumbre del Guadarrama surge el impulso heroico de lanzarse sobre la capital aprisionada. Los soldados y falangistas, llenos de entusiasmo, gritan decididos: “¡A Madrid!¡A Madrid! ¡A liberar la ciudad y sus cautivos!”El coronel Serrador siente también esos ímpetus, pero reconoce que con tan escasas fuerzas sería una locura lanzarse monte abajo, donde las fuerzas del Gobierno de la República son numerosas.-Si tuviéramos fuerzas de refresco -dice el coronel-, ya estaría iniciado el empujón Pero era necesario contener el arrojo de los soldados y de la Falange, y cortar a tiempo la aventura. Por otra parte, la fatiga de las tropas era grande y la prudencia aconsejaba mantenerlas en la meseta para fortificarse en ella todo lo posible, ya que eran de esperar sucesivos contraataques de fuerzas importantes. Todavía suenan algunos tiros. Las piezas de artillería de Valladolid y de Segovia se instalan en la cumbre con la orden de disparar a cada instante para proteger a las fuerzas que se van desplegando, a fin de ocupar las lomas de la derecha del Alto. Mientras tanto, desde el mismo monumento del león, los cañones nacionales instalados en el Alto inician el contraataque y destrozan la columna roja que había iniciado su avance hacia el cerro. Comienza la desbandada de nuevo de los milicianos y retroceden los guardias civiles, a los que Morales afea por su conducta. Nuevos auxilios pedidos a Navacerrada sirven para que Morales inicie un nuevo combate por el lado derecho, a fin de lograr que la presión del centro disminuya todo lo posible. A mediodía envía fuerzas de Navacerrada hacia Villalba para que participen en las tomas de San Rafael y el Alto del León. Y otras fuerzas son lanzadas en ataque envolvente por Balsaín y La Granja. Pero el coronel Serrador, a pesar cíe sus escasos efectivos, mantiene con firmeza las posiciones, y hasta extiende a varias de sus fuerzas por pinares y lomas para enfrentarlas con las avanzadillas rojas. Cerca de Tablada emplaza uno de los cañones segovianos del7,5, y a cuyo mando se encuentra el teniente Gómez Gordo, que hace continuados disparos hacia todas las direcciones. Después acompañan el fuego intenso las baterías del 10,5 de Valladolid y otra del 13 Ligero, que se encuentra en la explanada del Alto para batir las concentraciones enemigas y la llegada de carruajes con tropas. Por último, la compañía de Ametralladoras de Plasencia prepara una de sus secciones para la defensa contra la aviación. Un nuevo refuerzo se presenta a las tres de la tarde: la compañía de Transmisiones del capitán Olivé, procedente de La Granja y Segovia. La artillería nacional lanza su fuego mortífero sobre el pueblo de Guadarrama, cuyas casas van quedando reducidas a escombros. El griterío de los milicianos, que antes era de forzar a sus jefes a la conquista del León, es ahora la de disputarse los coches, pistola en mano, para huir hacia Madrid. La única forma que tiene el coronel Morales para cortar la desbandada es atravesar en el camino un pesado camión, con el fin de que ningún coche pueda retroceder, increpando a la vez a todos los que intentaban la huida.
NUEVOS REFUERZOS ROJOS
Madrid ha solicitado con urgencia fuerzas militares de Valencia y Badajoz para reforzar el centro y conquistar el Guadarrama. Llegan a la Sierra nuevos envíos motorizados, camiones llenos de voluntarios comunistas y sindicalistas, así como guardias de Asalto seleccionados, todos adictos al Frente Popular. Les acompañan mujeres vestidas de “mono” con su pistola al cinto. Se concentran en Villalba y Collado Mediano más de cuatro mil hombres al mando del teniente coronel retirado José Puig García, muy experimentado en las luchas africanas, en donde había mandado la quinta bandera del Tercio. Era una de las figuras militares adictas al Gobierno de Madrid, que en dicho momento desempeñaba algunos cargos políticos. Los milicianos le aclaman al ponerse al frente de las tropas, porque trae cierta aureola guerrera y política bien jaleada por la prensa del Frente Popular. El primer choque que tiene Puig es de carácter personal con el coronel Morales que no reconoce su jefatura. Los dos jefes discuten en plena calle y el diálogo es cortado por un certero cañonazo lanzado desde el Alto de los Leones. Puig recapacita unos momentos, abraza a Morales y le dice:-Bueno, acepto el cargo que me designes, aunque sea de ranchero, pues veo que eres un gran republicano. Y no acaba de decir esto cuando otro cañonazo del Alto del León hace caer a ambos a tierra y buscar después guarida protectora. Ya las cosas así, Morales nombra a Puig jefe de las fuerzas de vanguardia, y le encarga que, como era su deseo, marche con toda rapidez a la conquista del Alto del León.
