La nueva economía española: Las realizaciones en Obras Públicas (II), por Victoria Cachot

Victoria Cachot Martínez

“40 años en la vida de España”

 

 

Otra sociedad ferroviaria de indudable interés es la Sociedad de Transportes Ferroviarios Especiales (TRANSFESA), creada en 1943 pero que en 1951 inicia sus actividades internacionales adquiriendo 83 vagones PNFV (vagón frigorífico, freno vacío) de construcción belga y que transportó 5.974 toneladas. Esta compañía fue el principal promotor de los ejes intercambiables de los vagones dado el distinto ancho de las vías de España y Europa. Gracias a estos vagones de ejes intercambiables se ha podido iniciar la exportación masiva de productos perecederos, sobre todo en las nuevas zonas de producción que surgen gracias a los grandes planes de transformación en regadíos. En 1958 TRANSFESA transportó 190.000 toneladas de agrios de un total nacional exportado de 334.000 toneladas que salieron por ferrocarril. Al año siguiente, 1959, el tonelaje se elevó a 230.000 y en 1960, 321.000, cifras que son bien elocuentes en la importancia de esta compañía cuando el transporte por carretera era casi impensado.

Pero es en la realización de las obras hidráulicas en las que las Obras Públicas alcanzan su punto culminante, ponen a la vista de todo el inmenso esfuerzo realizado y dotan al país de unas fuentes de energía y riqueza que son el principal motor de desarrollo y la elevación del nivel de vida de toda España. Desde que el Conde de Guadalorce, en 1926 bajo el mando del General Primo de Rivera crea las Confederaciones Hidráulicas, estas se convierten en el motor del desarrollo de esta fuente de riqueza que es el agua, iniciando el aprovechamiento exhaustivo de estos recursos con una labor de estudio y planteamiento que lleve a la regulación de los ríos españoles, función básica de la política hidráulica.

El propio régimen republicano — que se dedicó a destruir todo aquello que hubiese tenido su fundamento en la política de la Dictadura — mantuvo, no obstante, la ejecución de muchos de los proyectos de embalses que en aquel gobierno se hicieron. La guerra impuso una paralización casi total a las obras de los embalses, frenando el impulso que empezaban a tener. La llegada de la paz fue de nuevo el inicio de esa política que iba a superar, con mucho, todo lo hecho hasta entonces. El Plan de Obras Públicas al que ya nos hemos referido, contempla dentro del apartado de Obras Hidráulicas, el criterio fundamental de concluir las obras iniciadas para ponerlas inmediatamente en explotación, medida conveniente dada la penuria de energía con que se contaba. En el Plan en cuestión se relacionan casi exclusivamente las obras de regulación y de riego que se encontraban en iniciación o en avanzado estudio; las de ingeniería sanitaria y las de defensa contra las riadas, abastecimientos, saneamientos de ciudades, etc., tuvieron que esperar mejores tiempos, ya que al no estar desarrollados estos programas, se estimó conveniente fijar tan sólo una partida presupuestaria globalizada, en lugar de desarrollar el programa obra por obra. No obstante, al final de la década, la Ley de 22 de diciembre de 1960, complementará el Plan de Obras Públicas disponiendo la ejecución de todos los sistemas de riego sobre los que se actúa con cargo al Estado.

El esfuerzo, realmente sobrehumano, que se va a realizar en este período, es el que se centra en la construcción de las gran-des obras de regulación. Las características de nuestros ríos — si es que se les puede llamar así — en los que se dan relaciones entre la avenida y el estiaje de 10.000 a 1, hacen necesario, para poder utilizar siquiera sea medianamente sus recursos, normalizar su régimen dotándolos de aguas embalsadas en los períodos más abundantes de ellas con las que poder contar en las épocas de estiaje.

En 1940 se encontraban en España 104 presas en explotación, con una capacidad total de embalse de 3.930 millones de metros cúbicos; de este centenar de presas, sólo 9 superaban los 100 millones de metros cúbicos, siendo la de mayor capacidad la de Ricobayo, con 1.184 millones. En 1945, ya se disponía de una capacidad de embalse de 5.400 millones de metros cúbicos para llegar, en 1955, a contar con 158 embalses y una cantidad de agua de 8.700 millones de m3. En este año, que es en el que comienza a embalsar la presa de Alarcón, se inicia el gran crecimiento de la capacidad de nuestros embalses, llegándose, al final de la década, a los 18.700 millones de metros cúbicos, contando con 260 embalses de los que 36 superan los 100 millones, seis cubican más de 500 millones, destacándose el complejo de Entrepeñas-Buendía con 2.462 millones, Cijara con 1.670 y Alarcón con 1.112. La necesidad de contar con embalses de cabecera en todos los ríos principales, era ya una realidad: en el Sil, estaba Bárcena, Cuerda del Pozo y Barrios de Luna en el Duero; Entrepeñas y Buendía en el Tajo; Cijara en el Guadiana, Tranco de Beas en el Guadalquivir, Fuensanta y Cenajo en el Segura; Alarcón en el Júcar y el del Ebro en el río de este nombre.

