Las maniobras de Llano Amarillo

 
 
Eduardo Palomar Baró             
 
 
   El Llano Amarillo se halla en el Pequeño Atlas, Marruecos Central. Dista unos 160 kilómetros de Tetuán y 260 de Melilla. Lugar ideal para movimientos de tropas y ha sido elegido para unas muy oportunas maniobras de la guarnición española de África. Ubicado a los pies de las montañas de Ketama, junto a la carretera de Tetuán a Melilla. El nombre de Llano Amarillo proviene por las infinitas florecitas de ese color que cubren su suelo durante el verano marroquí. Intervienen en los ejercicios más de veinte mil hombres y unas cinco mil caballerías. Las tropas están integradas en seis banderas de la Legión, siete batallones de Infantería, diez tabores de Regulares, seis tabores de la Mehala, diez escuadrones de Caballería, seis baterías de Artillería y fuerzas complementarias de Ingenieros, Transmisiones, Intendencia, etc.            
 
   Presiden el alto comisario, Plácido Álvarez Buylla, el general Gómez Morato y el general Romerales, comandante general de Melilla.            
 
   Enrique Arqués, africanista notorio por su gran vocación, y que inició su conocimiento de Marruecos en una expedición al interior del Rif en 1907, destacando sus gestiones para conseguir la adhesión a España del Emir Abdelmalek y del Xerif Sidi Hamido en los momentos difíciles de la rebelión del Rif, fue testigo presencial de estas maniobras, recordando el desfile de Yagüe con sus legionarios:
 
   “Desfiló la Legión, tras de su jefe, con el ímpetu rotundo de su ágil, recia y vibrante marcialidad, al son alegre y ligero de las cornetas, tambores y atabales, que marcaban el paso redoblado al estilo de nuestra infantería, pero con un aire nuevo, de altivez y presunción… Llevaban todos el intento rebelde en los ojos, en las frentes levantadas, en las manos agarrotadas sobre las armas, en los pies que iban clavándose en la tierra”.
 
Las tropas, las más a punto de todo el Ejército español, muestran su cohesión y su disciplina. Los jefes de la conspiración pueden constatar que, como tienen previsto, en el Norte de África está la mejor masa de maniobra de todo el país. En su momento saltarán el Estrecho, de una manera o de otra –cuentan o creen contar con la Escuadra–, y avanzarán hacia Madrid en un eje Sur-Norte, tal como ha indicado reiteradamente Mola en sus instrucciones reservadas.            
 
   El día 12 de julio se dan por terminadas y se celebra un banquete al aire libre, en el que se producen hechos realmente novelescos e increíbles.              
 
Durante el banquete, Álvarez Buylla preguntó al general Gómez Morato si realmente habían estado acertados al reunir una fuerza tan importante en unos momentos políticos tan crispados. Gómez Morato afirmó rotundamente que los jefes y oficiales allí reunidos sólo pensaban cumplir con su deber, sin tener ninguna veleidad golpista.   “A la hora del banquete de gala, que se celebra al aire libre en interminables filas de mesas, muchos de los comensales aturden a los otros con un grito extraño.            
 
–¿Qué dicen? –inquiere el alto comisario.            
 
   Ahora se oye claro del todo: ‘¡C. A. F. E.!’ (sigla de: Camaradas, Arriba Falange Española). En otros sectores del comedor replican voces ensordecedoras:            
 
–¡Siempre! ¡Siempre!            
 
   El conjunto de mesas lo presiden con el alto comisario los generales Gómez Morato y Romerales y los agregados militares extranjeros.            
 
–¡C.A.F.E.! –gritan incansablemente en las mesas de oficiales del Tercio.            
–Pero, ¿por qué esos locos piden ya el café, si aún estamos en los entremeses? –pregunta ingenuamente Álvarez Buylla.            
–No se preocupe S.E. Son tonterías de juventud…, y un poco de vino –le responden.            
 
   A los postres, cuando parece insinuarse en la presidencia el hormigueo anunciador de los discursos, de pronto, espontáneamente, sin conjuros de nadie, toda la oficialidad, puesta en pie, entona a coro las estrofas viriles del Himno de la Academia de Infantería:
 
Ardor guerrero vibra en nuestras voces
y de amor  patrio henchido el corazón,
entonemos el himno sacrosanto
del deber, de la patria y del honor, ¡Honor!
 
De los que lucha y vida te consagran,
escucha, España, la canción guerrera,
canción que brota de almas que son tuyas,
de labios que han besado tu bandera,
de pechos que esperaron anhelantes
besar la cruz aquella
que formaba la enseña de la patria
y del arma que había de defenderla.
 
Nuestro anhelo es tu grandeza,
que seas noble y fuerte […].
 Y por verte temida y honrada
contentos tus hijos irán a la muerte.
 
Si al caer en lucha fiera ven flotar
victoriosa la bandera,
ante esa visión postrera orgullosos morirán,
[…] pues aún te queda la fiel infantería que,
por saber morir, sabrá vencer.
[…]Y estos soldados de tu infantería
que sienten que se apodera de sus pecho,
con la épica nobleza castellana,
el ansia altiva de los grandes hechos,
te prometen ser fieles a tu historia
y dignos de tu honor y de tu gloria.              
 
   Sin embargo, no todos los presentes estaban con los ideales que encarnan Yagüe y la mayor parte de los oficiales de su unidad. Durante la fiesta grupos de sargentos y suboficiales, en otra parte del inmenso vivac, vitorean al Ejército Rojo, cantando la Internacional y el Himno de Riego, puestos en pie con el puño en alto.
 
   Tanto Álvarez Buylla como los generales Gómez Morato y Romerales son personas adictas al Gobierno. Sus cargos son los más elevados de todo el Ejército de África. 
 
 (1ª parte)
 
 

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