La unificación política de los nacionales

   El Decreto de Unificación del 19 de abril de 1937 supuso la unidad de mando necesaria para ganar la guerra. En el bando republicano socialista, la desunión provocó desastres y enfrentamientos fraticidas que llevaron a la inevitable derrota de los aliados de Stalin.

   El enorme crecimiento del partido falangista, las necesidades del frente y las tareas de retaguardia plantearon nuevos problemas a la Falange. De forma especial, cuando la mayor parte de sus cuadros dirigentes han sido asesinados al principio de la guerra. FE de las JONS encuadraba ahora a un aluvión de hombres, procedentes de juventudes de derecha o independientes.

   En septiembre de 1936, los consejeros nacionales falangistas presentes en la zona nacional, perdida la esperanza de un rápido rescate de José Antonio y conscientes de la muerte de los demás líderes, decidieron confiar la dirección del partido a una Junta de Mando provisional, de siete miembros. El maquinista naval Manuel Hedilla fue nombrado jefe de esa Junta de Mando; “nadie temía su ambición y era apreciado por su valor personal y su honradez”. Según Payne añade, “la camarilla de Aznar –quien, como Jefe de milicias, era el único mando de rango nacional del partido que quedaba–, y los dirigentes del sur consideraban a Hedilla como un buen secretario ejecutivo, pero suponían que su falta de preparación intelectual no le permitiría desempeñar efectivamente la Jefatura del partido. Por tanto, la designación de Hedilla fue aprobada unánimemente”.

   Hedilla demostró una gran capacidad de organización. Trabajó a destajo. En el invierno de 1936, Falange encuadró a medio millón de españoles, entre voluntarios en los frentes y servicios de retaguardia. En octubre de 1936 la cúpula falangista libre se instala en Salamanca.

   El curso de la guerra exigía un mando político-militar central que recayó en Franco.

   La necesidad de mandos político-militares propios para dotar a las banderas de Falange de disciplina en los diversos frentes llevó a la creación de academias de oficiales falangistas, aprovechando el Decreto 94 de la Junta de Defensa, de 4 de septiembre de 1936, que autorizaba a los partidos crear sus propias escuelas castrenses. El 20 de diciembre por el Decreto 122 Franco unificaba todas las milicias bajo mando militar, es decir, en aquel momento del general Monasterio.

   La unificación política se palpaba. Escribe Argaya Roca: “El 6 de enero de 1937, Hedilla concede unas declaraciones al diario pamplonés Arriba España en la que reconoce ya como innegable la tendencia a una unificación política, si bien avisa al mismo tiempo de que ello debe hacerse a través de la Falange, asimilando la Falange «aquellos puntos del tradicionalismo que sean compatibles con las necesidades del momento»”. Hedilla  apostó por entablar una inteligencia con la Comunión Tradicionalista que asegure el predominio falangista en la unificación. Dávila también realiza algunas gestiones particulares para favorecer un entendimiento de la Falange con la Comunión Tradicionalista.

   En febrero del 37 Hedilla autorizó a Pedro Gamero del Castillo y José Luis Escario a entrevistarse con jerarcas de la Comunión Tradicionalista favorables al acercamiento entre las dos formaciones. Al grupo se sumó Sancho Dávila. El 16 de febrero de 1937 se reunieron los tres falangistas con Fal Conde, José Mª Valiente y José Mª Lamamie de Clairac. Los falangistas asistentes al encuentro propusieron, sin mucha firmeza, a Don Juan de Borbón como rey de España y los carlistas lo rechazaron sin ambages. Estos azules conocían el intento de alistamiento de Don Juan y su célebre foto con mono azul y el yugo y las flechas. Firman un acuerdo de cuatro puntos impugnando injerencias de terceros y coaliciones con otras fuerzas mientras dure el diálogo entre ellos. A su regreso a Salamanca, Gamero del Castillo mantuvo contactos con carlistas como el conde de Rodezno. En la segunda mitad de febrero de 1937 tienen lugar algunos contactos en Portugal y en la propia Salamanca entre carlistas y falangistas.

