Nació bella de aspecto y pletórica de promesas: todo recién nacido constituye un lindo ramillete de esperanzas. ¿Qué de extraño tiene que despertara simpatías?
Su misma inocencia era incentivo para el respeto y el cariño. Pero apenas empezó a crecer pudo advertirse que sus facciones cambiaban, y no ciertamente para mejorar; sobre todo, hubo de notarse que su carácter era hosco, desapacible y agresivo.
Lejos de necesitar protección (y se la brindó, liberal, la Ley de Defensa al efecto votada), había que defenderse contra ella. Y cuando se vio cómo la criaturita sacaba los ojos a los pájaros, torturaba a los gatos y apedreaba a los transeúntes, se cayó tardíamente en la cuenta; sus malos instintos, pronto revelados, ponían de manifiesto que no era hija de un matrimonio de amor, sino producto de triste ayuntamiento entre el despecho republicano y la envidia marxista.
Del libro «Humoradas, doloras y greguerías jurídicas», 1960, de Nicolás Pérez Serrano, catedrático de la Universidad Complutense y abogado , de ideas liberales y antifranquistas, que fue uno de los redactores junto con el profesor Jiménez Asúa de la Constitución republicana de 1931.
*Así se llamaba a la República en los años treinta.