La nueva «revolución cultural»

 
 
Luis Felipe Utrera-Molina Gómez
Abogado
 ABC
 
   
 
   Produce desazón contemplar como de forma silente pero paulatina, el “matrix progre”, el “nuevo orden mundial” o como quiera llamarse eufemísticamente al neo estalinismo del siglo XXI, avanza sin apenas resistencia en su proyecto de ingeniería social de extirpar de raíz las tradiciones cristianas que constituyen la médula espinal de la civilización occidental. Caído el muro de Berlín y colapsadas las “democracias populares” del bloque soviético, el viejo marxismo ha ido reconvirtiendo de forma inteligente su agit prop, fomentando pseudo-ideologías aparentemente inocuas que pretenden conseguir el mismo fin deshumanizador de la persona preconizado por el comunismo para construir y moldear a su antojo una sociedad pretendidamente igualitaria.
   
   Así, aparecen primero los movimientos “pacifistas” como ariete contra la OTAN y los movimientos “ecologistas”, en los que encuentra acomodo cualquier antisistema con camiseta del Ché Guevara. Más recientemente, movimientos políticamente correctos como el “multiculturalismo”, el “animalismo” y la “ideología de género” avanzan por la misma senda relativista con el objetivo último de destruir los valores y las tradiciones más profundamente arraigadas en la civilización cristiana, que constituyen quizá el escollo más resistente a sus inicuos propósitos. El hombre sin raíces, despojado de toda tradición y ligazón con sus ancestros, con una memoria intervenida y sin valores arraigados es materia fácilmente maleable. Es la nueva “revolución cultural” de Mao en la Europa del Siglo XXI.
   
   Hay que reconocerles tenacidad y astucia en su empeño que tiene en la molicie e indiferencia de la mayor parte de la sociedad su mejor aliado.  Como hace poco escribía Ignacio Camacho en su columna de ABC, nada escapa al diseño preconcebido por los agentes de la policía del pensamiento único.  Primero se interviene sobre la memoria colectiva imponiendo una visión sectaria de la historia; se actúa sobre la educación para fabricar un hombre nuevo relativista y permeable, y se apropian de costumbres y tradiciones desnaturalizándolas hasta que pierden su arraigo. La última manifestación la hemos visto en la intervención canalla sobre la fiesta de los reyes magos, la más genuinamente cristiana, por lo que implica de manifestación pública del nacimiento de Dios, y al tiempo la más entrañablemente familiar, con lo que se aprovecha para batir dos de los objetivos favoritos del neo estalinismo: la Iglesia Católica y la familia, pues son el último baluarte de nuestra conciencia colectiva.
   
   La estrategia –diseñada al milímetro- es engañar, debilitar y disolver mediante la educación, los medios informativos, los anuncios comerciales, las series televisivas, películas, etc., todos y cada uno de los valores cristianos que impregnan la civilización occidental y construir una nueva sociedad, un nuevo paraíso socialista a su medida sobre las cenizas de aquella. Para ello, no dudarán en utilizar  nuestros valores más arraigados para tergiversarlos, adulterarlos, ridiculizarlos y así acabar destruyéndolos. 
   
   Es el momento de leer con atención la tesis que Pablo Iglesias Turrión leyó en 2008 –difícil de encontrar en nuestros días- y que lleva la siguiente cita en su primeras páginas: “Estos chicos no son menos revolucionarios que los bolcheviques pero son mucho más inteligentes; son conscientes de que modificar la sociedad hoy significa pasar a través de las conciencias.” [Antonio Negri, Goodbye Mr. Socialism (2006)].
 
   Lo que Stalin y Mao llevaban a cabo con total descaro criminal en los años 50 mediante las purgas y el gulag el uno y la terrible revolución cultural el segundo, lo estamos padeciendo nosotros de forma lenta pero inexorable y, lo peor de todo, sin apenas darnos cuenta de ello.
   
   Por eso ha llegado la hora de desenmascararlos y denunciar una estrategia aniquiladora de nuestro modo de vivir, de nuestra dignidad como sociedad de inequívocas raíces cristianas. Decía Edmund Burke que para que el mal triunfe tan sólo hace falta que los buenos no hagan nada. Ha llegado el momento de decir basta y poner pie en pared ante el avance de una fuerza asfixiante negadora de la libertad y la dignidad del hombre. Nuestra generación se encuentra ante un reto histórico de primer orden ante el que no puede mirar para otro lado.  Si no somos capaces de defender lo que nos define como civilización, si no tenemos coraje suficiente para resistir ante el avance del vacío relativista, no merecemos otra cosa que nos tiren de los pies para justicia y escarmiento.