La guerra civil y la continuidad de la legitimidad nacional, por el Gral. Salvador Fontenla Ballesta

Salvador Fontenla Ballesta

General de Brigada de Infantería (R)

 

Iniciado el alzamiento militar en múltiples guarniciones españoles y en el Protectorado de Marruecos, con suerte diversa, el gobierno del Frente Popular en Madrid no encontró mejor fórmula para oponerse que armar indiscriminadamente a la población civil y disolver a las unidades militares, licenciando a la tropa.

La primera medida solo consiguió que se cometieran toda clase de desmanes, dentro de un cruento movimiento revolucionario, nada improvisado. La segunda medida, como era lógico, solo consiguió desorganizar las guarniciones militares que habían permanecido de su bando, perdiendo estas capacidades en momentos tan críticos, y no tuvo efectos significativos en las alzadas,

El gobierno del Frente Popular intentó, mediante un decreto de 3 de agosto de 1936, militarizar a las milicias de los partidos políticos y sindicatos, dado su escaso valor combativo frente a las fuerzas de los alzados, que marchaban decididamente contra la capital.

La necesidad, imperiosa y evidente, tuvo que hacerse virtud, y el 16 de octubre se organizó el Ejército Popular de la República (EPR). Obsérvese que no nacional ni de España, sino de un régimen político. El modelo elegido era el del Ejército Rojo de la URRS, surgido como consecuencia inmediata de la Revolución de Octubre de 1917. Este nuevo Ejército rompía con todas las tradiciones seculares de las fuerzas armadas españolas.

El general Franco, 15 días antes, había sido proclamado jefe supremo de las fuerzas militares alzadas contra el gobierno del Frente Popular. Su elección recuerda la costumbre germánica de la monarquía visigoda en la Península Ibérica, cuyo rey era elegido entre los principales nobles. Usanza que también fue seguida por los almogávares españoles, durante la Edad Media, eligiendo a sus caudillos por el sistema de “primus inter pares”.

La voluntad de los militares alzados y, principalmente, de su Generalísimo era potenciar a las fuerzas bajo sus órdenes, para convertirlas en un poderoso ejército vencedor, pero dentro de un continuismo histórico y moral. Decidió mantener ese hilo espiritual que seguía manteniendo a los militares españoles con las sabias ordenanzas de Carlos III, con los Tercios de Italia y Flandes, el ejército permanente organizado por los Reyes Católicos, y con las Partidas del rey Alfonso X, que enraizaban profundamente, a su vez, con los almogávares y la Reconquista.

Los actuales ejércitos nacionales siguen siendo, gracias a Franco como Generalísimo y Caudillo, herederos directos de aquellos legendarios almogávares, batalla de las Navas de Tolosa, descubrimiento y conquista de América, Tercios de Flandes, defensas numantinas de Zaragoza, Gerona, El Callao y Baler, batallas de Bailén, Wad Ras, Brunete, etc.

Esta herencia moral, ética y espiritual tiene su reflejo también en aspectos materialmente más perceptibles. Entre ellos, destacamos: el nombre del Ejército, la Bandera bicolor, la Cruz de San Andrés, santos patronos, himnos, condecoraciones, empleos, distintivos y saludos militares, nombres de los regimientos y la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas.

El Ejército Nacional (EN) versus Ejército Popular de la República (EPR).

Es una paradoja muy clarificadora que los “rebeldes” se consideraron que eran el Ejército Nacional, y así se denominaron. Mientras que el Ejército Popular de la República, es decir de una coalición de partidos políticos (Frente Popular), por lo que evitaron siempre denominarse nacionales o españoles. El EPR tenía carácter revolucionario y tenía que ser el brazo armado de la revolución, responder a esta ideología y su idiosincrasia tenía que brotar de las milicias revolucionarias. Todos sabemos lo que significa el adjetivo “popular” en el vocablo democracia de los regímenes comunistas.

La Guardia Civil conservó su nombre en la parte alzada y en la contraria se denominó Guardia Nacional Republicana.

El gobierno del Frente Popular no solamente había renegado de la Bandera secular de España, sino que renegaron de todo antecedente histórico para organizar otro ejército, de nuevo cuño. Si hubiera sido un gobierno legítimo hubiera debido continuar con las denominaciones y tradiciones nacionales, y los sublevados los que deberían haber cambiado todo, para poder diferenciarse. Fue un rechazo voluntario a toda la historia y pasado de España, una verdadera hispanofobia.

La Bandera bicolor versus tricolor.