   Papel esencial en la creación del nuevo partido FET lo tuvo Ramón Serrano Suñer, casado con una hermana de Carmen Polo, esposa de Franco. Serrano llegó a Salamanca el 20 de febrero de 1937. Había sido diputado de la CEDA en las elecciones de 1933 y 1936. Para Payne es “sin duda el político más sagaz que apareció por Salamanca durante toda la guerra […]. En todo caso, Serrano Suñer era tal vez la única persona del Cuartel General rebelde que sabía lo que quería: establecer sobre bases jurídicas un nuevo Estado, esencialmente autoritario, capaz de impedir el retorno a los excesos democráticos que habían costado la vida a sus hermanos”, José y Fernando, asesinados en zona roja. La unificación, ya reclamada por los militares, recibía un nuevo eficaz impulso político. Serrano Suñer será el constructor del nuevo partido FET y de las JONS.

   El 30 de marzo de 1937 la Junta de Mandos decide por mayoría remitir a Franco una carta exigiéndole la entrega a la Falange de ‘la tarea política de gobernación del país, salvo en los departamentos de Guerra y Marina’. Hedilla se opone al envío de esa carta.  El 14 de abril, Hedilla  regresa a Salamanca y se entrevista con Sangróniz, representante del Cuartel General de Franco, con quien determina la posibilidad de una Unificación en la que, efectivamente, Franco quedaría en funciones de Generalísimo mientras el jefe nacional de la Falange pasaría a responsabilizarse de las tareas políticas del Estado nuevo.

   Dos días antes, Franco convocó a Rodezno y otros carlistas para notificarles la unificación. Los tradicionalistas llevaron la noticia a Navarra, donde el 14 de abril se reúne la asamblea regional carlista; Rodezno manifestó su acuerdo con Franco. Al día siguiente, Hedilla decidió convocar el Consejo Nacional de Falange para el 25 de ese mes. El jefe nacional de Milicias, Agustín Aznar reunió en su Cuartel General de Salamanca un nutrido contingente de falangistas afectos, entre ellos algunos procedentes de Valladolid a las órdenes de Girón y de González Vicén. Dávila, Muro, Moreno, Aznar y Garcerán redactaron un minucioso pliego de cargos contra el jefe de la Junta de Mando, basándose en la norma que preveía la sustitución del Jefe Nacional por un triunvirato. Hedilla fue directamente al cuartel general de Franco y le contó lo sucedido al teniente coronel Barroso. El oficial le invitó a pasar la noche bajo la protección de la mansión de Franco. El jefe provisional de Salamanca, Ramón Laporta, recibió la llamada del jefe de Estado Mayor del Gobierno Militar: La ciudad puede verse bañada en sangre. Hedilla estuvo en contacto permanente con el Cuartel General de Franco entre diez y once de la noche.  El capitán Cano informó a Franco de los incidentes y el General ordenó los arrestos de falangistas enemigos de Hedilla. Para evitar la imagen de desunión, el 18 y 19 de abril se reunió el Consejo Nacional de FE de las JONS. Se enfrentan dos posturas que suponen dos formas de entender la Jefatura: para Aznar y Dávila un mando colegiado, al menos hasta que se aclare el paradero de los jefes azules en zona republicana; para Hedilla y los suyos, unipersonal e indiscutido. Rozando el esperpento los consejeros nacionales votaron primero si votaban un jefe nacional de Falange. Doce a favor de hacer la votación ya, como Gaceo, Yllera, Bravo, Andino, Sáinz, Cadenas; y diez en contra, entre ellos Suevos, Tuñón, Aznar, Acosta y Nieto. Se realizó la elección de jefe nacional. El resultado fue de diez votos a favor de Hedilla, ocho en blanco y otros cuatro dispersos entre Sáinz, Andino, Muro y Arenado. El cargo quedó condicionado al regreso de José Antonio, que había sido fusilado hacía meses o de Raimundo Fernández-Cuesta, preso más de año y medio en cárceles gubernamentales. El nuevo jefe nacional se entrevistó con el Generalísimo para comunicarle el resultado de la elección falangista y se puso a su disposición. El Caudillo contestó: “Está muy bien, es lo que yo esperaba”, y fue cordial con el jefe Hedilla.