MOMENTOS CRITICOS PARA LOS NACIONALES
La aviación roja inicia un bombardeo sobre las posiciones de Serrador. Cuatro aparatos primero y seis después cruzan sobre las posiciones nacionales y dejan caer su fuego mortífero, principalmente en los sitios donde está emplazada la artillería, lo que hace que una de estas explosiones levante a una pieza del 7,5 y la deslice hacia un barranco, resultando herido el teniente Gómez Gordo. Otras explosiones hieren a un sargento, un cabo y dos artilleros. Poco después de mediodía se hace un repuesto de municiones que lleva el teniente don Angel López Escobar, acompañado de un brigada y diez artilleros. Al ver que está casi encuadro la sección de su cuerpo y que un cañón que queda útil no tiene dotación, en vez de regresar al cuartel, como era su misión, decide quedarse allí con sus acompañantes, y aquella tarde lanzan más de seiscientos disparos, a pesar del fuego continuo de las ametralladoras y de la aviación enemiga. El momento es muy crítico. Los esfuerzos no son suficientes para contener la avalancha enemiga que de todas direcciones se va concentrando para la conquista de la explanada con la ayuda eficaz de la aviación. Durante el bombardeo hubo que sacar del Preventorio Antituberculoso a cientos de niños. para ser trasladados en camiones a Segovia. La lucha adquiere momentos de verdadera fiereza. La zona de Tablada se va llenando de heridos en los dos bandos. Parte de la columna roja se extiende hacia el lado izquierdo, amenazando cortar las comunicaciones con San Rafael, lo que constituía un peligro gravísimo. Y, por si era poco, Serrador recibe noticias de que otra fuerte columna marcha hacia Villacastín, atravesando las sierras abulenses para envolver a los que se encuentran en el Alto del León y Navacerrada. Hay un poco de desconcierto y mucha contrariedad. Uno de los que se encuentran junto al coronel Serrador le hace observar si sería conveniente organizar un repliegue, esperando que la contestación sería afirmativa, y le dice:-¿Hacia dónde nos retiramos?-¡Al cementerio !-contesta con coraje el coronel Serrador, dando a entender que allí nocabe más que luchar y morir peleando.
LLEGAN DOS NUEVAS CENTURIAS
Providencialmente, en estas horas trágicas de la tarde, se presentan dos centurias de laFalange de Valladolid, que había organizado Onésimo Redondo y que manda Luis González Vicent. Como jefes de cada una van Clarencio Sanz y Mariano Greciet, y de escuadra César Sanz, Leopoldo Castro, Santiago Vázquez, Felipe Martín, Eduardo Sanz, Carlos Salamanca y Cándido Sáez. Nada más llegar al Alto del León, entraron en combate frente al Preventorio infantil, sufriendo varias bajas por la aviación enemiga. Habían llegado en el mismo momento en que el teniente coronel Puig avanzaba con rapidez arrasándolo todo y sembrando el suelo de cadáveres para ocupar el Sanatorio de Tablada, llegando después hasta unos quinientos metros del Alto de León. Sólo le faltaba un esfuerzo rápido y decisivo para alcanzar la victoria, cosa que ya se habían anticipado a divulgar los periódicos madrileños. Serrador, decidido a evitarlo, dió la orden a las centurias para que se metieran en fuego. Una de ellas se encaminó a los pinares de la derecha y también una falange; en total, 115hombres. A la loma de la izquierda envió dos falanges más, y otra a la retaguardia.