La actual bandera bicolor data de 1785 para la Marina de Guerra, unificándose para todo el Ejército en 1843.

La bandera tricolor, sin ningún antecedente histórico, se impuso a los pocos días de la instauración de la II República en 1931. Fue la utilizada oficialmente por el EPR durante la Guerra Civil, aunque en muchas ocasiones imperó, sobre ella, la bandera roja con la hoz y el martillo.

La Bandera bicolor se restauró, a instancia de los requetés, el 19 de julio de 1936, y admitida por el Ejército alzado, porque: “con esta Bandera enterramos en África a todos nuestros muertos”, Esta Bandera fue sancionada por la Constitución de 1978. Junto a la Bandera se restauró también el himno nacional.

En consonancia con la nueva ideología, los himnos militares de las Armas y Cuerpos se mantuvieron en el EN y fueron prohibidos en el EPR.

La Cruz de San Andrés.

Esta Cruz ha formado parte de las banderas, estandartes, escudos de armas, guiones y banderines de las unidades militares españolas, desde el año 1506. Sin embargo, fue desechada por el EPR y recuperada por el EN.

La Cruz de San Andrés fue el distintivo de los aviones de los nacionales, frente a la estrella roja de cinco puntas, o una banda roja pintada en la cola de los aviones que lucharon con el gobierno del Frente Popular, del mismo modo que sus columnas inicialmente llevaron brazaletes rojos, a imitación de los comunistas en la guerra civil rusa (1917 – 1923). Franco restauró la Cruz de San Andrés, y ahora está bien visible en la vexilología española. incluso la llevan los helicópteros del Ejército de Tierra.

Los santos patronos y condecoraciones.

Nada más iniciarse el Alzamiento Nacional comenzó, de forma sincrónica, sistemática y coordinada, el asesinato de religiosos y católicos, y la destrucción sacrílega de templos, imágenes y objetos de culto. Todo lo anterior, a cargo de los comités comunistas, socialistas y sindicalistas.

Mal se avenía esta actitud con la preservación de los santos patronos de los militares (Inmaculada, Santa Bárbara, Virgen del Pilar, etc.) en el EPR. Igualmente, las condecoraciones representadas por una cruz, como las laureadas de S. Fernando, de la orden de San Hermenegildo, o las del mérito militar.

El EN conservó sus patronos y todas las condecoraciones, que volvieron a expandirse progresivamente por todo el territorio nacional, de victoria en victoria.

Empleos militares, distintivos y saludo.

El EN conservó el saludo militar, nombres de las unidades militares, empleos y divisas militares. El Frente Popular, sin embargo, suprimió todos los tradicionales nombres regimentales, cambió el uniforme, impuso los extranjerizantes empleos militares de mayor y comisarios políticos, el saludo del partido comunista con el puño en alto, las barras y la estrella “roja” de cinco puntas, en vez de las estrellas tradicionales para las divisas.

Los comisarios políticos fueron también una copia del sistema del Ejército Rojo de los soviéticos. Éste, sin embargo, fue más pragmático y los suprimió, al poco de entrar en guerra con Alemania, en 1941, porque pronto se percataron de que eran muy contraproducentes para tener éxito en las operaciones militares. Por supuesto que esta figura, espuria en la organización militar española, se extinguió con la aplastante derrota del EPR.

Los regimientos.

La creación del EPR llevó consigo la organización táctica de las brigadas mixtas, que prescindían totalmente de los regimientos como unidades orgánicas.

El EN mantuvo los regimientos, no como unidades tácticas sino de movilización y de organización de batallones tácticos. Conservando sus nombres históricos, en recuerdo de pasadas hazañas, que todavía se conservan.

Un rey jefe supremo de las Fuerzas Armadas.

Esta tradición se rompió con el advenimiento de la II República. Franco instauró la monarquía y nombró a Juan Carlos rey de España y, en consecuencia, él y sus sucesores le deben, entre otras muchas cosas, (además de las camisas con las que visten: es de bien nacidos ser agradecidos) el título constitucional de jefe de supremo de las Fuerzas Armadas.

A modo de colofón.

Francisco Franco ha sido el más insigne militar y gobernador de la Historia Contemporánea de España.

La saña y la inquina permanente de los ataques a la figura del Generalísimo Franco sólo se pueden explicar porque representa la continuación histórica de España, de su soberanía, libertad y unidad. Además, por haber derrotado, sin concesiones, al comunismo. Por eso, ha sido el interés en suprimir, del escudo nacional, y olvidar el lema de «UNA, GRANDE Y LIBRE».


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