   A las ocho de la tarde del 19 de abril, Hedilla recibió un sobre del Cuartel General con un discurso y el decreto que iba a promulgar Franco esa noche. Horas después, se publicaba el Decreto nº 255, llamado de Unificación. Fue redactado por Ramón Serrano Suñer y el texto se consultó a los generales Queipo de Llano y Mola que dieron su beneplácito. Unía en una sola fuerza nueva a todas las organizaciones y partidos alzados el 18 de julio de 1936. El flamante partido añadía la palabra Tradicionalista al ya largo nombre de Falange Española de las JONS. El uniforme sería la camisa azul y la boina roja. En la junta política unificada, tras Franco se incluía como número dos a Manuel Hedilla, seguido de Tomás Domínguez –conde de Rodezno–, Ernesto Giménez Caballero, Luis Arellano, Pedro González–Bueno… Al balcón del Cuartel General de Franco salen a saludar el Caudillo y Hedilla.

   Hedilla entendía que la medida unificadora era necesaria para ganar la guerra pero buscó la hegemonía de los falangistas. José Luis Arrese viajó para sondear la opinión de los falangistas andaluces, que estaban de forma mayoritaria por la unificación. Pasaba algo parecido entre los militantes de Aragón y Valladolid. El balance en el Cuartel General era positivo. A las cuarenta y ocho horas de la difusión del Decreto de Unificación afluían al despacho del Caudillo mensajes de adhesión a su política de falangistas de muchas partes; la guerra era lo primero.

   La Unificación dejó al descubierto la debilidad política de los partidos del Alzamiento. En Salamanca, los partidarios de Hedilla se vieron rebasados por los acontecimientos. Martín Almagro Bosch llevó un mensaje de Pilar Primo de Rivera a Hedilla: “no aceptes la Unificación”. La unificación, dice Payne, citando a Serrano Suñer, “no faltaron algunas negociaciones previas con elementos de los partidos interesados, cuyos representantes más destacados quedaron notificados de las intenciones del Cuartel General; éste, sin embargo, no se decidió a dar el paso de la unificación que laboriosamente iba gestando, sino en virtud de los sucesos que se produjeron en Salamanca en los primeros días de abril”.

   El 22 de abril de 1937 nombró Franco la Junta Política de FET, con Hedilla al frente. Franco hace arrestar a algunos de los enemigos de Hedilla. Ese día Agustín Aznar fue apresado por la Guardia Civil.  La mayoría de ellos fueron puestos en libertad rápidamente. Hedilla declinó de forma respetuosa el nombramiento de número dos en el nuevo partido, secretario general de FET.  Sufrió una breve pena de prisión, desde donde Hedilla escribió varias cartas a Franco recordando su lealtad y adhesión al Caudillo. Fue liberado y se le entregaron varios cargos en consejos de administración y un despacho de loterías.

   El 26 de abril de 1937, siete días después de la Unificación, se celebró la primera reunión de la Junta Política de FET, presidida por el Caudillo. Hedilla cesó oficialmente el 10 de mayo en el cargo de FET que no aceptó. El 16 de mayo se incorporaron los monárquicos a FET. “La noticia de la unificación fue acogida con verdadera satisfacción en el campo nacionalista. Aparte del grupito que pululaba por el Gran Hotel, de Salamanca, en aquellos meses la gente sentía una gran indiferencia por la política” (Payne 1965).

   El representante de Franco en esas negociaciones fue Ramón Serrano Suñer. El comité falangista designó, por su parte, al jefe provincial de Valladolid, Dionisio Ridruejo, hombre de 24 años , honesto e inteligente y apasionado. Y se llegó pronto a un compromiso, según el cual “los falangistas se comprometían a acatar la nueva jerarquía establecida en el mando, a cambio de lo cual, después de la guerra, se emprendería sinceramente la implantación del programa nacionalsindicalista” (Payne 1965). En ese sector estaban, además de Ridruejo, Aznar, Girón y González Vicen. Todos aceptaron.

   El 1 de mayo suprimieron las jefaturas territoriales y provinciales, dislocando al partido. Las nuevas normas estipularon que donde el jefe provincial fuera falangista el secretario sería carlista y viceversa. En la realidad los falangistas coparon la mayor parte de los puestos de mando en el partido FET y de las JONS.
   Gracias a la unidad de mando política y militar, los nacionales ganaron la guerra y evitaron que España se desintegrara en manos de marxistas, anarquistas y separatistas.

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