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José Luis Orella
La nueva sociedad, desarrollada y urbana, vive unos niveles de vida semejantes a los europeos occidentales, con los que comparten gustos y puntos de vista gracias al turismo. Los electrodomésticos causarán una revolución en el hogar, facilitando muchas tareas y aumentando tiempo de ocio. El aparato que más cambiará las costumbres de la sociedad española será la televisión. En España su emisión se iniciará en octubre de 1956, y pronto se convertirá en el elemento de mayor influencia social. Los programas dedicados a la música o a los deportes se harán verdaderamente epidémicos.
Aunque será una serie de TV, “Crónicas de un pueblo”, de manos de su director Antonio Mercero, la que desde 1971 a 1973, se convertirá en el programa de mayor aceptación por los espectadores de la noche de los domingos. En un pueblo ideal, denominado Puebla Nueva del Rey Sancho, los problemas cotidianos eran resueltos por el alcalde, el médico, el cura y el cabo de la Guardia Civil, que siempre lo hacían aludiendo al Fuero de los Españoles. Aunque su fin propagandístico es evidente, su éxito lo será también por la claridad de su formato. Se pondrá fin en febrero de 1974, dos meses después del asesinato de su máximo inspirador, el almirante Carrero Blanco.
La música española será muy promocionada a través de los festivales musicales, en localidades turísticas, como Benidorm, qué tomando el modelo italiano de San Remo, lanzarán al estrellado a una generación dorada de artistas, como Raphael, Julio Iglesias, el Dúo Dinámico y Mocedades. El festival internacional europeo, Eurovisión verá ganar a España en 1968 por Massiel, y al año siguiente por Salomé, quedando los vascos de Mocedades en un meritorio segundo lugar en 1973. Sobre estilos, serán representativos de la música española, Carmen Sevilla, Lola Flores, Rocío Jurado, Manolo Escobar y un gran número de artistas. Sin embargo, la música a ritmo de Rock llegará el 2 de julio de 1965, cuando en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid, tocaron los Beatles, precediéndoles como teloneros los Pekenikes. Junto a ellos, Los Brincos y Formula V, y en Barcelona Los Sirex y Los Mustang darán una nueva imagen de la juventud española, que se refleja perfectamente en las numerosas películas del momento.
En cuanto al mundo del cine, España nunca había sido un país con un desarrollo importante de este novedoso medio. Después de la Guerra Civil, con objetivo propagandístico se desarrolló una naciente industria con ayuda e influencia italiana. Aquella colaboración permitió la formación de equipos de técnicos, que ayudaron a filmar películas de tema histórico, moral y de ocio en su mayor parte, siendo escasas las de contenido político propagandístico. Sin embargo, en la segunda mitad de los cincuenta, España ofrecía bajos costes, magníficos paisajes, amplias horas de luz, cualificados equipos técnicos y una total colaboración de las instituciones, entre ellas el propio ejército, con su material y aportación de reclutas como extras. En la década de los cincuenta se ruedan más de setenta películas, un tercio de las cuales son coproducciones con Italia, Francia o la RFA. Pero el desembarco norteamericano se producirá con contundencia. En Madrid existían cuatro estudios, que se duplicaron en los setenta a ocho. (CEA, Chamartín, Sevilla Films, Ballesteros, Roma, Verona, Moro y Madrid 70, con miles de trabajos directos.
La política de listas negras de aquellos guionistas sospechosos de actividades antinorteamericanas (comunistas) causará busquen fuera de USA una oportunidad de trabajar en libertad, y España, les brindará la oportunidad de trabajar que no podían realizar en su país. El pionero del desembarco cinematográfico estadounidense será Samuel Bronston, quien llegó a nuestro país en 1957. Su empresa, la “Samuel Bronston Productions” dio empleo directo a más de tres mil quinientas personas. Bajo su sello aparecieron “El capitán Jones”, de 1959; “Rey de Reyes”, de 1960; “El Cid”, de 1961; “55 días en Pekín”, de 1963; “La caída del Imperio romano”, de 1963; y “El fabuloso mundo del circo”, en 1964. Pero en nuestro país se rodarán: “Lawrence de Arabia”, de 1962; “Doctor Zhivago”, de 1965; “La batalla de las Ardenas” de 1965; “La batalla de Inglaterra”, de 1966; y “Patton”, de 1970. También se sumará el cine de Western, con un Sergio Leone que se hará famoso con: “Por un puñado de dólares”, “La muerte tenía un precio” y “El bueno, el feo y el malo”, rodadas entre 1964 y 1966, en el desierto almeriense de Taberna.
Las actrices del celuloide serán perfectas para mostrar al gran público la alta costura española. La moda tendrá su oportunidad de contribuir a la imagen del país, gracias al turismo y el cine que atrajeron a numerosas famosas del mundo de Hollywood. Entre los más destacados, que iniciaron el camino de este importante sector estuvieron el valenciano, afincado en Barcelona, Pedro Rodríguez, quien vistió a Audrey Hepburn, Ava Gardner y Sofía Loren. Llegando su mayor reconocimiento internacional con los desfiles en la Feria Mundial de Nueva York de 1964 y 1965. Su rival y gran amigo, el guipuzcoano Cristóbal Balenciaga, permaneció en París, después de la Guerra Civil. Convertido en una leyenda, vistió a Marlene Dietrich, Greta Garbo y la reina Fabiola de Bélgica. El cordobés Elio Berhanyer, se hará famoso vistiendo a Ava Gardner, a Cyd Charisse, y a la entonces, princesa de España, Sofía de Grecia. El turolense, Manuel Pertegaz, vestirá a Jaqueline Kennedy, la princesa de España, Sofía de Grecia, Carmen Polo de Franco y a Audrey Hepburn. Todos ellos cosecharán premios internacionales en Hispanoamérica y los países árabes.
Aunque la actividad artística más genuina y española será el arte de la tauromaquia, que con la retrasmisión de las corridas de toros, convertirá a los matadores en verdaderas estrellas. La década de los sesenta ve el final de la carrera de Antonio Ordoñez, y el nuevo reinado del toreo elegante del sevillano, Paco Camino “el niño sabio de Camas” y el del salmantino, Santiago Martín “El Viti”. También es la época de Antonio Bienvenida, perfeccionista del estilo de torear, y quien dio la alternativa, a la persona más famosa del toreo de entonces, Manuel Benítez “El Cordobés”. Su estilo inmóvil y temerario, sublevaba a los puristas, pero atraía a nuevos aficionados a las plazas de toros. La atracción turística de las corridas de toros será la causa de que se le conceda la Medalla al Mérito Turístico en 1967 al famoso matador de toros.
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