Las características de algunos de estos pantanos, pueden servirnos como complemento a las cifras, frías, que acabamos de señalar.

El de «Entrepeñas», situado en el término de Auñón (Guadalajara), dispone de una presa de 79,25 metros de altitud y una longitud de coronación de 280,25 metros. La cuenca alimentadora es de 4.000 kilómetros cuadrados, y con una aportación media anual de 750 millones de metros cúbicos y su capacidad de embalse, de 750 millones. La superficie del embalse es de 3.050 hectáreas de la provincia de Guadalajara. El salto de pie de presa producirá una energía media anual de 72 millones de kw./h. anuales. La superficie de riego calculada, en unión con el de Buendía, se eleva a las 60.000 hectáreas, de las provincias de Madrid, Toledo y Cáceres.

Unido al anterior por un túnel de enlace, el pantano de Buendía complementa el conjunto de la obra fundamental de regulación de la cabecera del Tajo. Está enclavado en el término del pueblo que le da nombre, en la provincia de Cuenca, sobre el río Guadiela, afluente del Tajo. La presa tiene una altura de 77,25 metros y una longitud de coronación de 350,50 metros. La cuenca receptora se eleva a 3.256 kilómetros cuadrados y la aportación media anual del río es del orden de los 710 millones de metros cúbicos. La superficie del embalse es de 7.135 hectáreas con una capacidad de 1.518 millones de metros cúbicos. El salto de pie de presa produce una energía media de 78 millones de kw./h. anuales.

El túnel de enlace entre los dos pantanos que forman el conjunto, tiene una longitud de 4.045 metros con una pendiente de 0.00092; su sección es circular, de 44 metros cuadrados, con una capacidad de 140 metros cúbicos por segundo.

El embalse de Alarcón, situado sobre el río Júcar, tiene una altura de presa de 62 metros y la capacidad de 1.112 millones de metros cúbicos. Fue puesto en servicio el año 1955 y con él se garantiza el riego de 40.000 hectáreas de huerta, arrozales y arbolado; junto con el pantano de Tous, permite la puesta en riego de otras 45.000 hectáreas. La presa y la central eléctrica correspondiente al embalse de Cijara está situada en los términos municipales de Herrera del Duque (Badajoz) y Alía (Cáceres), sobre el río Guadiana. Este pantano se encuentra en esa zona de España que se cono-ce con el nada halagüeño nombre de la «Siberia española», zona con retraso secular, de difícil acceso, en la que se juntan, precisamente sobre el pantano, las provincias de Toledo, Cáceres, Ciudad Real y Badajoz. Esa zona, gracias a Cijara, ha cambiado su fisonomía y elevado su nivel de ocupación y de vida de sus residentes de forma impensada hace unos lustros. El salto de presa es de 66 metros y la producción media anual de energía eléctrica supera los 100 millones de kw./h. La energía de este salto, sirve para la electrificación de la línea férrea Alcázar-Córdoba, y la subestación tiene salida para García de Sola-Orellana-Mérida, San Juan, Almaraz y Puertollano. De la importancia de los embalses, en cuanto a obras de riego se refiere, queda reflejada en el siguiente cuadro que señala la superficie regada en 1939 y la que se alcanzó a finales de la década 50-60. Si se añaden las obras que se encuentran ya iniciadas, es fácil concluir que la superficie regable, que se duplicó en los años del cuadro adjunto, lo volverá a hacer en el próximo decenio:

ZONA

1939

Has.

1963

Has.