OTRA GRAN BATALLA
Los componentes de las dos centurias recién llegadas de Valladolid se lanzan briosamente a la lucha, lo mismo que el resto de las demás fuerzas, bien escasas, de que Serrador disponía anteriormente. El fuego era intenso entre los dos bandos. En el lado nacional se mantenía con firmeza la orden de rechazar la ofensiva a toda costa. La aviación roja por un lado, la artillería, el fuego de fusil y la avalancha de milicianos por otro, no fueron suficientes para amilanar al grupo de militares y falangistas que tenían la orden de resistir mientras les quedara un aliento de vida. Y no fue sólo el mantener la posición, sino que, lanzando bombas de mano y haciendo tabletear las ametralladoras, iniciaron avances sobre el ejército rojo hasta producir en éstos reacciones extraordinarias, entre ellas la de la deserción. Un camión abarrotado de milicianos levantó bandera blanca y se lanzó con rapidez hacia los nacionales. Iban en él un capitán, dos tenientes, catorce soldados del Grupo auto-ametralladoras de Aranjuez, un soldado de Ferrocarriles y un guardia civil, quienes se presentaron a Serrador y anunciaron que otros muchos elementos de sus unidades estaban dispuestos a pasarse a las filas nacionales. Muchos de los que lo intentaron cayeron sin poder realizar sus deseos. Las balas de los milicianos truncaron así las vidas de los tenientes Gómez Calleja y Casademut. El teniente Alvarez Romero recibió otro balazo al intentar también pasarse cerca de la Fuente de la Teja, llevándosele después los milicianos a Madrid como detenido. Y al comandante Gil Tejerizo se lo llevaron a Cercedilla, donde los milicianos le fusilaron sin interrogatorio alguno. A las siete y media de la tarde de ese día, entre olor a pólvora y riego de sangre en la montaña, resurge la esperanza de nuevo en las filas nacionales. La derrota del ejército rojo se acentúa por instantes y la conquista del Alto del León se reafirma otra vez más para el ejército de Serrador. Las bajas de esta batalla han sido sesenta, y entre ellas figuran el teniente de Infantería don Bernardo Pascual, -muerto. Y heridos el teniente coronel de Ingenieros don Anselmo Arenas, los tenientes de Caballería don Lorenzo A. de Toledo y de Artillería don Eustaquio Ayarra y don Bernardo Souto, más ocho suboficiales y cuarenta y seis soldados y falangistas. Doce horas duró este gran combate, en el que resaltaron verdaderos gestos de heroicidad. En la relación de distinguidos figuran el teniente coronel de Ingenieros don Anselmo Arenas, herido; el capitán de Infantería don Ildefonso Ruiz Tapiador; los tenientes de Infantería don Maria no Ordóñez y don Saturnino Ayuso; tenientes de Caballería don Lorenzo A. de Toledo, herido, y don Mariano Merino; capitán de Artillería don Esteban Gracia, y tenientes don Eustaquio Ayarra, herido; don Venancio Souto y don José Pastor de Riva.
El coronel Serrador hace su relación de bajas, quesuman en total noventa y dos, de ellas un teniente, cuatro cabos y ocho de tropa, muertos. Y un comandante, cuatro capitanes, cinco oficiales, trece suboficiales y cincuenta de tropa, heridos.En el parte de distinguidos se señalan los siguientes: Comandante de Infantería don Lázaro González, herido. Capitanes de Infantería don Ildefonso Ruiz Tapiador y don Rodolfo Chacel, heridos; cadete de Infantería don M. Bustamante; capitán de Caballería don Benjamín Martín Duque; teniente don Mariano Alonso, herido; capitán de Artillería don Esteban Gracia, herido; teniente don Crescencio Gómez, herido; capitán de Ingenieros don Enrique Guiloche; tenientes don José Vegas Latapié, muerto, y don Antonio Gordejuela, herido.
NOTA:
Destacar la participación de Gonzalo Ledesma Cabeza. Era cabo de ametralladoras en el Regimiento San Quintin de Valladolid y formando parte del regimiento al mando del Coronel Serrador. Cuando de camino al frente de Madrid llegaron a la sierra, frontera entre las provincias de Segovia y Madrid, el avance fue impedido por fuerzas republicanas. Ante este acontecimiento, se ofreció como voluntario con un pequeño grupo de soldados y falangistas para su toma. Hecho que consiguió y que por ello le valió ser ascendido en el mismo campo de batalla por el Jefe de la Columna y propuesto para la Medalla Militar Individual, que le fue concedida.
Para información mas precisa pueden ir a: Estado Mayor Central del Ejercito – Servicio Histórico Militar- Galería Militar Contemporánea. Tomo III (Medalla Militar -segunda parte- página 318, donde se encuentra la foto y el hecho de la toma del Alto de los Leones)