Norte

3700

Duero

14.500

78.400

Tajo

10.700

46.200

Guadiana

1.300

46.300

Guadalquivir

30.600

153.400

Sur

4.100

7.800

Segura

89.700

93.300

Júcar

92.300

139.100

Ebro

324.100

426.900

Pirineo

12.800

18.200

Total

580.100

1.013.300

 

Paralelamente al desarrollo de los regadíos, se han ido incrementando los aprovechamientos hidráulicos como fuente de producción de energía eléctrica. Estos aprovechamientos, que en su casi totalidad son explotados por la iniciativa privada, el Estado se reserva — independientemente del canon que tiene que abonar el concesionario por kw./h. — un porcentaje de la producción del salto a precio de coste o a un precio reducido, energía que es utilizada para la tracción en los ferrocarriles. Es lo que ocurre con la energía reservada en Entrepeñas-Buendía que se aplica a la electrificación de la línea Madrid-Ávila- Segovia, la de Cijara (ya señalada) para la de Alcázar-Córdoba y la de los saltos de Camporredondo y Requejada y la de Brañuelas.

Otro aspecto de las Obras Públicas, que el ciudadano medio valora, necesariamente, más que las grandes realizaciones que se llevan a cabo, son las obras llamadas de «ingeniería sanitaria», principalmente las referentes al suministro y potabilidad de las aguas en los pueblos y ciudades. Al término de la guerra civil, punto de partida obligado para nuestra exposición, 549 poblaciones disponían de abastecimientos de aguas ejecutadas por el Estado, lo que significaba un total de 900.000 habitantes beneficiados. Al final de los 60, el abastecimiento de agua potable se extendía a 1.364 nuevas localidades, con un total de 3.900.000 habitantes, realizando 197 redes de distribución y 234 redes de alcantarillado. En este apartado, por su especial incidencia, debe señalarse el abastecimiento a la zona gaditana que alcanza ya a ocho poblaciones, entre ellas las populosas de Cádiz y Jerez, así como la labor llevada a cabo por la Mancomunidad de los Canales de Taibilla, que ha realizado el abastecimiento de 460.000 habitantes en 24 localidades, entre ellas las de Murcia, Cartagena y Alicante. En 1958, inicia sus trabajos el nuevo abastecimiento de Barcelona, con el fin de dotar de agua suficiente a la capital y 24 municipios más, con una población estimada en dos millones y medio de habitantes. Y lo mismo ocurre con el «gran Bilbao» y el Canal de Isabel II en Madrid, que tiene en proyecto resolver el problema de los pueblos de la sierra madrileña, núcleos de veraneo que alcanzan una elevada población, así como la posibilidad de que la capital de España crezca en más de 750.000 habitantes.

Como resumen del apartado de ingeniería sanitaria diremos que, al final de la década, se encuentran en ejecución 1.018 obras de este tipo y en condiciones de próxima acometida, otras 599. De entre estas obras señaladas, merecen destacarse por su importancia urbana y por la trascendencia de las mismas, las siguientes:

  • Solución Sur del río Turia para la defensa de Valencia.
  • Encauzamiento y acondicionamiento de las rieras afluentes a los ríos Besós y Llobregat.
  • Dragado y encauzamiento de los ríos castellanos.
  • Defensa de Sevilla.
  • Canalización del Manzanares.

Como ejemplo de este tipo de obras, señalaremos el encauzamiento del cauce del Segura a su paso por la capital murciana en la que los grandes aterramientos producidos en el cauce dieron lugar a una isla que se conocía con el nombre de «Las Ratas», con el consiguiente perjuicio ya que cada avenida aumentaba sus proporciones y con ello el peligro de desbordamiento. Para evitarlo, se canalizó el río Segura en un tramo de 1.643,56 metros con una anchura en su fondo de 50 metros y una altura total de su eje de 10,08 metros en su sección inferior, limitada por dos muros de mampostería de 7,10 metros cimentados sobre pilotaje y rematados por una balaustrada. La pendiente del cauce de 0,14%, consigue un caudal de desagüe de 1.500 metros cúbicos/segundo.

Como final, la labor de vigilancia y policía de aguas y cauces públicos se reglamentó el 14 de diciembre de 1958, complementando el Reglamento de la fecha citada con un Decreto de 8 de octubre de 1959 por el que las Comisarías de Aguas deberán defender la pureza de las mismas, especialmente ante la situación que en los ríos producen los vertidos residuales de las industrias. Unas plantillas para el Servicio de Guardería Fluvial, con un total de 42 guardias mayores y 205 guardias jurados, reforzarían la labor de las Comisarías.

Lástima que el desarrollo industrial de la próxima década y otros móviles, impidieran, de verdad, que estas disposiciones tendentes a mantener limpias nuestras aguas, no fueran una hermosa realidad. Pero las leyes y disposiciones, ahí estaban. En esta política, el bien común, el bienestar de los españoles, era prioritario para un Gobierno que, en materia de Obras Públicas — como en tantas otras materias — daba un salto espectacular en él, hasta entonces, tercermundismo español.


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